miércoles, 29 de abril de 2020

Muere por coronavirus Iris Love, la arqueóloga que descubrió el templo de Afrodita





Iris Love, en 1989.
Iris Love, en 1989.RON GALELLA / EL PAÍS

Muere por coronavirus Iris Love, la arqueóloga que descubrió el templo de Afrodita

La famosa historiadora del arte y personaje de la ‘socialité’ neoyorquina ha fallecido a los 86 años en Manhattan




Antonia Laborde
Washington, 26 de abril de 2020


El 20 de julio de 1969, el día que el hombre llegó a la Luna, la arqueóloga Iris Love descubrió una plataforma circular de mármol en Knidos, en la costa suroeste de Turquía. Ese primer hallazgo y las piezas que aparecieron después correspondían al templo de Afrodita, construido en el siglo IV a. C. La prensa jugó con una idea: “Love Finds Temple of Love”. La famosa historiadora del arte y personaje de la socialité neoyorquina falleció a los 86 años por coronavirus el 17 de abril en un hospital de Manhattan. Sus intereses fueron tan diversos que revistas culturales y caninas la han despedido con cariño. En la segunda parte de su vida, Love se dedicó a criar y patrocinar perros de raza para que compitieran en el concurso anual de Westminster Kennel Club, entre otros. Tenía una fascinación por los perros salchicha -llegó a tener cerca de 40-, a los que solía bautizar con nombres de personajes de la mitología griega.

Love no era una arqueóloga convencional. Ni una coleccionista de perros convencional. Dianna Ross asistía a sus fiestas, Mick Jagger la pasaba a saludar al trabajo en Turquía, y Andy Warhol describía en su diario cómo se había disfrazado ella y su pareja para uno de sus cumpleaños a principios de los ochenta. La periodista Liz Smith (1923, Texas), que durante décadas fue conocida como la reina de las columnas de chismes, escribió en sus memorias que se enamoró de Love, "una científica vestida de Givenchy con un nombre como el de una estrella de cine", en una cena en 1977, según cita The New York Times.

En un texto de despedida del periodista Roger Friedman, quien fue amigo de ambas, escribió: “¿Conocen la expresión ‘si no tienes nada bueno que decir sobre alguien, ven a sentarte a mi lado?'. Eso éramos Iris y yo”. La pareja se separó tras 15 años de relación, pero continuaron siendo amigas hasta el fallecimiento de Smith en 2017, según el medio estadounidense. “Se levantaba todas las mañanas convencida de que podía mover el mundo si solo tuviera una palanca”, escribió la columnista sobre Love.

Provenía de una familia aristócrata. Su padre, Cornelius Ruxton Love Jr., un inversionista y coleccionista de arte, era descendiente del padre fundador Alexander Hamilton. Su madre, Audrey Barbara Josephthal, era una filántropa, heredera de las fortunas Guggenheim y de la firma de inversiones Josephthal & Company. Según Times, Love hablaba griego, francés, alemán, italiano y turco, y se defendía en mandarín, ruso y árabe. Ahora estaba estudiando para aprender portugués. Se graduó de la universidad privada de artes liberales para mujeres Smith College en 1955 y obtuvo una maestría del Instituto de Bellas Artes de la Universidad de Nueva York. Solo le faltaba escribir la tesis para doctorarse, pero no encontró el tiempo entre los constantes viajes a Knidos para supervisar la excavación y los eventos para recaudar fondos. Luego se convirtió en profesora asistente de arqueología en la Universidad Long Island y en varias otras. Vivió entre Italia, Grecia y Nueva York durante décadas.

Su trabajo como arqueóloga no estuvo exento de polémicas. Puso en duda la veracidad de algunas piezas en los museos más importantes del mundo, acaparando la atención de la prensa de una manera poco común para alguien de su rama. Ella decía que eso se debía a que su signo zodiacal era Leo y necesitaba que le hicieran caso. Cuando se retiró de la arqueología, se dedicó de lleno a la crianza de perros de raza. Decía que solo confiaba en las personas que amaban a los animales y las que bebían alcohol. Lamentaba que en la antigüedad muchas civilizaciones hayan utilizado a los perros como sacrificios para honrar a los dioses, pero le aliviaba que Afrodita no haya exigido tal tributo, según lo que contó a la Revista de Nueva York en 1996: “Y trato de seguir sus pasos”.


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