jueves, 7 de abril de 2022

Nélida Piñón / Tallando palabras

Nélida Piñón

Nélida Piñón

Tallando palabras


Autora de ocho novelas y tres libros de cuentos. "La república de los sueños", su penúltima novela, es considerada uno de los pilares de la literatura brasileña de este siglo.

 

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Entrevista de Agustina Roca

 

-Se dice que desde muy chica usted ya escribía, -¿En que época de su vida optó exactamente por el oficio de narrar?

-Yo descubrí el vicio de la lectura desde muy chica. Mi padre era un excelente lector, recuerdo que leía de noche, y tanto él como mi madre, jamás se metieron ni censuraron mis lecturas. Me abrieron una cuenta en una librería del centro de Río de Janeiro, y a los doce años, por ejemplo, mis lecturas eran de lo más heterogéneas: desde Balzac hasta libros sobre educación sexual. Al mismo tiempo, yo adoraba, los relatos de aventuras, empecé a percibir, entonces, que el libro me prometía una realidad más interesante que la propia realidad. Creo que en esa época, deslumbrada por todo ese universo que se abría cuando leía una historia, decidí que mi oficio sería el de narrar. También entendí que la literatura me formaba como ser humano porque, para ese entonces, yo estaba aprendiendo a través de esos textos que la vida era fascinante. Ellos me estaban avisando que tenía que desarrollar mucho coraje para enfrentar la tarea de vivir.

-En la novela " La fuerza del destino " usted se refirió a la lengua portuguesa "como una lengua morena". ¿Podría ampliar este concepto?

-Ah!...sí...es un homenaje, sabe. Cuando digo morena, aunque yo no hable de lengua brasileña, me refiero a esto que todos hablamos, a esta que es el resultado de nuestra mixtura étnica. Una mezcla en la que tienen mucha fuerza los ecos de Africa, con su dolor, con su color, con su cadencia y sus lamentos. Siempre digo que el portugués hablado en Brasil es cantarino, alargado, amplio, expansivo, fantasioso, es un portugués con mucho movimiento. Por eso yo amo el gerundio, hago uso y abuso de él en mis textos. ¿Sabe por qué?. Porque es uno de los tiempos verbales que, pienso, mejor nos refleja. Con este tiempo, se dan saltos cualitativos, se logra dislocar la geografía, ya que él es en sí una geografía marítima, con sus olas, con sus vientos, con sus islas.

Pasión por los mitos.

-Esto que usted relata está emparentado con un sello que caracteriza a su narrativa, la búsqueda de raíces. Un proceso que culmina en su penúltima novela " La república de los sueños ".

-Es cierto. Creo que pasaría el resto de mi vida buscando raíces porque no son sólo las mías, son las del Brasil, la de nuestra cultura indígena y africana y también la del océano Atlántico con todas esas leyendas que lo pueblan. Yo considero que esta inquietud por los orígenes es uno de los trabajos inescrutables del escritor porque para saber hacia dónde uno va, tiene que saber de dónde viene. Además, y ya metiéndome con mis raíces personales, dedico varios capítulos en este libro a reflejar la forma de vida de los gallegos porque es un dilema que llevo en la sangre.

-¿Desciende de ellos por ambas ramas?

-Sí. Existe un hecho que me marcó profundamente en mi vocación. Cuando yo tenía diez años, me llevaron a conocer Galicia. Esta tierra, que hasta ese momento yo había imaginado a través de los relatos nostálgicos de mis abuelos, se convirtió en una presencia fortísima. Galicia me enseñó sus sabores, su lengua, y luego, ya de adulta, comprendí que el hecho de hablar el gallego en mi infancia, me abrió las puertas al portugués del siglo XI y a su rica tradición de mitos y leyendas. Yo permanecí dos años conviviendo con la vida rural gallega, con todo lo que ella tiene de más primitivo. Vi cómo se araba la tierra en esas aldeas antiguas, escuché leyendas, de bocas sin dientes, que iban pasando de generación en generación. 

-¿De esta experiencia nació quizá otra de sus obsesiones: la pasión por los mitos?

-Sí, de esta experiencia y, por ende, de mis propios ancestros. Recuerde que los gallegos son celtas y no existió en Europa pueblo tan inmerso en lo imaginario , en lo divino, como ellos. En ese viaje conocí Cedreiros, la puerta de entrada de las peregrinaciones medievales y el eje de los grandes mitos celtas. ¿Sabe qué sucede?. A mí me fascinan los mitos, creo que cuando un pueblo pierde sus mitos, pierde, en parte, su identidad. En esas historias que escuché allí, descubrí que todas estaban traspasadas por lo sagrado y que lo inasible se mezclaba en la forma de vida de ese pueblo.

-Además, usted, como brasileña, vive en una cultura sincrética.

