KLAUS KINSKI, «AMOR» DE PADRE
En la película Los amantes de María, el personaje que protagoniza Robert Mitchum le pregunta al que protagoniza la actriz Nastassja Kinski si le puede dar un beso de padre y ella responde que un padre no debe pedir permiso para dar un beso a su hija. Ni es un beso paternal, ni es su padre. En la realidad, el padre de Nastassja, el conocido actor Klaus Kinski, hizo mucho más que dar un beso paternal a otra de sus hijas, Pola, al menos según ésta relata en el libro Nunca lo digas a nadie, que ha causado escándalo en Alemania y que acaba de publicarse en España.
En principio, uno desconfía de estas confesiones, de esas acusaciones ante un padre famoso, más aún cuando se producen veinte años después de que éste haya muerto. Pero según avanza la narración, esas objeciones se desvanecen, no tanto porque se crea o no los abusos de Klaus Kinski sobre su hija, sino porque precisamente no es un libro condenatorio. No se juzga al actor, no se le coloca como un monstruo, sino que se adentra en algo que va más allá, que trasciende incluso del caso concreto: Describe la textura con la cual se construyen algunas víctimas.
“La idea de que soy afortunada empieza a apoderarse de mí. Sin embargo al mismo tiempo sus declaraciones de amor me dan miedo. Percibo algo brutal en ellas, pero me trago mi malestar.” Es lo que piensa la niña Pola y esa ambivalencia recorre todo el relato, es un padre al que teme, cuyos abusos la trastornan, pero no por ello deja de tener admiración y cariño por ese hombre que transgrede el papel de padre. Babbo, como le llama cariñosamente su hija, es alguien que frente al hogar frío de su madre en Munich, le hace regalos, le ofrece un mundo cosmopolita por el que viaja a Berlín, Austria, España o Italia y, sobre todo, le ofrece una cárcel de ternura. Es un infierno por esos abusos, pero en ese infierno existe un suelo seguro, un lugar cálido, alguien que se preocupa por ella, que la quiere. Y esa relación contradictoria se va cimentando con el tiempo. La Pola adolescente, la Pola joven, van desarrollando los aspectos vitales de cada edad, en compañía de la sombra oscura de esas relaciones paternales, en las que ella, más que oponerse, se entrega con resignación. “¡ Es lo más natural del mundo! ¡Todos los padres del mundo lo hacen! ¡Pero no debes contarlo a nadie! ¡Nunca! ¿Me oyes? ¡Éste es nuestro secreto!” Le dice Babbo a Pola, cuando abusa de ella siendo niña, y ese secreto se mantiene durante quince años. Cuando Pola es una jovencita rebelde, ahí está él para apoyarla: “En Munich, estoy de más, no me quieren, molesto. En casa de mi padre me quieren, me desean, él lucha por mí, me demuestra lo mucho que me necesita, hasta que punto es fantástico todo lo que me da. Y me impone constantemente su voluntad.”
Se cede la soberanía personal, en su parte más intima, a cambio de una dependencia donde le proporciona un cobijo lleno de atenciones y glamour. Es una princesa maltratada, pero princesa. La víctima establece una relación de dependencia con el victimario, se crea un mundo cerrado, que ahoga a quien lo padece, pero ese ahogamiento se produce dándole la única respiración posible. Y la autora del libro lo explica sin odio, con descripciones duras, pero neutras, sencillas, recorriendo sus contradictorias sensaciones, sin recurrir a adjetivos que descalifiquen como argumento. Es precisamente la capacidad de diseccionar la relación y los comportamientos, lo que da credibilidad a la historia de Pola Kinski.
Klaus Kinski fue un actor de carácter, explosivo, que puso rostro a personajes convulsos, como hizo en Aguirre, la cólera de Dios, una de sus más famosas películas. Su vida estuvo rodeada de escándalos y excesos, que escribió en su libro autobiográfico Yo necesito amor, en el cual expresa su volcánica personalidad. Así declara: “Sí, dentro de mi hay violencia, pero no es vengativa. (…) Mi violencia es la violencia del ser libre, que se niega a someterse. La creación es violenta. La vida es violenta. Nacer es un proceso violento. Una tormenta, un terremoto, son movimientos de la naturaleza. Mi violencia es la violencia de la vida.” No aclaró si en esa violencia, si en esa libertad, estaba también someter la voluntad de los demás, aunque fuese de una forma sibilina. Curiosamente en ese libro, más que de sus hijas, habla de su único hijo varón, a quien sitúa como la fundamental razón de su vida, casi convirtiéndolo en un efebo metafísico.
Las acusaciones de Pola Kinski han sido apoyadas por su otra hija, Nastassja, con quien al parecer, también lo intentó, pero nunca lo llegó a hacer. Es paradójico que la mirada perturbadora y magnética de Klaus Kinski, la heredaran también sus hijas, en éstas llenas de belleza, en él de esa brutalidad que supo trasmitir a sus personajes cinematográficos y teatrales. En su libro Yo necesito amor, explica el origen del nombre de su primogénita de ésta forma: “Si es niña, la llamaré Pola. Pola es la niña de «Crimen y Castigo» que sigue a Raskólnikov y le abraza y le besa. A pesar de que es un asesino.” Quizás de esa forma, con un amor incondicional, hiciese lo que hiciese, quiso que le amase su hija.
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