viernes, 7 de mayo de 2021

Tracey Emin / «Mis obsesiones son absolutamente transparentes, están a la vista de todo el mundo»

 


Tracey Emin

«Mis obsesiones son absolutamente transparentes, están a la vista de todo el mundo»

«An Insane Desire for You» (Art Projects Ibiza) es el regreso de Tracey Emin a España. El malditismo que precede a la artista, miembro de la Young British Generation, destila ahora en un canto al amor

Javier Díaz-Guardiola
15 de julio de 2019

Posiblemente «escabroso» sea el término que mejor defina el pasado de Tracey Emin (Inglaterra, 1963). Tierra extraña, sus memorias, publicadas –con un retraso de una década– en España por Alpha Decay, nos descubrió a una adolescente totalmente disfuncional, violada con 13 años, que durante muchos otros se alimentó de vodka y pollo frito y que practicó incluso el incesto con su mellizo.

El exceso continuó como artista cuando saltó a la palestra como una Young British Artist de la mano de Saatchi con Everyone I Have Ever Slept With, la tienda que llevaba bordados los nombres de todos aquellos con los que se había acostado hasta esa fecha (no necesariamente para mantener relaciones sexuales, pero explicarlo rebajaba el sensacionalismo que llena tabloides), o tiempo depués con My Bed, con la que quedó finalista del Premio Turner en 1999, autorretrato de una mujer 15 días aislada en su propia devastación tras sufrir un aborto.

En la actualidad, Emin es otra persona, más calmada, menos carne de prensa amarilla (aunque en 2016 nos desayunábamos con que se había casado con una roca de su jardín en su domicilio francés), que incluso afirma creer en el amor… Con esa actitud entra ahora en Art Projects Ibiza, en una muestra que cuenta con su réplica en la galería belga de Xavier Hufkens, mientras se cuentan los días para que desde el 25 de junio sus dibujos dialoguen con la colección del Musée d’Orsay en París, ilustrando precisamente «El miedo a amar». Así afronta ella su madurez.

Es imposible entender su trabajo desligado de su biografía. La muestra organizada por Art Projects Ibiza y Xavier Hufkens incluye 24 nuevas obras. ¿En qué momento vital se encuentra?

Es posible entender mi obra al margen de mi biografía. Trato temas universales como el amor, la muerte, el arrepentimiento, el sufrimiento o el deseo. Y cualquiera puede conectar con ellos. No hace falta conocerme o conocer mi vida para saber lo que es la pena. Esta exposición trata de la exploración del deseo antes de encerrarlo en una relación; pero, más allá del deseo, las obras son un homenaje al verdadero sentimiento del amor.

¿Todo arte debe ser autobiográfico?

Por supuesto que no.

¿Cómo definiría el proyecto, que además cuenta con dos sedes?

Al principio me preocupaba bastante este hecho de que tuviera dos sedes, ya que en mi mente seguía teniendo un «espacio número uno» y un «espacio número dos», pero poco a poco, a medida que la obra evolucionaba para la exposición, pude observar que se producía un equilibrio emocional entre ambos compartimentos. Me gustan tanto los dos en conjunto como cada uno de ellos.

Su título queda plasmado en un neón a la entrada de las salas, cuya luz «contamina» el resto de las obras. ¿Son esas pieza las que marcan así el tono de todo el proyecto?

Lo interesante de esos neones es que, en cada sala, sus corazones son de colores diferentes, y aunque las palabras sean las mismas, emocionalmente «suenan» distinto. Hay diferentes maneras de sentir deseo.

Su texto, el de esos neones, es «An Insane Desire for You», el título de la muestra. ¿Cuáles son las obsesiones actuales de Tracey Amin?

Siempre he dado la impresión de ser bastante obsesiva. A la gente que no me conoce, esto la suele asustar, pero la verdad es que las personas y las cosas que quiero me apasionan con locura, y a esa pasión la acompañan el amor y la entrega. Normalmente, mis obsesiones son absolutamente transparentes, están a la vista de todo el mundo.

Recuerdo una frase de sus memorias: «Soy una alcohólica, neurótica, psicótica, quejica, una perdedora obsesionada conmigo misma, pero soy una artista». ¿Lo de «ser artista» es la parte buena de la definición?

Eso lo escribí hace veinte años, y creo que «anoréxica» también formaba parte de la lista… Y lo único que sigue siendo totalmente cierto de esa retahíla es la parte que corresponde a lo de artista. De todas maneras, todavía podría escribir otra lista sobre mí misma y sería igual de triste pero diferente.

Esas memorias, ¿eran una pieza artística más? La escritura se ha convertido en muchas ocasiones en piezas para usted: No hay más que ver sus neones.

Escribí Strangeland [Tierra extraña] a lo largo de casi 25 años, entre los 18 y los 41. El libro cubría una parte de mi vida, la primera. Sé que cuando sea anciana me sentaré de nuevo y escribiré otro libro, pero por ahora tengo que conformarme con hacerlo un poco cada día. Sin la escritura no podría ser artista.

Siempre se ha dicho que el arte es un acto catártico para usted. Eso deja la pelota en el lado del espectador, al que traslada su «preocupación». ¿Qué espera de nosotros?

En realidad no le transmito mis preocupaciones o mi ansiedad, pero sí que creo que ser honesta y clara en cuanto a mis emociones permite que el espectador lo sea a su vez con las suyas.

