viernes, 12 de julio de 2013

A George Clooney las novias le duran dos años



A George Clooney las novias le duran dos años

George Clooney rompe con Stacy Keibler, un noviazgo que no ha superado los 24 meses, lo mismo que sus anteriores relaciones

¿Por que el amor le aguanta tan poco al actor?


George Clooney y Stacy Keibler. / FREDERIC J. BROWN (AFP)
La sonrisa no engaña. George Clooney la lucía generosamente esta semana en un almuerzo con amigos en el italiano lago Como. Mientras coleaba el terremoto mediático por su ruptura con Stacy Keibler, él conservaba la estampa de un hombre tranquilo que arranca sus vacaciones, como si el plan divino que rige su vida siguiera con naturalidad su curso. Keibler es la enésima novia que le dura dos años. Mes arriba, mes abajo. Los mentideros de Hollywood, tan dados a explicaciones científicas de estos asuntos, argumentan que ella quería formar una familia, algo a lo que él se ha confesado alérgico.
Las alarmas del cuché ya saltaron en mayo, cuando el actor celebró en Alemania su 52º cumpleaños sin ella, invitando a cenar a sus compañeros de rodaje de The monuments men. El 4 de julio, fiesta de la independencia de EE UU, lo pasaron, valga la expresión, ya independizados. Él, en su villa de Italia, y ella, en una fiesta en Malibú organizada por el mánager de Madonna, Guy Oseary.
Este adiós sentimental deja a la exdiva de la lucha libre en una inmejorable situación en la industria del espectáculo. A finales de este mes, casualmente, estrenará Supermarket superstar, un reality donde compiten productores de alimentos con ella de presentadora. Además, va a lanzar su propia línea de snacks saludables y acaba de ser fotografiada por Patrick Demarchelier con una camiseta de los Baltimore (el equipo donde ella fue cheerleader) como imagen de la liga de fútbol americano.
El toque mágico de Clooney las deja bien situadas. La que no ha hecho negocio tras acabar con él es porque no ha querido. Elisabetta Canalis, su anterior ex, que le duró exactamente otros dos años, tenía amarrado un contrato con Pantene y se estrenó como concursante en Dancing with the stars (el ¡Mira quién baila! estadounidense) según lo dejaron.
La espiral de noviazgos efímeros del actor comenzó con Kelly Preston, la que hoy es mujer de John Travolta, a la que conoció en la escuela de interpretación. Se mudó con ella a su primer piso propio en Hollywood, en 1987, y le regaló un cerdito negro que ella le dejó tras la separación. El cerdito Max acabaría siendo la compañía más fiel de Clooney. Murió en 2006, con 18 años y 130 kilos. “¡Max cubrió todas mis necesidades de cerdo!”, exclamaba en USA Today. Se refugió en los brazos de una antigua novia, la actriz Talia Balsam. El 15 de diciembre de 1989 subirían a una caravana para darse el “sí, quiero” ante un imitador de Elvis en Las Vegas. Él pasó la noche de bodas jugando en el casino. Apenas duraron cuatro años. Hoy ella lleva la alianza del actor John Slattery, más conocido como el jefazo de pelo platino de Mad men, con quien comparte además plató en la serie haciendo de su exmujer.
Clooney prometió no volver a casarse jamás. Incluso se lo apostó por 100.000 dólares con Michelle Pfeiffer, según relató la actriz en un programa de la BBC1. Antes, Pfeiffer y Nicole Kidman —sus compañeras de créditos en Un día inolvidable (1996) y El pacificador (1997), respectivamente— tuvieron que desembolsar 10.000 dólares cada una por otra apuesta: que George sería padre antes de cumplir los 40. El mismo día de su cumpleaños, Kidman le envió un cheque con la cantidad convenida para encontrárselo de vuelta con una nota: “Doble o nada si sigo sin tener hijos en 10 años”.
La deriva sentimental de Clooney pasó desde entonces por relaciones efímeras. Olvidó a Talia Balsam con otra actriz, Kimberly Russell, cuya estrella se fue desvaneciendo. Saltó a una estudiante de Derecho que le atendió como camarera en un café de París, Céline Balitran. “Duró todo lo que pensé que iba a durar”, decía después a Esquire. Es decir, un par de años. Como la siguiente oficial, Krista Allen, una secundaria a la que él dirigió en Confesiones de una mente peligrosa (2002). Entretanto, mantenía un largo tonteo con la modelo Lisa Snowdon, a la que conoció rodando su primer anuncio de Martini. Tras un año con otra camarera de Las Vegas, Sarah Larson, llegarían las estampas con Canalis en el lago Como y, al mes de dejarla, la presentación de Keibler en la alfombra roja del Festival de Cine de Toronto.

Me moriré y aún habra quien diga que era gay. Me importa una mierda", ha dicho a la revista 'Advocate'
A Clooney se le ha atribuido un carisma similar al de Cary Grant. De igual manera, le persigue la sombra de la duda sobre su sexualidad. “Me moriré y aún habrá quien diga que era gay. Me importa una mierda”, dijo en 2012 a la revista Advocate. Lo cierto es que, junto con el conflicto étnico de Darfur (Sudán), la causa gay es la que más tiempo ocupa sus labores filantrópicas. Apoya el matrimonio homosexual e incluso subastó hace unos meses un almuerzo con él por 58.000 dólares en beneficio de la Gay, Lesbian & Straight Education Network (GLSEN), asociación que trabaja para hacer de las escuelas un entorno más seguro para gais.
Su naturaleza comprometida le ha valido estar entre las 20 celebridades más efectivas políticamente, según el National Journal. Esa dimensión tomó forma cuando organizó un maratón televisivo tras el 11-S. Después no ha ocultado su ramalazo demócrata. Apoyó a Obama y, antes, a John Kerry. En esa ocasión, lo personal se fundía con lo público: la esposa del candidato Kerry, Teresa Heinz, heredera del imperio del kétchup, le acababa de vender su preciada villa —valorada en 12 millones— en el lago Como. El mismo lugar donde hoy se refugia del ¿impostado? mal de amores y el asedio mediático. Poco importa. Si atendemos a su currículo sentimental, pronto paseará a otra elegida por las alfombras rojas.



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