'Homo Faber'
de Max Frisch
La novela más popular del dramaturgo y escritor suizo
Andrés Padilla
28 de noviembre de 2002
Frisch es, con Dürrenmatt, probablemente, la pareja más importante de los dramaturgos en lengua alemana surgidos tras la Segunda Guerra Mundial y, sin ninguna duda, los dos creadores más universales de la literatura suiza del mismo periodo. Si hubiera que completar la terna, habría que incluir a Robert Walser, si bien este último realiza su obra más significativa en la primera mitad del siglo pasado. En el caso de Frisch, todo parece indicar que el conocer a Bertolt Brecht en el transcurso de la mencionada Segunda Guerra Mundial condicionó su dedicación y concepto de la dramaturgia, y ratificó su obsesión por los problemas de la identidad humana y las relaciones entre individuo y sociedad. Sus primeros textos de teatro aparecen entre 1945 y 1953 (Ahora vuelven a cantar, La muralla china, Don Juan o el amor a la geometría y Los incendiarios). En 1954 publica No soy Stiller, y en 1957, Homo Faber, la novela que adaptaría al cine en 1991 el realizador alemán Volker Schlöndorf con el título de El viajero. En cierta ocasión, el propio Frisch comentó que "cada vez con más frecuencia me asaltan recuerdos que me horrorizan. Por lo general, estos recuerdos no son horrendos en sí mismos, sino nimiedades que uno no relataría en la cocina, o si va de pasajero en un coche. Lo que me horroriza es, más bien, el descubrimiento de que he estado ocultándome a mí mismo mi propia vida", una reflexión que suscribiría Walter Faber, el protagonista de su novela.
EL PERRO DE GOYA
El arquitecto Max Frisch amaba el orden y la racionalidad. El escritor que llevaba dentro se mostraba fascinado por la fuerza determinante que podían tener en nuestras vidas el azar y el subconsciente:"Un hombre se equivoca de sombrero, vuelve al guardarropa, da un pisotón a una muchacha, se disculpan el uno al otro, tanto que terminan conversando, y la consecuencia es un matrimonio, tres o cinco niños. Un buen día, cada uno se dice: '¿Qué sería de mi vida sin esta confusión de sombreros?". La tensión entre el orden y el azar, la racionalidad y el subconsciente, se encuentra presente en Homo Faber. También la desesperación, la que surge al entender que la vida es un proceso incontrolable, prevalece a lo largo de toda la obra. "Soy un autor de la desesperación, una desesperación que es más vital que el autoengaño. Por ejemplo, cuando veo pinturas del llamado realismo socialista sé que son un engaño: las cosas no son así. Detrás del coraje de ver las cosas como son hay una desesperación activa. Creo que tengo una visión ética del mundo, pero no tengo fe. Soy como el perro de ese cuadro de Goya que asoma la cabeza y aúlla".
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