Reina del thriller americano, candidata al Nobel… Una hora en la mente de Joyce Carol Oates
Cada libro de Joyce Carol Oates profundiza en esos inframundos de violencia y sadismo que la obsesionan. Una mirada oscura y también optimista que, a la espera del Nobel, recibe el Premio Carvalho de BCNegra.
Carlos Zanón
28 de enero de 2021
El mundo negro, realista y gótico de Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938) nos resuena siempre adulto y actual. Quizás eso penalice a Stephen King (una lectura injustamente infantilizada y ochentera de King al menos) y no a ella como hacedora de alta literatura candidata al Nobel, un Nobel que nunca acaban de darle, por cierto. ¿De qué manera le importa ese último plus de reconocimiento, esa victoria última que no le es concedida…? Hay preguntas que uno no hace porque sabe que no se las contestarán. Esta es una de ellas.
Sí que le preguntamos por una de las claves que le exponemos para que aparezca década tras década como autora de lo contemporáneo: lo poco que se ahoga en la nostalgia. “No soy nostálgica si lo interpretas peyorativamente como sentimental con el pasado. Tengo un gran respeto por el pasado, pero desde el momento en que solo explorando el pasado podemos entender el presente, de un modo conmemorativo, pudiera decirse. Lo que sí tengo es un particular interés en explorar las diferencias y similitudes entre generaciones”.
En la piel del violento
De acuerdo, en este terrible 2020 que acabamos de dejar Oates siguió sin ganar el Nobel, pero, al menos, se llevó el Pepe Carvalho, premio que se entrega dentro del Festival BCNegra, concedido por el Ayuntamiento de Barcelona en reconocimiento a toda una trayectoria en el género negro. Cariñosa y agradecida, tiene un recuerdo hacia Barcelona cuando la entrevisto que hace extensible a otras ciudades españolas. Era más que mera cortesía: “Una de las grandes experiencias de mi vida fue con mi [ahora fallecido] esposo, Charlie Gross, cuando visitamos la hermosa Barcelona poco después de casarnos, en 2009. Ese viaje fue un punto culminante de nuestra vida juntos. Visitamos otras ciudades españolas, también hermosas, como Madrid, Granada o Bilbao. Barcelona es una ciudad para pasear, una gran ciudad para el arte, la arquitectura y la buena comida”.
En medio de nuevas olas de una pandemia mundial que ha desintegrado las ciudades cuesta reconocernos en ese espejo. Ojalá pueda volver pronto: “En ese momento no conocíamos a nadie en Barcelona y fue una pena, pero eso no impidió nuestra admiración por la ciudad y su cultura”. La próxima vez que venga ya será distinto. La editorial en la que uno piensa cuando visualiza un libro de Carol Oates, Alfaguara, librerías o lectores cada vez más numerosos, le harán la visita más social. Y si vuelve a Barcelona, ya es premio Carvalho. No se puede canjear por dinero, pero es compartir apellido con James Ellroy, Petros Markaris, Andrea Camilleri o Claudia Piñeiro.
Oates no es una autora negra al uso. No tiene un protagonista serial, pero utiliza el formato thriller para desarrollar sus tramas. Otra razón es que una de sus obsesiones temáticas es la violencia. Una violencia como falla social y personal. El punto de vista que elige –de la víctima, del violento, del perdonado, del damnificado o del redimido– es lúcido, complejo, valiente. El lector no encuentra sosiego en un mundo armónico creado por respuestas fáciles y un orden que siempre acaba restablecido. Encuentra determinismo, ambigüedad moral –todos ellos clásicos de la novela negra más pura–, injusticia, desamparo, miedo, fe, honradez y búsqueda de la verdad.
Ella va un poco más allá y pone como ejemplo uno de sus libros, que resulta ser mi favorito: los relatos de Infiel (Faithless: tales of transgression): “En ese libro hay un enfoque en la obsesión erótica, en la violencia y sus secuelas, en el trauma en las vidas de los que sobreviven, muy a menudo mujeres”. Ese es un aspecto muy interesante de sus novelas. Cómo trata esa violencia, cómo retrata a las mujeres, víctimas en medio de la tragedia, el desastre, la mala suerte de un mal encuentro en toda su complejidad: “Exploro [dentro del género] los delitos contra mujeres y niñas, que son particularmente vulnerables, y mi atención se centra en que obtengan justicia o, al menos, si no la tienen, tengan la fuerza suficiente para seguir adelante con sus vidas. No es para nada ‘buenismo’ ni finales felices, sino la vida abriéndose paso, gente levantándose y echándose a andar como se pueda, con lo que se tenga. Mi escritura en ese sentido es sólidamente optimista”.
To be or not to be… Noir
Habrá quién arrugará la nariz ante la negritud de la propuesta de Oates, pero creo que hay pocas dudas si el debate es serio. Fijarse en los mecanismos de poder ocultos en una sociedad ejercidos a través de la violencia es sello primario del género, de sus mejores manifestaciones de él a lo largo de su historia literaria.
Al planteárselo, la autora norteamericana cree que, más que un rasgo del género, se trata más de un elemento vital de la literatura desde sus orígenes: “Prácticamente todas las grandes historias son relatos de misterio y crimen que se remontan a las antiguas tragedias griegas, que no son sino representaciones ritualizadas de crímenes primitivos que exigen venganza de sangre. El crimen es una violación del vínculo entre seres humanos que debe ser juzgado o la sociedad se desintegrará. Por lo tanto se puede argumentar que la novela de crimen, de misterio, detectivesca, como la queramos llamar, es esencial para el tejido social. Cuando la conducta delictiva no es denunciada y sale a la luz y es castigada, el espíritu humano sale herido de todo aquello”. La herida ha de ser limpiada y saneada para que cicatrice, se recuerde, pero no duela con el tiempo. Si no hacemos eso, la herida se infecta, se gangrena y el vínculo social se pudre y lo amputan.
Goodbye Mr. T***P
Hablamos de otros libros. De Foxfire: Confessions of a Girl Gang –ese grupo de chavalas que han sido víctimas de hombres y que se unen “para crear algo más fuerte que ellas por separado, como simples individuos. La fuerza del vínculo, pura celebración, niñez rebelde”–, de su maravilloso ensayo sobre boxeo o de Blonde, una falsa autobiografía de Marilyn, un libro enorme, inabarcable y que es uno de sus favoritos, si no el que más. Pero, claro, también hablamos de ‘él’, y Joyce Carol Oates no puede dejar de mostrar, al mismo tiempo, alegría y preocupación: “Esperamos estar libres de T***p [muchos en los EEUU no deletrean su nombre, como si fuera una obscenidad], pero por el momento no lo tenemos tan claro. La división en EEUU ha sido provocada principalmente por la ansiedad ante la inmigración y, en cierto modo, por el miedo a la automatización: trabajadores no cualificados reemplazados por máquinas. No se sabe cómo se resolverá esto. El populismo de derechas siempre intenta avivar los temores y odios, que siempre son muy fáciles de avivar, pero muy difíciles de sofocar. Veremos. La elección de Biden es esperanzadora, pero va a tener muchos adversarios poderosos y peligrosos. Todos los escritores y artistas somos optimistas, así que esperamos que todo mejore”.
Nosotros también. Y que este año, además de librarnos de T***p, nos libremos de la C****-19.
ESQUIRE
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