Anya Taylor-Joy Gambito de dama |
De peones y reinas televisivos
Dos personajes femeninos brillan por encima del resto, la ajedrecista de «Gambito de dama» y la agente de Asuntos Internos de «Antidisturbios»
17 de noviembre de 2020Federico Marín Bellón
La conquista de nuevos territorios por parte de la mujer, bien contada, da lugar a historias vibrantes. El ajedrez de mediados del siglo XX y una unidad especializada de la Policía actual no tienen nada en común, salvo que sobra testosterona. Plantar en medio un personaje femenino no basta para triunfar. Antidisturbios y Gambito de dama ofrecen mucho más.
«Gambito de dama»
El origen de las historias importa, aunque las bebamos sin esfuerzo desde el sofá. Es evidente el fantástico trabajo de Anya Taylor-Joy como protagonista de la serie estrenada en Netflix sin apenas promoción. No tan obvia es la riqueza y profundidad del guion, nacido de las entrañas del olvidado novelista Walter Tevis, fallecido prematuramente en 1984. Nuestro héroe trabajó unos años en un salón de billar y de ahí surgió El buscavidas, convertida en obra maestra del cine por Robert Rossen. El color del dinero le sirvió a Scorsese para rodar una estupenda continuación, de nuevo con Paul Newman en el inolvidable papel de Eddie Felson. Si yo fuera el dueño de una productora, rebuscaría entre sus textos.El escritor, que era un buen jugador de club, cuenta que no cita a Fischer, Spassky ni Karpov, al contrario que a otros, por habernos dado tantos momentos de felicidad. El guion de Scott Frank (también director), Scott Allan y Allan Scott -quizá se conocieron en alguna extraña convención- contó con el asesoramiento de Bruce Pandolfini y de Garry Kasparov. Es curioso que entre tantos hombres hayan completado uno de los mejores relatos femeninos de los últimos años, enriquecido por la creíble ambientación de la época, primero en Estados Unidos y luego en Rusia.
El viaje deportivo es más monótono y menos interesante que el emocional. Historias de superación y chiquillos superdotados hemos conocido de sobra. Beth Harmon tiene de especial sus flaquezas y adicciones, su manifiesta imperfección y la sombra de la locura. Solo las 64 casillas le proporcionan un entorno seguro, donde aprender que todos nuestros actos tienen consecuencias.
Gambito de dama funciona como gran metáfora, animada por sus pequeñas intrigas y rodada con una contención maravillosa. Ni los personajes más histriones se vuelven nunca insoportables, mientras que la protagonista, como una reina verdadera, comprende el poder de su libertad. Mención aparte merece el bedel-maestro, papel que ennoblece Bill Camp. El amor por todos ellos es otra constante, en esta y en casi todas las buenas historias.
Antidisturbios |
«Antidisturbios»
Un ejemplo de ese cariño colectivo a los personajes es esta serie española que triunfa en Movistar+ y que sí tiene padre y madre, aunque se suela olvidar a Isabel Peña ante el reconocimiento logrado por Rodrigo Sorogoyen. Desde los primeros compases, la cámara coloca al espectador en posición incómoda, frente a sus prejuicios y contradicciones. Se preguntaba Gardel por qué hacer desgraciada a una sola mujer pudiendo hacer felices a tantas. Sorogoyen y Peña prefieren incomodar a todos antes de complacer a un único grupo.
Sobresale lo bien cosido que está el relato, que rematan unos actores impresionantes. Justo en medio de ese muestrario de músculo surge la luz y la fuerza de la mirada, también algo ajedrecística, de Vicky Luengo. Recuerda a la de Vicky McClure en Line of duty, pero con más voltios.
Con una dirección magistral y una puesta en escena vigorosa, ni un estamento se salva del todo y pocos se condenan a perpetua. Conozco policías que han disfrutado pese al escozor que provocan algunos detalles. No sé de ningún político que haya protestado por el retrato de su especie. En todo caso, como la buena literatura, es una ficción que ayuda a entender algunas realidades mejor que los telediarios. Es tan brillante que, en efecto, parece una miniserie británica.
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