Kirk Douglas Como Van Gogh en El loco del pelo rojo |
Adiós a Kirk Douglas: la estrella de la era dorada de Hollywood, tres veces nominado al Oscar, murió a los 103 años
El centenario Kirk Douglas falleció la tarde de hoy. A pocos días de la 92 ceremonia del Oscar, Hollywood se viste de luto. El actor tres veces nominado se llevó la estatuilla dorada en 1996, cuando le concedieron el Oscar honorífico. Recuperamos una nota publicada con motivo de su cumpleaños 101.
Ricardo Hinojosa Lizárraga
“… porque la oscuridad tiene vida propia. En la oscuridad, todo tipo de cosas cobra vida”.
El productor, prepotente, ególatra y sin escrúpulos, cruza la pantalla entre sombras y contraluces, explicando con estas palabras la raíz de todos los miedos en el cine. Es 1952. Varios personajes aparecen recordando al productor, sus traiciones, sus objetivos logrados sin importar quién pierde en el camino. El productor parece un hombre vehemente, creativo, sagaz… maquiavélico.
Así parece ser, aunque sus ojos de fuego, la cabellera abundante y una inconfundible barbilla partida evidencien que ni él es un productor —aún— ni aquella la vida real.
Es Kirk Douglas, lleva seis años en el cine y, en ese mismo momento, se está haciendo merecedor de su segunda nominación al Óscar. Aunque es carismático, amado y seductor, nadie puede negar al 100 % que no comparta algunos de los sombríos rasgos de su personaje. The Bad and the Beautiful (Cautivos del mal), la película a la que pertenece la escena, pasaría a la historia como uno de los mejores retratos interiores de Hollywood. Y, con los años, Hollywood mismo pasaría a ser uno de los mejores retratos interiores de Kirk Douglas.
Porque un hombre que ha sabido mantenerse en pie ahí donde gigantescos estudios se han derrumbado, que ha trascendido más allá de cualquiera de las 92 películas que lleva su nombre, que ha logrado que ese nombre se siga escribiendo con letras doradas, que se rebeló ante patrones todopoderosos y que ha sido capaz de sobrevivirlos a todos, merece ser llamado Hollywood por sí mismo. “Creo que la historia de Kirk, mi hijo Michael, mi nieto Cameron —ha llegado a decir— es, en realidad, la historia de Estados Unidos. La tragedia del fracaso y la tragedia del éxito”.
El domingo pasado Kirk Douglas volvió a sorprender al mundo, casi 72 años después de su debut en pantalla, cuando apareció en la 75 ceremonia de los Globos de Oro para entregar el premio al mejor guion. Una ironía, considerando que el mejor guion posible ha sido su propia vida: el auditorio entero se puso de pie para aplaudirla cuando, a sus 101 años, fue conducido en silla de ruedas al escenario del hotel Beverly Hilton por su nuera, Catherine Zeta-Jones. Ahí estaban, mostrándole respeto, Nicole Kidman, Angelina Jolie, Ewan McGregor, Daniel Day-Lewis, William H. Macy, Steven Spielberg, Sharon Stone, Gary Oldman, Jessica Chastain, Guillermo del Toro, Saoirse Ronan, Gal Gadot… Esa no era solo la aclamación a un gran actor, era el tributo del Hollywood de hoy al maravilloso del ayer, a los clásicos en blanco y negro, a las leyendas que ya no están, a una forma de hacer y vivir el cine muy distinta a la que ahora se impone.
La vida de Douglas es, probablemente, la serie más larga de la historia de las pantallas: lleva más de siete décadas emitiéndose ininterrumpidamente. Por eso, en los instantes previos a la entrega del premio, pudimos ver a los mejores personajes interpretados por él en acción. Por unos segundos, fue nuevamente joven, ágil y fuerte. Y Hollywood también.
Este hombre es, por sí mismo, una fábrica de sueños y ya ha alcanzado una edad que parecía prohibida para humanos y estrellas, y que solo alcanzaron unos pocos que ya no están, como Luise Rainer (104), o Bob Hope, George Burns o Gloria Stuart de cien años; además de su amiga Olivia de Havilland —última sobreviviente del elenco de Lo que el viento se llevó—, cinco meses mayor que él y que parece gozar de buena salud.
Casi no pudo pronunciar palabra en este nuevo homenaje que, a juzgar por su mirada, lo conmovió profundamente. Después de todo, no cualquiera ha sido, además de productor, mafioso, oficial en la Primera Guerra Mundial, vaquero, maestro, boxeador, vikingo, gladiador, marinero, detective, trompetista, periodista, abogado o pintor, y sigue aquí para contarlo. Los personajes de Kirk Douglas son hijos de muchos siglos distintos.
Casi como él mismo.
—De Rusia con dolor— “Yo le dije alguna vez a Michael: lo tuve más fácil que tú porque yo vengo de la más absoluta pobreza. Desde ahí solo podía ir hacia arriba. Pero tú, tú vienes de tener una piscina bonita, un padre que es una estrella; eso es mucho más difícil de superar”. No exageraba.
Sus padres dejaron una Rusia aún dominada por Nicolás II alrededor de 1910, llegaron a América en un barco de tercera clase y se asentaron en Amsterdam, Nueva York. No sabían leer ni escribir. No sabían ni media palabra de inglés, pero nunca bajaron los brazos. Son los héroes de Douglas, quien años después recordaría el nombre de su padre —Herschel, conocido como Harry— en una obra filantrópica y le colocaría el de su madre —Bryna— a su productora. Esta pareja de inmigrantes judíos tendría seis hijas: Bessie, Katherine, Marie, Ida, Freda y Ruth; y un hijo, nacido el 9 de diciembre de 1916 como Issur Danielovitch Demsky, al que en la familia llamaron con cariño Izzy, pero que el mundo reconocería años después como Kirk Douglas.
Aquel año nacieron otros hombres célebres, como Camilo José Cela, Ray Conniff, Walter Cronkite, Roald Dahl, João Havelange, Ferruccio Lamborghini, François Mitterrand, Dámaso Pérez Prado, Daniel Santos; o sus colegas Glenn Ford y Gregory Peck. Ninguno sigue entre nosotros. En aquel tiempo, Hollywood le pertenecía a Charles Chaplin, Douglas Fairbanks, Mary Pickford, Theda Bara o Lillian Gish. El cine tenía solo dos colores y era mudo. Esto otorgaba a los actores un aire aun más lejano y mítico del que tienen hoy en día. Los estudios aprovechaban el endiosamiento que les daba el público para atribuirles orígenes fantásticos a muchas estrellas. Cuanto más exóticos, mejores, más misteriosos, más llamativos; ergo, más taquilleros.
Pero, como ya vimos, el origen de Izzy era cinematográfico por sí mismo.
“Tenía fuego dentro de él”, dijo años después su hermana Freda, recordando una noche en la que interrumpió la siesta que tomaba su padre en plena cena, arrojándole su cuchara de té, solo por fregar. El padre, furioso, se levantó, cargó a Izzy y lo arrojó violentamente sobre una cama. “Lo que más me alegraba era que me había enfrentado a ese león grande —contó entre risas, años después—, y había vivido para contarlo”. Esta escena dibuja el temperamento que lo acompañaría toda su vida: el de un David listo para pelearse perpetuamente con Goliat.
Cuando consiguió su primera nominación al Óscar en 1949, gracias a Champion (El ídolo de barro), fue a buscar a su padre una tarde y lo encontró en el bar más cercano, envuelto en tabaco, cerveza y whisky. Harry confesó que había visto la película, pero no le hizo un solo comentario de aprobación. Moriría poco después sin haberlo hecho nunca.
Quizá por eso su existencia fue —es— una permanente, impetuosa y hasta ególatra demostración de sus cualidades. Quizá por eso siempre fue un cínico que servía perfectamente para su oficio. Bien lo dijo Steven Spielberg al entregarle el Óscar honorario en 1996: “El coraje es una marca personal y profesional de Kirk Douglas”.
“Voy a llegar a alguna parte. Ganar dinero. Cuidar a mi madre —dice, justamente, en una escena de Champion—. No quiero ser un ‘Ey, tú’ toda mi vida. Quiero que la gente me llame ‘señor’. Quiero hacer algo con mi vida”.
—Sendero de gloria— En 1940, Kirk Douglas conoció a Lauren Bacall cuando aún eran Izzy y Betty, dos estudiantes de arte dramático en Nueva York. Poco después, Izzy se unió a la Marina durante la Segunda Guerra Mundial, de la que no volvería hasta 1943, convertido en alférez pero con la pasión por el teatro aún viva. En ese tiempo, Betty se había convertido en Lauren y ya tenía importantes contactos en el cine. Gracias a su amistad con el productor Hal Wallis, convenció a este de ver al alférez en una obra de teatro y ese fue el comienzo de todo: la personalidad y el talento de Douglas le ganaron su primer papel, como marido de Barbara Stanwyck en El extraño amor de Martha Ivers (1946), con la que daría inicio a una vertiginosa carrera en el cine que, poco más de diez años después, ya le había dado tres nominaciones al premio de la Academia. Dos ya las hemos mencionado, la tercera fue por Lust for Life (Sed de vivir), el estupendo filme de Vincente Minnelli donde interpretó a Vincent van Gogh, involucrándose de tal modo con el personaje que, según su segunda esposa, Anne Buydens, llegaba a casa actuando aún como él. “Vivir con mi esposo es como sentarse en un lindo jardín al lado de un volcán que puede hacer erupción en cualquier momento”, ha dicho ella sobre un matrimonio que va durando 63 años.
Sin embargo, no todo ha sido felicidad ni estabilidad. Douglas estuvo casado primero, entre 1943 y 1951, con Diana Dill, madre de sus hijos Michael y Joel. Pero el matrimonio llegó a su fin producto de las constantes infidelidades del actor, que habría contado entre sus conquistas a reinas absolutas como Marlene Dietrich, Rita Hayworth, Joan Crawford, Mia Farrow, Faye Dunaway, Lana Turner o la ya mencionada Lauren Bacall. De todos modos, Douglas se enamoró perdidamente de Anne, se casó con ella en 1954, ella le perdonó varias infidelidades y siguen unidos. A pesar de su fama de conquistador exitoso, fue acusado en algún momento de haber violado a la actriz Natalie Wood —fallecida a los 43 años, en 1981—, cuando era menor de edad, por lo que las redes sociales se alborotaron el último domingo durante su aparición en el Globo de Oro. Lo cierto es que dicha acusación nunca tuvo solidez.
Lo que sí la tuvo fue la carrera de este hombre que llegó a ser dirigido por grandes de la historia del cine como Wilder, Hawks, Huston, Preminger, Kazan, Mankiewicz, Tourneur, Wyler, Minnelli, Hathaway, Vidor, Kubrick, Fleischer, Aldrich, Sturges, Frankenheimer, Donen, Ritt, Mann o De Palma, y cuya supervivencia tampoco es gratuita: en 1958 no subió al avión donde moriría el productor Mike Todd —entonces esposo de Liz Taylor— por un presentimiento de Anne. En 1991 sobrevivió sin secuelas al choque en el aire de un helicóptero y una avioneta. Poco después superó un infarto cerebral, tiene dos bypass y las dos rodillas operadas, además de sufrir la muerte por sobredosis de su hijo Eric el 2004, y el encarcelamiento de su nieto Cameron. “¿Qué puede hacer un actor que no puede hablar? ¿Esperar que vuelva el cine mudo?”, se preguntó entonces, con ironía. Y volvió a hablar.
Su contribución al cine fue reconocida internacionalmente con el César de Honor en 1980; el mencionado Óscar honorífico por su carrera en 1996, y un Oso de Oro honorífico en el Festival de Berlín del 2001. “Les voy a confesar algo. Si ustedes viven lo suficiente, terminarán por recibir todos los premios”, volvió a ironizar entonces.
Todo esto sin mencionar que fue el hombre que terminó con la lista negra de Hollywood cuando, en 1960, permitió que el nombre del escritor Dalton Trumbo, incluido por años en ella, apareciera en los créditos de Espartaco. “Muchísimas gracias por devolverme mi nombre”, le escribiría Trumbo tiempo después.
—Papá cumplió 100 años… y 101— El 2003 filmó It Runs in the Family, un gusto fílmico que se regaló al poder actuar en ella junto a su hijo Michael, su nieto Cameron y su exesposa Diana, con la que siempre mantuvo una buena relación. El 9 de diciembre del 2016 celebró su centenario con 200 invitados. Por lo especial de la ocasión, su médico le permitió tomar un vodka. Mientras tanto, se ha dado tiempo para terminar su décimo segundo libro, un volumen de sus cartas con su esposa Anne —hoy de 98 años—. Entre esa docena hay dos libros de memorias, El hijo del trapero y Let’s Face It; otro más sobre la filmación de Espartaco, Yo soy Espartaco; y uno sobre la recuperación tras el infarto cerebral que sufrió a mediados de los noventa: Mi infarto de la suerte. Demostrando su vigencia y lucidez, escribió en un artículo para The Huffington Post, publicado en setiembre del 2016, que la entonces posible victoria de Trump le recordaba la ascensión de Adolf Hitler.
Aunque en unos meses o en uno, dos o tres años escuchen la noticia de que Kirk Douglas ha muerto, no lo crean: a pesar de que parezca que ha cerrado los ojos por última vez, recuerden lo que dijo aquel personaje suyo de The Bad and the Beautiful: “La oscuridad tiene vida propia. En la oscuridad, todo tipo de cosas cobra vida”.
Como Kirk en sus 92 películas. Como Espartaco: más allá de la vida y de la muerte.
Dos tipos rudos Es imposible hablar de Kirk Douglas sin mencionar a Burt Lancaster, su compañero en siete películas. Los dos nacieron en Nueva York y tienen un origen humilde; ambos participaron en la Segunda Guerra Mundial —Douglas en la Marina y Lancaster en el Ejército—, y tuvieron que sobrevivir realizando diversos oficios antes de ser actores. Cuando rodaron su primera película juntos —la joya del cine negro I Walk Alone (Volver a la vida), de 1947— Lancaster tenía 34; y Douglas, 31 años. Casi diez años después filmaron el clásico Gunfight at the O.K. Corral (Duelo de titanes), a la que siguieron otros buenos filmes como El discípulo del diablo ( 1959 ) o Siete días de mayo (1964 ).
En 1958 protagonizaron uno de los momentos más simpáticos de la historia de los Óscar, cuando aparecieron en el escenario para cantar “It’s Great Not To Be Nominated”. Ya en los ochenta y tras dejar de verse un buen tiempo, se encontraron casualmente en la vejez: ambos acudieron al mismo cardiólogo. El resultado de ese reencuentro fue Tough Guys ( Dos tipos rudos, 1986 ), su última colaboración. Aunque renegaron, pelearon y discutieron mucho, Douglas aún afirma extrañar y querer a su excompañero, fallecido en 1994. El mismo partner al que no sabemos si le perdonó alguna vez que revelara que usaba unas plataformas especiales en los zapatos para no verse más pequeño que Lancaster, a pesar de que este medía 1,85 y Douglas 1,71 m. Eso puso furioso a Espartaco. Cosa de egos.
Filmografía esencial Cautivos del mal(Vincente Minnelli, 1952 ) Senderos de gloria (Stanley Kubrick , 1957 ) Espartaco (Stanley Kubrick, 1960 ) Duelo de titanes (John Sturges, 1957 ) El gran carnaval (Billy Wilder, 1951 ) 20 mil leguas de viaje submarino (Richard Fleischer, 1954 ) Hombres sin rumbo (King Vidor, 1955 ) Retorno al pasado (Jacques Tourneur, 1947 ) Los valientes andan solos (David Miller, 1962 ) Sed de vivir (Vincente Minnelli, 1956 ) El último tren de Gun Hill (John Sturges, 1959 ) El final de un canalla (Joseph Mankiewicz, 1970 ) La furia (Brian de Palma, 1978 )
Un Hollywood que se extingue Además de Douglas, hay otros actores vivos similarmente longevos, como Olivia de Havilland ( 101 ), Patricia Morison ( 102 ), Norman Lloyd, Mary Carlisle ( 103 ) o la más veterana que aún trabaja, Connie Sawyer, con 105. Detrás vienen Betty White ( 96 ), Doris Day ( 95 ), Eva Marie Saint ( 93 ), Angela Lansbury, Dorothy Malone, Hal Holbrook ( 92 ); Dick Van Dyke, Mel Brooks ( 91 ); Sidney Poitier, Gina Lollobrigida ( 90 ), Sean Connery, Christopher Plummer, Vera Miles, Max Von Sydow ( 88 ); Gene Hackman, Joan Woodward, Robert Duvall, Clint Eatswood ( 87 ), Rita Moreno ( 86 ), Michael Caine, Kim Novak ( 84 ), Julie Andrews, Sofia Loren ( 83 ). Hay, aún, un Hollywood de oro empezando a irse enfrente de nosotros.
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