Sí, porque el brasileño unifica sus dioses, su espiritualidad, su aspiración religiosa. El brasileño asiste a misa y también al ritual de umbanda. No sé si usted percibió que el misticismo nuestro es profundamente sensual, se puede comparar, por increíble que parezca, con el misticismo de Teresa, de Juan de la Cruz. Los místicos flamencos estaban ligados a aquellas sectas que veneraban a los árboles y éstos eran presencias místicas de la cultura celta. Yo reconozco que absorbo lo mítico como quién come pan. Pienso que el ser humano es mucho más de lo que piensa, mucho más de lo que sabe, mucho más de lo que alcanza.

-Además de eso, yo sostengo que lo artistas más sensibles son aquellos que no abandonaron un aspecto esencial de la creación: la intuición, esta trae consigo el conocimiento, es su punta de lanza. Yo hago un entrecruzamiento entre la intuición, el conocimiento sagrado y profano, lo apolíneo y lo dionisíaco. El ser humano es de una riqueza inmensurable, un ser tomado por la pasión y eso no es un impedimento para que sea lúcido.

Esculpir la palabra

-Usted escribió 8 novelas y 3 libros de cuento. ¿En cuál de estos géneros se siente mejor? ¿Por qué motivo?

-A mí, a diferencia de otros escritores, desde un principio me atrajo la gran narrativa. No sólo me siento mejor en ella, sino que considero que ofrece una visión polisémica de la realidad. Es un verdadero panel social que desnuda todas las facetas humanas, las pasiones, los conflictos psicológicos; el lenguaje representa también una provocación mayor. Siempre me fascino, y hablo como lectora, que uno pudiese comprender una época, una sociedad entera a través de una novela.

-Aunque, a pesar de su gran amor, por épocas usted regresa al cuento.

-Sí, pero en general recurro al cuento cuando he finalizado una novela. Muchos opinan que soy una buena cuentista, que debiese volcarme más hacia él pero yo siento que el cuento me limita y no refleja lo que pienso. Al cuento lo veo como una cápsula, en cambio una novela me da la posibilidad de expandirme. Siento, además, que en ella me pongo a prueba como escritora. Cuando observo la realidad, con esa polifonía totalmente arqueológica, pienso que la novela es el mejor género para reflejarla.

-¿Los temas le determinan, en parte, la elección del género?

-Sí, definitivamente. Cuando un autor está masticando uno, necesita agudizar al máximo su sensibilidad para saber donde encuadrarlo. Usted sabe que todo tema tiene un destino, una moldura temporal de páginas y el autor debe dilucidar ese enigma.

-Los críticos de su país consideran que, entre los autores brasileños, usted es una de las que más cuida la palabra, la consideran una artesana del lenguaje.

-Bueno, quizás sí, sea una artesana porque yo no creo en la palabra inmediatamente, aunque reconozco que ésta puede darse en alguna oportunidad. Cuando esto sucede hay que tener la sagacidad suficiente para intuirla. Yo creo en las luchas cuerpo a cuerpo con la palabra porque cada una tiene un rostro que sólo va emergiendo cuando se le sacan todos los velos que la cubren. Hasta que no se realiza ese proceso no se puede percibir el verdadero sentido de una palabra. Yo creo en la misión poética de la palabra, en ese despojamiento para llegar a su origen.

La técnica narrativa

-¿Cómo es su proceso de escritura?

Antes de comenzar una novela, yo ya he pasado muchos meses pensando en su estructura. Cuando me embarco en el proceso de la escritura, tengo definido interiormente el andamiaje de esa narrativa. Conozco su ritmo, su eje, los personajes, la organización del tiempo y del espacio, es decir, tengo el mapa diseñado con sus rutas y sus líneas. Soy alguien que considera que el tiempo es el gran constructor de la narrativa, por lo tanto la palabra sirve al tiempo.

-¿Cómo fue su técnica en " La república de los sueños "?

-En ella, yo supe desde el vamos que el tiempo era la columna principal donde giraba la narrativa. Esto me acompañó como si fuese un clavo en mi cabeza durante toda la escritura. Imagínese que allí yo batallo con cuatro siglos de Galicia y dos del Brasil, además de lidiar con más de veinte personajes y todos sus enredos. Sólo pude barajar todos estos elementos a través de un dominio impecable del tiempo, de lo contrario no hubiese tenido una narrativa sino un inmenso caos.

-En esa novela, que es casi una epopeya de 800 páginas, usted revoluciona la escritura y la estructura de la novela.

-Sí, es una novela que me dio mucho trabajo. ¡Tiene tantas cosas!. Está el tema de la memoria, de los sueños, de la evocación, del mito del país. Yo arrastré sus fantasmas durante mucho tiempo y no me animaba a escribirla. Tenía miedo. Hasta que sentí que había llegado la hora. Entonces me enclaustré, literalmente, durante dos años para escribirla. Para mí fue una de las experiencias más profundas. Creí que había llegado a mis límites, como si hubiera golpeado en las puertas de mi conciencia, de mis misterios, ¿entiende?. Fue un gran aprendizaje, en cuanto al lenguaje también, figúrese que yo hice seis o siete versiones de ella, es decir, escribí más de 5.000 páginas hasta quedar satisfecha con la versión final. ¡Cuando la terminé estaba extenuada!

