Manuel Vilas |
Una historia común y extraordinaria
Autor con un humor que encierra una cosmovisión demoledora, Manuel Vilas demuestra que ha renunciado a copiarse en 'Ordesa', obra que narra el desmoronamiento de su vida
Carlos Pardo
29 de enero de 2018
Hace más o menos 10 años, Manuel Vilas (Barbastro, 1962) se convirtió en uno de los escritores más originales de la reciente literatura en español. Novelas como España y libros de poemas como Calor, ambos de 2008, aplicaban un tono hímnico unas notas por encima de lo común (a la vez celebratorio y paródico), a la cultura de masas española, aquella que no suele ser cantada. Cada nueva publicación insistía en la fórmula, y el propio Vilas, renombrado Gran Vilas, también exageraba la parodia de su propio personaje. Como suele pasar con los tonos muy reconocibles, a Vilas se le acusó de repetirse, de insistir en su “don”, pero Ordesa demuestra dos cosas: que Manuel Vilas ha renunciado a copiarse; y que su buen humor, a veces leído con excesiva literalidad, encierra una cosmovisión demoledora. Si en España a uno todavía le alegraba reconocerse en la burla irónica, Ordesa incide en su reverso, el desamparo y la desnudez del mensaje. Porque Ordesa es un manual de supervivencia del propio Manuel Vilas que, precavido contra la ficción, narra el desmoronamiento de su vida en varias líneas temáticas que intentaré resumir. La principal la conforma la reconstrucción fragmentaria, a golpe de recuerdo, de las historias de sus padres, tras la muerte de ambos. Celebrarlos es indagar en los propios espectros familiares a la vez que se configura un lugar donde adorar “las cosas que se pierden”: “esta pantalla de ordenador”, es decir este texto.
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Pero la historia de estos dos personajes, llena de recovecos que una reseña no puede resumir, también es un problema nacional: “La caída de España en las miasmas españolas”, la crónica de la impostura de nuestras instituciones, escuelas y Gobiernos. Porque los españoles “no somos buena gente entre nosotros”, y Vilas no perdona: “Lo que España les hizo a mis padres, ni lo que me está haciendo a mí”. Nadie se salva, ni el propio autor, de esa mezcla de fabulación y desmemoria que significa ser español hoy.
Finalmente, Ordesa también narra la separación matrimonial del propio autor, la relación con sus hijos en páginas no menos francas, llenas de alcohol y barbitúricos.
Ordesa es un artefacto literario que rechaza un sentido convencional de lo novelable. No hay evolución de la intriga, sino una sutil trama del propio estilo
Ordesa es un artefacto literario que rechaza un sentido convencional de lo novelable. Antes que argumento, hay una insistencia obsesiva, según avanza la lectura, en momentos cada vez más sublimados. Es decir, no hay evolución de la intriga, sino una sutil trama del propio estilo, una destilación de los recursos que desemboca en un puñado de poemas. Un ejemplo de este recurso es que los personajes familiares, hacia la mitad del libro, comienzan a renombrarse: así, sus hijos y sus padres pasarán a llamarse Brahms, Vivaldi, Bach o Wagner. Consciente de la problemática transformación de personas cercanas en personajes, Vilas la extraña con su habitual suma de parodia y celebración: no quiere convertirlos en literatura, sino en música, dice, pero no sólo en música, sino en Historia de la Música, mayúscula, lo que a la vez que eleva a los personajes pone en duda la propia institución llamada Historia de la Música. Es sólo una muestra del método de Vilas: en sus imaginativas comparaciones ninguno de los términos tiene todas las de ganar, más bien ambos encarnan una vanitas barroca, una salvación a través de la ironía, una burla que es a la vez consuelo.
Otro de los recursos predilectos de Vilas podríamos llamarlo “animismo marxista”, si con esto diéramos medida de cómo los objetos desechados de este mundo tardocapitalista adquieren en sus obras una significación esencial, su propia alma. “El pasado son muebles, pasillos, casas, pisos, cocinas, camas, alfombras, camisas. Camisas que se pusieron los muertos”. En estos “prodigios baratos” se resume la historia de la mal llamada clase media: “Son baratos y sin embargo tienen fuerza sobrenatural. Como si lo sobrenatural eligiera la humildad para manifestarse. O como si lo sobrenatural y la humildad fuesen lo mismo”.
Ordesa es un libro lleno de clemencia hacia los desamparados de la Historia. “Somos vulgares, y quien no reconozca su vulgaridad es aún más vulgar”, escribe Vilas, y en esta aceptación se encierra un inesperado perdón hacia uno mismo: “Puede que el hombre acabe al final por enamorarse de su propia vida”. La nuestra es una “historia común”. Y Ordesa es un libro extraordinario.
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