Marisa di Giorgio
DIOS
Decían que iba a venir de visita el dios. Desde el alba empezó el trajín. Pusimos el mantel mejor, los exquisitos huevos en almíbar, los platitos bien cargados de olivas bien maduras y de perlas. Tod la mañana espiamos al aire y al cielo, los árboles, las nubes solitarias.
Alguien tocó a la puerta; no pudimos atenderle, queríamos
estar a solas y rezar.
Pero, al mediodía, él llegó sin que viésemos por dónde. Allí
estaba con sus largas trenzas, su mantón de lana, sus larguísimas, astas de madera; nos arrodillamos, rezábamos, llorábamos; le servimos el manjar mejor, el gallo de fantasía, todo lleno de grandes grageas; almorzó, bebió; recorría la casa; dijo que quería llevarse algo, ya que no iba a volver jamás. Revisó el aparador, las telarañas, lás tacitas de porcelana, el gran reloj al pie de la cama de la abuela,
olfateó el roble, la albahaca, registró la cómoda, cajón por cajón, miró en el álbum; preguntó quién era Celia. Le mostramos la hermana pequeña.
La eligió.
Marosa di Giorgio Medici
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