A todas luces, se la puede considerar una artista feminista, en el sentido de que fue de las primeras en mostrar sin paños calientes la sexualidad e intimidad femenina («El mundo no estaba dispuesto a ver cómo vive una mujer», declaró al hilo de la polémica con «My Bed»). ¿Abusamos hoy del término «feminista»?

No utilizamos el término lo suficiente, y punto.

Toda esa exhibición de su realidad, en su momento, se hizo sin redes sociales, sin la sobreexposición que todos hacemos en ellas en la actualidad. ¿Pasaría desapercibida hoy como creadora si empezara de cero?

Si volviese a empezar, haría las cosas de otra manera. Me arrepiento mucho de mi excesiva exposición en el pasado. Creo que ha influido en cómo me ve la gente hoy. Pero, dicho esto, no soy una esnob del arte, y sé que, debido a esta visibilidad, mi obra y los temas que trato han llegado a un público mucho más amplio y diverso, ya sean estudiantes, mujeres en prisión, soldados en Afganistán, banqueros, políticos o amas de casa de los barrios residenciales, por citar solo algunos.

Entonces, ¿se «exhibió» demasiado o nunca es suficiente?

En el pasado cometí algunos errores graves al elegir cómo y dónde exponer mi obra, y lo lamento profundamente. Ahora estoy muy contenta con las galerías con las que trabajo y que me representan. Creo que casi todas mis exposiciones anteriores en museos fueron buenas para mi obra y mi desarrollo.

En sus inicios, se puso a dibujar fijándose en Munch y Egon Schiele. Sus pinturas actuales recuerdan más a un Basquiat o un Cy Twombly. ¿Existe un «estilo» Tracey Emin?

Sí, claro que hay una manera de pintar propia de Tracey Emin. En mi obra se puede ver el reflejo de otros artistas, pero esa es la Historia lineal de la pintura y, a menudo, lo que impide que las mujeres pinten.

Sin embargo, la crítica habla de lo suyo como «arte confesional», lo que suena a religión, y religión católica (ustedes, los protestantes, no creen en este sacramento). ¿Está de acuerdo con este concepto, el de «arte confesional»?

Usted no sabe nada de mi religión. ¡Qué pregunta tan rara! El arte es para todo el mundo. Dios es para todo el mundo…

Le pido disculpas. Hablando de religión: no hace mucho me topé con uno de sus neones en la catedral de Liverpool («I Felt You and I Know You Loved me»). Supongo que esa frase no se pensó para ese contexto, pero se le puede dar cierta lectura «espiritual». ¿Cómo lucha para que un contexto no desactive una obra?

Esa frase estuvo en mi mente mucho tiempo, y cuando me dieron la oportunidad de crear una obra para la catedral supe que allí sería perfecta. Esas palabras abarcan tanto lo espiritual como lo físico.

Por cierto: no quedan obras de su primera etapa porque las destruyó. También se negó a reconstruir «Everyone I Have Slept With» tras su desaparición en un incendio, y cada vez que monta «My Bed» tiene que estar presente, «vivir» esa cama de nuevo. Todo esto es así porque entiende cada obra como resultado de un momento vital. ¿Se reconoce en las obras del pasado?

Creo que estaría moralmente mal volver a hacer Tent por dinero. No lo haría nunca. Y llegará un momento en que no seré la persona que haga My Bed porque estaré muerta. Porque sí: cada vez que hago My bed vengo del pasado; es un fantasma que reconozco…

Eso dificulta pero no impide retrospectivas de su trabajo…

Mi retrospectiva más reciente fue la que montó la galería Hayward en 2011. Ahora mismo es lo último que quiero hacer de esta naturaleza. Me niego a ello. Estoy en una etapa de mi vida en la que es fundamental que avance.

Reconoce que lo suyo en el estudio es una auténtica pelea, que destruye mucho antes de dar con la versión definitiva. ¿Qué le proporciona a usted serenidad?

En realidad, cuando pinto sobre una obra no la estoy destruyendo. Sigue estando debajo. Trabajo en ella una y otra vez hasta que consigo lo que quiero. A veces, por arte de magia, me sale al primer intento, pero hay lienzos en los que puedo llevar trabajando diez años…

«It’s different When You Are in Love» reza otro neón de la muestra. Quedamos entonces que aún cree en el amor…

Cuando estás enamorada, las cosas son diferentes. Todo es diferente. Los días de tormenta, grises y lluviosos, se vuelven poéticos y melancólicos. Los colores parecen más luminosos, la música tiene más claridad, el cielo se ve más azul, y el sonido del corazón parece más intenso. Sí: Sigo creyendo en el amor.

En breve comisariará una exposición en el Museo d’Orsay, donde pone a conversar sus dibujos con los de la colección del centro. Eso será «El miedo a amar». ¿Qué le interesa cuando trabaja así?

No soy comisaria de arte, soy una artista que conversa con la Historia. En vez de fijarme en los libros, me fijo en las cosas reales. Es un gran privilegio poder hacerlo.

Lo de pertenecer a la Young British Artists Generation, ¿es otra mancha en una trayectoria que le acompañará siempre o ya no la presentan así?

Forma parte de mi pasado, como pasa con muchos otros artistas. Fue una etiqueta que nos puso la prensa británica. Tengo casi sesenta años, así que, de joven, nada.

Me quedo entonces con el dato de que habrá segunda parte de las memorias…

Habrá una segunda y una tercera parte. La tercera la escribiré cuando tenga noventa años. Estaré tumbada en el sofá-cama dictando mi pasado con una gran sonrisa. 

Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 22 de junio de 2019. Nº 1.383



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