-Usted habló del temor. ¿Existe habitualmente alguna etapa de la creación en la que titubee?

-Claro que sí. Siempre me cuesta comenzar una novela. Me invaden unos miedos profundos, como si yo sintiese en ese momento que mi vida está en juego. Y no son miedos vagos, son muy concretos, porque yo considero que un libro adquiere su ser, su esencia , en las primeras páginas.

-¿Quiénes han sido para usted esos autores que uno vuelve y vuelve sobre sus textos?

-Machado de Assis es para mí el gran maestro de las letras brasileñas. Luego los escritores del siglo XVII. Yo debo mi agradecimiento a todos aquellos que alcanzaron la plenitud en la lengua portuguesa. Reconozco, también, el peso que tuvieron sobre mí los norteamericanos. Faulkner es un gran maestro, sin duda. Pero no me puedo olvidar de Proust, de Borges, de Thomas Mann, de los rusos, de Virginia Woolf... ¡son tantos!
Yo soy absolutamente polifónica, he tenido -y tengo- inmensas pasiones artísticas. Fui una apasionada por el piano, por la música clásica, por la música sinfónica , por la ópera, por el ballet, por el circo, por el folletín. Yo acumulé experiencias populares y eruditas, también he viajado mucho, he vivido mucho tiempo en España, en los Estados Unidos, soy una mujer sumamente curiosa, me interesa muchísimo el ser humano, ya en mi primera novela escribí " Tengo apetito de almas "...Creo que de todas estas vivencias está impregnado toda mi narrativa.

Literatura brasileña

-Hábleme un poco de la literatura brasileña

-A mí me gustaría decir que la literatura brasileña no comenzó ahora. Esto lo quiero dejar en claro. Es una literatura que entre grandes nombres, tuvo escritores como Lima Barreto y Machado de Assis. Un país que tuvo un Machado de Assis en su plantel, es un país que cuenta con una literatura que merece examen, estudio, respeto. Somos sucesores de grandes nombres y de ahí nuestra responsabilidad.

Actualmente existen grandes autores en todos los géneros. Yo quisiera destacar que nuestra orografía ficcional está tomada por diversas vertientes, no tenemos una monocultura, tenemos varios representantes, cada uno con su estigma estético, con su vertiente autómata.

-En el Brasil se está dando un fenómeno interesante. Los escritores del interior no deben, en la actualidad, abandonar su provincia para radicarse en Río o San Pablo.

Sí, está sucediendo eso, creo que es maravilloso. La presencia creadora está esparcida por todo el Brasil, huyendo de la tiranía del eje Río-San Pablo. Existen escritores con textos serios en todos los estados del Brasil. Ya no precisan abandonar la libertad de sus tierras, de su techo, de su pan, para escribir. La nuestra es una literatura que abraza grandes escuelas, cada cual con su universo ficcional. Yo siempre digo que el lenguaje es nacionalidad, el lenguaje es un hombre revelado, de modo que quién escribe en esta lengua, está fatalmente condenado a rescatar sentimientos brasileños.

-¿Usted considera que existe una marginación hacia la lengua portuguesa?

-No es que lo sienta, existió y aún existe. La lengua portuguesa sufrió inmensas restricciones, eso impidió -e impide- que grandes escritores lleguen a los centros de poder. Creo que ahora es un momento importante y que coincide con cierto avance de autores brasileños en el exterior. No muchos pero comenzamos a salir. Con esto no quiero decir que las puertas estén abiertas para nosotros de par en par, no confundamos. Hablo con conocimiento de causa porque yo viajo mucho y debo reconocer, con tristeza, que los norteamericanos -por ejemplo- casi no nos conocen.

-¿Y qué sucede con los escritores hispanoamericanos?

-Varios motivos. Primero, a aquella inmensa tentación de dar la espalda a todo aquello que no proviene de un centro de poder. Segundo, muchos consideran que el portugués no es una lengua lo suficientemente importante para tomarse el trabajo de aprenderla. Tercero, los escritores brasileños no tenemos aquella vocación de autoexilio que tiene los escritores latinoamericanos, tal vez porque nos educaron desde chicos en que Brasil es el país del futuro. ¿Quién va a desear entonces abandonar el futuro? Y así nos vamos quedando...

-En uno de sus textos, usted se cuestiona: "¿ Seré yo misma todo el tiempo ?". Yo quería saber si usted se cuestiona esto con frecuencia.

-Sucede que soy una multitud. ¿Será por eso que, entre otras cosas, escribo?


AGUSTINA ROCA



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