Nicolás Maduro |
Maduro, ¿capitalista?
Más que la criptomoneda del petro, el dólar es hoy moneda corriente venezolana para muchos efectos.
Leopoldo Villar Borda
7 de marzo de 2020
Ha pasado inadvertido en Colombia un fenómeno que está alterando sustancialmente la situación de Venezuela. Se trata de la paulatina sustitución de la economía socialista fuertemente regulada –uno de los pilares de la revolución bolivariana– por un sistema basado en la dolarización y alimentado principalmente con recursos privados.
En una reciente aparición pública, Nicolás Maduro se ufanó de que la economía venezolana “se ha visto desahogada con las divisas y el petro”. Este último es la criptomoneda creada por su gobierno en 2018 y respaldada por los recursos naturales del país, incluyendo el petróleo. Pero más que el petro, el dólar es hoy la moneda corriente venezolana para muchos efectos, debido a varias medidas de “flexibilización” económica adoptadas por las autoridades de Caracas.
Esas medidas, que incluyen la eliminación del control de precios, reflejan el acercamiento de Maduro a la comunidad empresarial, que durante años fue hostilizada con restricciones, sanciones y expropiaciones, y que ahora está recuperando la capacidad de operar.
La principal concesión del Gobierno al sector privado fue la suspensión de los controles para el uso de las divisas extranjeras, que permite a las empresas importar bienes y materias primas. Aunque el movimiento de divisas es moderado y la economía está lejos de recuperarse de la crisis, la liberalización ha reactivado los negocios.
Según lo reveló hace poco ‘The New York Times’, este giro del régimen bolivariano nació de un encuentro a mediados de 2018 entre Tareck El Aissami, la mano derecha de Maduro en asuntos económicos, y Lorenzo Mendoza, presidente de Empresas Polar, el principal emporio privado de Venezuela, productor de la cerveza del mismo nombre y de la harina de maíz empleada para hacer las arepas que ni en lo más agudo de la crisis faltaron en los hogares venezolanos.
Desde aquel encuentro, Mendoza dejó de ser un duro crítico del Gobierno y los cambios económicos permitieron a Polar reactivar su producción. Otros sectores fueron favorecidos por la entrega a operadores privados de compañías anteriormente expropiadas. La nueva política se refleja además en los sectores acomodados de Caracas, donde bares, restaurantes y centros comerciales están recuperando la actividad de otros tiempos por la afluencia de clientes venezolanos y extranjeros dispuestos a gastar dólares.
Simultáneamente con la liberalización económica, Maduro abandonó otra de las rigideces del régimen bolivariano al permitir el ingreso de compañías extranjeras a la explotación del petróleo. Mientras la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) sufre las sanciones impuestas por el Gobierno de Estados Unidos, compañías privadas bombean crudo y negocian exportaciones, en lo que significa la segunda privatización del petróleo desde la nacionalización de la industria en 1976. La primera tuvo lugar en los años 90 y duró hasta que Hugo Chávez volvió a nacionalizar en 2007 todos los negocios ligados al petróleo.
Las nuevas concesiones no solo están siendo aprovechadas por la compañía rusa Rosneft, sino también por varias chinas, europeas y hasta la estadounidense Chevron, cuya operación en Venezuela es tolerada por Estados Unidos para no ceder su espacio a compañías de otros países.
Es claro que la boyante Venezuela de los años 60 del siglo pasado está lejos de resucitar, pero también lo es que las rectificaciones de Maduro y el espacio que le está dando al sector privado representan un respiro para la economía y el Gobierno. En el horizonte inmediato no se vislumbra que el régimen, como auguraron algunos, tenga sus días contados.
EL TIEMPO
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