sábado, 1 de mayo de 2021

Amores y naufragios / Laurence Olivier y Vivien Leigh

 



Amores y naufragios

Laurence Olivier y Vivien Leigh



Parecían una pareja perfecta: el gran actor y la bella rosa inglesa. Pero ella sufría fuertes crisis depresivas y él era indiferente, aunque nunca dejó de amarla, ni siquiera cuando Leigh encontró a otro hombre. Estas revelaciones proceden de los papeles de Laurence Olivier, adquiridos y exhibidos por la British Library

21 de enero de 2001

La carta es malévola. Le fue enviada a Laurence Olivier el 19 de mayo de 1939, y se refiere a su futura esposa, la bella y brillante Vivien Leigh. "Querido Larry: Tu chiquita está mucho mejor hoy. Lamento muchísimo haberte alarmado anoche, pero yo misma estaba tan alarmada que tenía que decírselo a alguien. Puedes creerme, estoy segura de que ella no sabía lo que hacía. No tenía idea de que esas píldoras eran sedantes tan fuertes, porque de saberlo no habría tomado tantas. Ahora ya las he tirado, y por cierto que no voy a dejarle que tome más... Ahora te cuento la parte divertida: te hubieras muerto si la hubieras visto tambaleándose por el cuarto ayer después de tu llamado... completamente desnuda, con un pañuelo sucio en una mano y secándose las lágrimas con la otra. Los muebles parecían cortarle el paso y ella se tropezaba con todo, hasta que logró llegar a la ducha y se metió bajo el agua fría, y en un instante cayó en mis brazos y derechito a la cama. Después me preguntó ¿Qué pasó esta mañana? Me dio lástima, pero seguía siendo tan gracioso que deseé que estuvieras aquí para reírte. ¿Te imaginas a una actriz que parece borracha en el set de filmación? Sean buenos chicos, ustedes dos, y traten de mantenerse felizmente enamorados. Me altero tanto cuando las cosas no están bien... y Vivien es imposible... ¿hace falta que te lo diga?" La carta es de la secretaria que Olivier había contratado para que viviera en Hollywood con Vivien. ¿Por qué se le habrá ocurrido contratar a la tenebrosa y confianzuda Sunny Lash como acompañante de su amante de 25 años, que estaba sola durante el complejo rodaje de la película que la haría famosa en todo el mundo, Lo que el viento se llevó?



La carta ha salido a la luz entre los papeles de Olivier que acaba de comprar la British Library. Esta impresionante colección de documentos permite entender mejor a uno de los grandes del teatro y el cine del siglo XX.

El 8 de junio de 1939, la proféticamente llamada Lash (azote, en inglés) volvía a escribirle al "querido Larry" contándole la ansiedad de Vivien por volver junto a Olivier: "Temo que tendré que tenerla sujeta durante esta fase... probablemente se haga pis encima antes de llegar. Es tan adorable, pero la pobre criatura está agotada y no se da cuenta, porque la excita tanto la idea de que muy pronto volverá a estar contigo".

Cuando Vivien describió a Sunny Lash como "un ángel de bondad", ¿tenía idea de que la mujer la delataba de manera tan repelente? Y, más significativo, la palabra fase, con sus connotaciones médicas, ¿no sugiere que Lash era también una suerte de enfermera amateur? Si lo era, eso indicaría que Olivier ya había reconocido la inestabilidad psíquica de Vivien, 15 meses antes de que se casaran.






Los primeros síntomas de su depresión se manifestaron a principios de la relación, dos años antes de que Olivier se divorciara de su primera esposa. El Hamlet que el actor interpretó en 1937 en Elsinore, Dinamarca, en el que Vivien encarnaba a la demente Ofelia, corrió el riesgo de arruinarse debido a la conducta de la actriz. La joven estrella, con lo que Olivier describió como "esa belleza inimaginada", se comportó como una poseída, gritándole todo tipo de insultos e incluso agrediéndolo físicamente. Para el asombro de todo el elenco, a las 24 horas de su violento estallido, Vivien se mostraba encantadora y no parecía tener idea de lo que había hecho. En ese momento, a Olivier la escena le habrá parecido una identificación excesiva con el papel de Ofelia. Más tarde le diría a Tarquin -el hijo de su primer matrimonio- que los "desórdenes" de Vivien se remontaban a septiembre de 1944, cuando perdió un embarazo. Sólo en 1953 Olivier les preguntó a los padres de su esposa si había antecedentes de locura en la familia.

Pero ya se negara a admitir los síntomas, o prefiriera mantenerlos ocultos, de todos modos nunca tuvo la intención de interrumpir su carrera para ayudarla. Cuando Vivien estaba a punto de ser despedida de Hollywood, Olivier empezaba a trabajar en una obra, No Time for Comedy, en Nueva York. En su biografía, Confesiones de un actor, escribió: "Noticias preocupantes... que llegan desde Hollywood: el agotamiento sumado a la histeria causada por nuestra dura separación estaban produciéndole síntomas peligrosos". Evidentemente, la separación era menos dura para él. Hubiera podido pasar algún tiempo con ella tras el rodaje de Cumbres borrascosas, pero prefirió proporcionarle la compañía de Sunny Lash. Después de todo, "era mejor no ensuciar mi carrera permaneciendo con ella, como si no tuviera nada que hacer, en vez de ofrecer una buena imagen y una buena actuación en el teatro neoyorquino". Con renuencia respondió al llamado desesperado del productor de Lo que el viento se llevó, David O. Selznick, que le manifestaba la necesidad que Vivien tenía de verlo: tomó un avión y voló a Los Angeles por un día, para "tranquilizarla en lo posible". Y cuando ella tuvo un descanso, y fue a estar con él en Nueva York, Olivier acota: "Fue bastante pesado para mí, que seguía trabajando".

Por su gran dedicación a la carrera, el actor relegó sus relaciones a un lugar secundario. Además de su gran ambición, padecía devastadores celos profesionales. Consiguió que la carrera cinematográfica de Jill Esmond, su primera esposa, se frustrara desde el principio, en 1932, convenciéndola de que debía regresar con él a Inglaterra en vez de quedarse en Hollywood para protagonizar A Bill of Divorcement, la película que convirtió en estrella a Katharine Hepburn. Su rivalidad de toda la vida con John Gielgud es bien conocida. Con el éxito de Lo que el viento se llevó, Vivien Leigh se convirtió en la actriz más famosa del momento. La gota que colmó el vaso fue que ella ganara el Oscar por su interpretación de Scarlett O´Hara, mientras él lo perdía por su rol de Heathcliff en Cumbres borrascosas. La noche de los Oscar, ella fue muy cuidadosa. Mientras posaba para las fotos junto a Selznick, Leigh sostuvo el trofeo en alto, pero cuando posó con Olivier, lo dejó a un lado y se sentó sobre las rodillas de su esposo. Aún así, en el auto, camino a casa, él se lo arrebató. Cuando llegaron, Leigh lo usó para trabar una puerta.

Vivien Leigh y Laurence Olivier


Desde el principio, Olivier y Vivien tuvieron separaciones por exigencias profesionales, en ciudades diferentes y países diferentes. Las cartas de amor de Leigh llenan muchas gavetas de los archivos de la British Library. Sin duda, Olivier debe haberse conmovido con las notas que ella garrapateaba para él en unas pequeñas tarjetas blancas que dejaba por toda la casa, para que Olivier las encontrara al levantarse, cuando Vivien había salido para un ensayo. "Mis amorosos pensamientos te envuelven, corazón querido. Sigue durmiendo tranquilo, tu Viv." También le gustaba escribirle mensajes rimados, como éste, para un cumpleaños o una Navidad: "Dos suéters te he dado/ para tenerte abrigado/ si siempre los usas/ estarás bien cuidado".


Laurence Olivier y Vivien Leigh
Luna de miel en 1940

Su caligrafía, nunca demasiado legible, se hacía más grande y más abstrusa en momentos de miedo o de gran excitación. Garabateada en lápiz; hay una carta de cuatro páginas que le escribió en 1949, mientras volaba a Los Angeles después de interpretar el personaje de Blanche DuBois en una puesta de Un tranvía llamado deseo. Dado el esfuerzo que implicaba para alguien tan frágil encarnar a la marchita bella sureña, seguramente Leigh estaba enferma y posiblemente ebria cuando la escribió. Termina así: "Te amo adoro venero y te beso y te beso profunda y eternamente... mi amor... mi vida... mi amigo..." La goma que mantiene juntas las cuatro páginas está intacta. Como si Olivier, atareado en Londres con su compañía productora, ni siquiera se hubiera molestado en leerlas. El avasallador afecto de Vivien lo cansaba, y los nueve años de matrimonio, a esa altura, le habían resultado un terrible drenaje de energía.

Evidentemente, él dejaba mucho que desear como amante. En sus Confesiones escribió: "Fue difícil... hacerle entender, en los momentos en que estaba tristemente desencantada de los resultados de mi pasión íntima, que toda mi energía se iba en la actuación, y que uno sólo puede ser una clase de atleta por vez."

La pasión de Olivier por Vivien terminó con el matrimonio de él con Jill Esmond, que estaba embarazada de Tarquin. Si bien con esto demostró que no era buen marido ni buen padre, sí fue bueno en el rol de hidalgo rural. En 1945 convenció a Vivien de las ventajas de vivir en el campo, y compraron Notley, una abadía del siglo XII cuyas ventanas dominaban el Támesis, y que Olivier amaba "en exceso", más incluso que a cualquiera de sus esposas o hijo. Vivía pendiente del ganado y del cuidado del huerto. Para cuando se establecieron en Notley, los Olivier ya pertenecían a la nobleza teatral. En la propiedad, uno podía encontrarse con Marlene Dietrich o Katharine Hepburn paseando por el jardín; a Vivien, con ropa de Pucci y charlando con Rex Harrison en la biblioteca, y a Olivier enfundado en una chaqueta de tweed, mostrándole la propiedad a Orson Welles. Vivien, siempre hiperactiva, dormía apenas un par de horas, y usaba todos sus recursos para impedir que los demás se fueran a dormir temprano. Olivier, siempre agotado, solía desaparecer antes que sus huéspedes, saliendo sigilosamente de alguna habitación en la que Noel Coward tocaba el piano o Michael Redgrave interpretaba alguna danza. En momentos de crisis, Viven solía enclaustrarse en Notley con un par de enfermeras hasta que se recobraba.

El tuvo aventuras, pero para su crédito, y como tributo al exasperado amor que sentía por su esposa, estuvo con ella durante 20 difíciles años, antes de casarse nuevamente con Joan Plowright. Tarquin, que adoraba a ambos a pesar de todo, dijo que su padre fue el amor de la vida de Vivien, más allá de las cosas terribles que ella solía decir en sus períodos de enfermedad. En 1953, la filmación de Elephant Walk produciría el desastre. Vivien se enamoró de su coprotagonista, Peter Finch. Es posible que Olivier le haya agradecido que se ocupara de Vivien por un lapso, pero al poco tiempo, el productor Irving Asher llamó a Olivier para decirle que la conducta de Vivien era errática. El actor viajó a Ceilán, donde se rodaba la película y encontró a Vivien en su etapa maníaca, y en pleno romance con Finch. Se quedó tres días, sin poder hacer gran cosa. Vivien empeoró y, de regreso en Hollywood, su crisis se desencadenó: Olivier fue llamado por David Niven y Stewart Granger, y allá fue, para encontrar a su esposa drogada y como en trance, confesándole su amor por Finch. Pero Finch había desaparecido, y Olivier, enfurecido por el abandono del otro, intentó ayudar a Vivien llevándola de regreso a Londres e internándola para que fuera sometida a reiterados tratamientos de shock. El matrimonio siguió, a los tropezones, durante un largo tiempo, otro embarazo perdido y enfermedades recurrentes, hasta el inevitable divorcio, en 1960. Finch fue a Notley, en una especie de menage à trois, que a Olivier no pareció molestarle demasiado, y cuando Vivien y su amante se fugaron, ni siquiera lo advirtió. Con algunas escenas de violencia, en las que Olivier se salió de quicio, el matrimonio acabó definitiva y tristemente, como lo prueban los papeles de divorcio. Pero muchos factores los mantuvieron unidos durante 23 años. Ambos pertenecían a la nobleza actoral; él no quería incurrir en la culpa que le provocaría el divorcio y, a pesar de su concentración en el trabajo y su ambición, acabó por sentir pena por la enfermedad de Vivien. El biógrafo de Olivier, Anthony Holden, relata que alguien que visitó al actor en 1986, lo encontró llorando mientras veía un viejo film de Vivien por televisión, y diciendo: "Esto era amor. Verdadero amor". Le había llevado 50 años darse cuenta.

LA NACION



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