jueves, 29 de agosto de 2019

Las fiestas y orgías que organizaba Jeffrey Epstein en su paradisíaca isla



Jóvenes protestan por el caso Jeffrey Epstein frente a la corte donde iba a ser juzgado. / AFP

Las fiestas y orgías que organizaba Jeffrey Epstein en su paradisíaca isla

17 Ago 2019 - 9:00 PM

Comienzan a salir a la luz perversas historias de Jeffrey Epstein, multimillonario inversionista de Nueva York, quien se suicidó en medio de acusaciones de violación y proxenetismo.


Hace veinte años, los vecinos de Little St. James, en Islas Vírgenes (EE. UU.), vieron cómo esta pequeña porción de tierra cambiaba de la noche a la mañana. En tiempo récord, en la isla se levantó una mansión con un techo azul turquesa, varias cabañas, un extraño cuarto con domo dorado, piscinas, un edificio de color blanco, un centro comercial y un salón de belleza, además de una plataforma para aterrizaje de helicópteros, que permanecía custodiada por un robusto equipo de seguridad.

El cambio extremo de la isla comenzó con la llegada del nuevo dueño: el financista estadounidense Jeffrey Epstein, quien le compró el terreno de 300 hectáreas a un millonario profesor de matemáticas por US$7,97 millones, en 1998.
Dos años después y hasta 2005, de acuerdo con las autoridades estadounidenses que este semana allanaron Saint James, el multimillonario convirtió este paradisíaco lugar en el centro de operaciones de una supuesta red de tráfico sexual que incluía menores de edad. 
Denuncias de cuatro mujeres, que aseguran haber sido violadas por Epstein cuando tenían catorce años y que contaron detalles de las fiestas y orgías con amigos del multimillonario, llevaron a Epstein a manos de la justicia.
El pasado 6 de julio el financista fue detenido en Nueva York acusado de abuso sexual y proxenetismo, entre otros cargos.
El sábado pasado, luego de que un tribunal hiciera públicas casi 2.000 páginas de documentos que ofrecen detalles sobre la supuesta red, Epstein se suicidó en la prisión federal en donde esperaba el juicio. Días antes, Jeffrey Epstein intentó comprar su libertad: ofreció más de US$500 millones como fianza, pero las autoridades la rechazaron porque Epstein era un reincidente: en 2007 fue acusado de violación sexual a una joven de catorce años en Florida, y aunque la condena por este delito es mucho mayor, un oscuro acuerdo con la Fiscalía lo mantuvo tras las rejas apenas trece meses.
Cuando salió de prisión, dice el fiscal, Epstein siguió actuando con total impunidad en su mansión de Manhattan, Nueva York, en una casa que poseía en Palm Beach, Florida, y hasta en un gigantesco rancho en Nueva México. Pero las salvajes fiestas con menores de edad, según testigos, se realizaron principalmente en Saint James. En el cuarto de domo dorado, que se llevaron los huracanes que azotaron la zona en 2007, sucedieron todo tipo de abusos. Geoffrey Berman, fiscal del caso, aseguró que Epstein abusó de por lo menos cuarenta niñas, algunas de doce a catorce años, entre 2000y 2005.
Desenfreno en la isla
A pesar de su paso por la cárcel y nuevas acusaciones contra Epstein sus fiestas continuaron como si nada. En su casa de Manhattan desfilaron miembros de la farándula, realeza británica, empresarios, políticos y modelos. Cuentan que cuando los rumores sobre su gusto por las adolescentes aumentaban, el magnate duplicaba sus donaciones, así como su participación en eventos académicos y políticos.
Señala la cadena ABC que Jeffrey Epstein cultivó importantes amistades con su generosidad: donaba millonarias sumas a prestigiosas universidades y a organizaciones como la Fundación Clinton. En 2006, por ejemplo en medio de nuevas sospechas por violación, Epstein organizó un congreso en su isla con renombrados científicos, entre ellos Stephen Hawking. Un reporte de The Cut señala que, además de charlas de cosmología, hubo cenas en la playa, paseos en barco y buceo. Según The New York Times, “Epstein siempre estuvo acompañado de tres o cuatro jovencitas”.
