Annemarie Schwarzenbach |
El mundo según Annemarie Schwarzenbach, viajera existencial
De Persia a los Estados Unidos de la Gran Depresión, recorrido por la intensidad vital y narrativa de la escritora suiza
15 ENE 2019 - 08:25 CET
La escritora y viajera suiza Annemarie Schwarzenbach es una autora de culto desde hace más de dos décadas. Nacida en Zúrich en 1908 y muerta en Sils en 1942, publicó más de 20 títulos incluyendo novelas, libros de viaje, poemas, ensayos y relatos. A pesar de su valor literario, se la sigue recordando sobre todo a partir de sus hechos biográficos. A ello contribuye el éxito de la novela sobre su vida de Melania G. Mazzucco, Ella, tan amada (2000), y el personaje que construye la otra gran viajera suiza, Ella Maillart, en El camino cruel. Un libro que cuenta el viaje juntas por Asia Central, en coche desde Suiza hasta Afganistán, publicado cinco años después de la muerte de Schwarzenbach, y cuya imagen no podrá cuestionar.
Persia es su lugar favorito; lo visita cuatro veces y lo convierte en el tema de cuatro de sus libros
Annemarie Schwarzenbach forma parte de los escritores que desde la segunda mitad del siglo XIX invierten el objeto del viaje y se desplazan para escribirlo; momento en el que se produce un cambio significativo y los libros de viaje se convierten, por fin, en literatura de viajes. Nadie como ella ha hecho del viaje la metáfora de la existencia: vida, viaje y literatura son equivalentes. Los relatos de Schwarzenbach recorren la deuda que el viaje y la literatura tienen entre sí. “La vida debe ser movimiento”, le escribe a su amigo Klaus Mann; escribir y viajar significa vivir errante, dice en Invierno en Oriente Próximo. El viaje, al igual que la vida, es intensidad. Los destinos devuelven la experiencia del tiempo real, cuando el “presente, pasado y futuro son uno” y “se hacen las cosas como si fuera la última vez”, escribe en Muerte en Persia. Schwarzenbach vive entre el dilema del compromiso social y la búsqueda de la soledad individual, y hace del viaje también una huida de la “agotada Europa”, como le cuenta a su amada Erika Mann en 1932, pues el continente “está a punto de descomponerse y la atmósfera es irrespirable” antes de la Segunda Guerra Mundial.
En la primavera de 1933 viaja 15 días a España con la gran fotógrafa Marianne Breslauer
Schwarzenbach no solo escribe novelas y relatos de viaje, de 1933 a 1942 realiza una destacada labor periodística y fotográfica para la prensa, además de filmar parte de sus aventuras, como nos recuerdan sus tres grandes biógrafas, Miermont, Grente y Müller. Gracias al pasaporte diplomático que obtiene al casarse en 1935 con el cónsul francés Achille Claude Clarac, llega a conocer medio mundo. Sus viajes se dividen en cuatro grupos. Persia, Afganistán, India, Turquía, Siria, Líbano, Palestina e Irak, entre 1931 y 1940. El sur de Estados Unidos, entre 1937 y 1938, adonde vuelve en 1940 y conoce a la escritora Carson McCullers, quien se enamora de ella, y África del Oeste y el Congo, entre 1941 y 1942. A lo largo de estos años también recorre Europa. Fruto de sus viajes por el Reich alemán, Prusia y los Estados bálticos es su libro Lorenz Saladin. Una vida para las montañas (1938), su novela más famosa en vida, que narra la historia del escalador suizo del mismo nombre.
El Pirineo oscense
En la primavera de 1933 viaja 15 días a España acompañando a la gran fotógrafa Marianne Breslauer y visitan Girona, Barcelona, Sant Cugat del Vallès, Montserrat, San Sebastián, Andorra, el Pirineo oscense y Pamplona. El Museu Nacional d’Art de Catalunya dedicó una exposición a Breslauer en 2016. Allí se pudieron ver las fotos de su viaje en un Mercedes Mannheim. El padre de Schwarzenbach le regalaba los coches de lujo que después utilizaba para viajar y que gustaba retratar en las fotos como si de un personaje principal se tratase. Imaginemos: Breslauer y ella en España; Maillart y ella en Afganistán; Barbara Wright, a quien acompaña a fotografiar las regiones azotadas por la Gran Depresión en Estados Unidos, y ella en los coches de lujo. El objeto de las miradas se invierte y dejan de mirar para ser miradas. Viajan en una condición de poder y diferencia, pues frente a los hombres y mujeres de los destinos, ellas poseen libertad de elección y movimiento.
Nadie como ella ha hecho del viaje la metáfora de la existencia: vida, viaje y literatura son equivalentes
Persia (Irán) es su lugar preferido, va cuatro veces entre 1933 y 1939, y lo convierte en el tema de cuatro de sus libros. Las razones son varias; entre ellas, que constituye el origen de la escritura y es el destino de Gertrude Bell y Vita Sackville-West, dos de los poquísimos antecedentes en los que una mujer viajera podía mirarse. Su adicción a la morfina es otra razón, la misma que lleva a viajar a más de uno a Asia Central en el periodo de entreguerras. Persia es el reflejo perfecto de su paisaje interior, donde la escritora suiza inaugura esta forma de escritura. Allí encuentra el espacio predilecto de itinerancia. Como recuerda Roger Perret, su máximo especialista junto con Walter Fähnders, en Persia experimenta el abandono y la desolación, los rasgos de su realidad interna, o, en palabras de la propia Schwarzenbach, es el lugar donde “lo ajeno se apodera de nosotros mismos y nos aleja de nuestro propio corazón”.
Sus últimas publicaciones demuestran la variedad y calidad de los temas que trató. Por ejemplo, el ensayo que dedica al poeta Georg Trakl. La edición de la novela El milagro del árbol, escrita durante sus viajes a África, y los cuidadosos poemas de La orilla del Congo. Aún quedan manuscritos por publicar en los archivos suizos y alemanes. La web de los archivos literarios suizos que contiene parte de sus documentos recuerda un hecho catastrófico: al morir, su madre y abuela quemaron los papeles y manuscritos de Schwarzenbach.
Patricia Almarcegui, escritora, es autora de Conocer Irán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario