lunes, 3 de mayo de 2021

Luisa Valenzuela / Por qué se escribió tan poco en la última dictadura militar



Luisa Valenzuela


“¿Por qué se escribió tan poco en la última dictadura militar?”


Por Guido Carelli Lynch
Buenos Aires, Clarín, 30/08/10 

Los censores internos y externos, dice la autora, están por todos lados. Y en su última novela, “El mañana”, se pregunta por qué callamos.


Un milagro y el cerebro formateado, como si fuera una computadora. Así –dice– se siente Luisa Valenzuela después de la meningoencefalitis que la obligó a parar, internarse un mes y medio y demorar el lanzamiento de su nueva novela El mañana . Por estos días también se editó en el país Tres por cinco , una antología de cuentos que escribió al mismo tiempo que la postergada novela, antes de enfermar.

“Lo que me pasó es un milagro, porque el cerebro se te descuajeringa totalmente, las neuronas, todo se inflama y se desconecta, y después se conecta solo: es fantástico”, explica en su casa tranquila y cansada Valenzuela, pero sin abandonar el ritmo con el que escribe, con el que exprime el lenguaje como si fuera un juguete que se rompe para ver cómo funciona. La metáfora es de ella, claro.

Tal vez, adivina, el desencadenante haya sido el estrés o el ímpetu por abordar todos sus proyectos, proyectos de cientos de páginas, de voces violentas. Si leerla obliga a someterse a ese río caudaloso de palabras, cuánta energía ha de costarle plasmarlas durante tantos años, durante tantos libros, más de veinte. Ahora ya empezó a traducir las experiencias de ese viaje inconsciente. “Es una exploración más, es la experiencia de la muerte, ¿no?”, afirma y pregunta Valenzuela.




Durante la enfermedad aprendió que El mañana tenía algo de premonitorio, que anticipaba su encierro. La novela habla del encierro forzado de 18 escritoras argentinas, “borradas de un plumazo”, acusadas de subversivas. Es el encierro y la lucha de Elisa Algañaraz, tan tentadoramente parecida a Luisa, aunque ella (Luisa) diga que no le importa en lo más mínimo escribir algo autobiográfico. En un futuro incierto y no muy lejano la protagonista recibe ayuda de un hacker, Esteban Clementi, y de un ex agente de la Mossad Omer Kavatni. “¿Qué es eso que aflora cuando uno escribe? ¿Por qué uno escribe cosas que va inventando y surgen personajes y empiezan a cobrar vida propia y a actuar a su manera?”, se preguntan en este diálogo disperso y reflexivo la autora de El gato eficazCola de lagartija, la hija de Luisa Mercedes Levinson y todas las máscaras que conviven en Valenzuela.


Lo increíble es que escriba desde que tenía 19 años y todavía no tenga una respuesta acabada.

No hay una respuesta acabada. Yo creí que iba a dejar de escribir, no tenía ganas, pero justamente porque no hay una respuesta clara, hay posibilidades, hay infinitas capas de investigación que uno sigue haciendo.

A veces la crítica fuerza preguntas sobre literatura, lenguaje y género. Pero en esta novela hay una voluntad explícita de discutir...

En El mañana yo no estoy hablando del lenguaje femenino o masculino. En el lenguaje siempre hay un límite que uno trata de franquear. Estas 18 mujeres no buscan una respuesta a cómo debe escribir la mujer, buscan un lenguaje propio y una apropiación de ese lenguaje. El tema del poder y el lenguaje es tan importante, porque dominás al otro con el lenguaje.

Nunca queda del todo definido por qué ese gobierno represivo y ficticio prohíbe a las 18 escritoras.

Hay muchas posibilidades, pero que cada uno elija la suya, porque, en última instancia, ¿qué es lo que te acalla? ¿Por qué dejás de escribir en la vida real? Pueden ser elementos externos, pueden ser elementos internos, censura, miedo. ¿Por qué se escribió tan poco sobre la dictadura militar? Hay censuras internas, hay censuras freudianas.

Hay una generación nueva de escritores como Félix Bruzzone y Laura Alcoba que empiezan a tratarla.

En ese momento fuimos muy pocos los que hablamos: muy pocos. Se habló un poco desde revistas como “Crisis” y “Humor”, que después tuvieron que cerrar. Pero se hablaba de los manuscritos encajonados que iban a aflorar cuando se pudieran publicar. Lo cierto es que afloró muy poco, casi nada se había escrito. Entonces, ¿qué es lo que te acalla, ¿dónde está ese censor interno o externo? Por todos lados. Eso también es interesante pensarlo con esta novela.

Varios personajes de la novela adoptan otras identidades.

Es algo que trabajo en muchas novelas: la necesidad de la máscara, de abolir la máscara. ¿Quién es Elisa Algañaraz? Elisa Algañaraz es la escritora que se revuelca con las palabras, es también esa otra a la que encierran y la misma que aterriza en la villa con el nombre de Melisa Estrani. “¿Quiénes somos en última instancia?”, vuelve a preguntarse Valenzuela, a metros nomás del estudio regado de máscaras de todo el mundo que fue coleccionado durante sus viajes.

Dice que en Argentina hoy están de moda los escritores jóvenes. No era así, cuenta, cuando le tocó publicar su primera novela Hay que sonreír . “No nos daban bola a los jóvenes. Hoy se habla más de la literatura joven que de la otra. Tenés que escribir bien, ese es el chiste. Lo enriquecedor son las lecturas. Ahora se les ocurre que pueden escribir sin antes haber leído”, se queja sin vehemencia.

Pasaron 50 años desde que asomó a la escena literaria. El mundo cambió y los intelectuales perdieron peso. “Sobre todo en este país, porque antes se nos escuchaba mucho más en otros ámbitos, hasta nos invitaban a los programas de televisión de Horangel, de Mirtha Legrand. Eso se acabó. Pasó a la farándula”, relata, mientras se consuela con el lote de pequeñas editoriales que emergieron últimamente.

Al final, asegura, es el juego del lenguaje lo que la fascina, porque permite otro tipo de comprensión. “Es atravesar el espejo de Alicia. Por eso escribo, para ver qué hay del otro lado”.

http://www.clarin.com/sociedad/escribio-ultima-dictadura-militar_0_326367422.html





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