En una libreta negra, encontrada por las autoridades, Epstein habría consignado años de operaciones, nombres de mujeres, zonas, personajes que usaron su avión —conocido como el Lolita Express— y hasta los montos pagados por servicios sexuales. De acuerdo con el periódico The Miami Herald, “personal del servicio doméstico, la secretaria de Epstein y las reclutadoras de menores para la red registraban de forma meticulosa las citas, las formas de transporte y los pagos, usualmente de US$200 a US$300 por vez”.
En la lista de personajes que usaron su avión aparecieron, entre otros nombres, el de Donald Trump, Bill Clinton, Larry Summers (exsecretario del Tesoro de EE. UU.), Naomi Campbell, el actor Kevin Spacey, el escritor Oliver Sachs y el expresidente colombiano Andrés Pastrana, quien aclaró en un comunicado esta semana que aunque en la bitácora de vuelo figura las Bahamas, su destino final fue Cuba. También dijo que conoció al magnate en Irlanda, cuando recibió un homenaje en la Cumbre de los Logros de Dublín, pero nunca conoció “la infame isla del señor Jeffrey Epstein”.
Portavoces del expresidente Clinton, uno de los nombres que aparece más veces en la libreta de Epstein, dicen que “él sólo usó el avión cuatro veces”, pero los registros señalan 26 vuelos entre 2001 y 2003. El actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, también aparece en videos y fotografías de las famosas fiestas en la mansión del financista en Manhattan.
Exempleados del magnate señalan que Epstein visitaba la isla una vez al mes y permanecía allí entre tres y cuatro días. Aterrizaba en su jetprivado en Saint Thomas y luego abordaba su helicóptero rumbo a St. James. El transporte era igual para sus invitados “especiales”. Modelos de Victoria’s Secret así como menores de edad, mujeres jóvenes (miembros de la supuesta red) eran transportadas a la “infame” isla a bordo del ferry Lady Ghislaine, nombrado así en honor a Ghislaine Maxwell, exnovia de Epstein y hoy señalada como una de las encargadas de reclutar niñas para la red. También las abusaba, según declaró a oficiales Virginia Roberts, una de las denunciantes. “Ella me violó desde que yo tenía quince años, también abusaba de niñas a diario y obligaba a grupos de hasta diez menores a participar en orgías”, dice su declaración, según cita el canal Univisión.
En la isla, reportan otras denuncias, niñas y mujeres menores de edad eran forzadas a tener encuentros sexuales con Epstein y sus invitados. Muchas incluso afirman que eran secuestradas, pues sus pasaportes eran retenidos hasta que cumplieran los deseos del magnate.
Y aunque lo que pasaba allí estaba vetado para los curiosos por enormes palmas, banderas y vallas, los habitantes de las islas vecinas de St. Thomas y St. John bautizaron Saint James como “la isla del pedófilo” o “la isla de las orgías”.
La mayoría de adolescentes llegaron a la red a punta de engaños. Maxwell armó un ejército de reclutadoras: mujeres jóvenes, algunas incluso víctimas de la red desde que eran niñas, convencían a otras chicas menores de conocer a Epstein, a cambio de US$300, en promedio.
Jennifer Araoz, otra denunciante, dijo que a ella la convenció una mujer que se paraba todos los días frente a su escuela en Nueva York, a pocas cuadras de la mansión del multimillonario. Ella cursaba entonces noveno grado. “Tenía miedo, pero ella me dio confianza, era parecida a mí, con problemas familiares y de dinero”, señaló a NBC. “Me dijo que ‘el profesor’ me podía ayudar a encontrar trabajo en la industria del entretenimiento”. Antes de convertirse en el multimillonario financista, Epstein era un modesto profesor de matemáticas en Coney Island. Se convirtió en un multimillonario filántropo en la década de los 80, luego de que una acaudalada familia le diera la oportunidad de trabajar en un fondo de inversión. Aprendió rápido y al poco tiempo creó su propia firma, a la que ingresaba solo gente con patrimonio superior a US$1.000 millones, dice la prensa.
Epstein era un depredador sexual, según varias mujeres que lo conocieron. “Primero hablábamos, aunque siempre yo estaba en ropa interior. Luego, me pidió hacerle masajes, usar juguetes sexuales y finalmente un día me violó”, relata Roberts.
“Me hacía ir a la sala de masajes hasta cuatro veces al día y no servía decir que no, él te violaba”, relató Araoz. “La misma historia de decenas de niñas que, como yo, solo buscaban ayuda”, concluyó.

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