domingo, 22 de mayo de 2016

Paul Verhoeven / “Nada distingue a los humanos de un caballo”



FESTIVAL DE CANNES

Verhoeven: “Nada distingue a los humanos de un caballo”

El director holandés presenta ‘Elle’, su regreso por la puerta grande tras una larga travesía del desierto.


Alex Vicente
Cannes, 22 de mayo de 2016


Paul Verhoeven en la rueda de prensa de 'Elle'.
Paul Verhoeven en la rueda de prensa de 'Elle'.  REUTERS

Paul Verhoeven (Ámsterdam, 1939) lleva tres décadas viviendo en Los Ángeles. La costa californiana le ha conferido cierto aire de apacible jubilado, de esos que calzan deportivas y lucen un bronceado perfecto, que no tardará en esfumarse cuando arranque a hablar, con una mezcla de negra lucidez y sátira indignada. Tras marcar el cine comercial de los noventa con títulos como Instinto básico o Showgirls, Verhoeven fue desterrado del reino de Hollywood, que se hartó de soportar sus salidas de tono cuando dejaron de generar millones. “Volvería encantado, pero solo si me dan un control total. Y, entre usted y yo, no creo que eso suceda”, admite en un atropellado esperanto de inglés, francés y alemán.
Su regreso por la puerta grande llegó ayer con Elle, su primera película rodada en Francia, recibida con entusiasmo en la recta final del Festival de Cannes. La protagoniza Michèle, una parisina divorciada que dirige una empresa de videojuegos con mano de hierro: la misma que exhibe en su papel de madre, amiga y amante. En la primera secuencia, esa mujer será violada por un anónimo enmascarado que no dudará en reincidir. Pero lo que debía ser un thriller de venganza al uso se transformará en algo muy distinto: una exploración del deseo y sus perversidades, en la que esa heroína dejará de ser víctima para convertirse en sujeto activo. La subversión sigue siendo el lema de Verhoeven, que debutó con un documental donde hizo hablar a un nazi holandés en la televisión por primera vez. Así quería contestar la versión oficial, que prácticamente negaba el colaboracionismo. “Siempre me ha interesado hacer lo que nadie ha hecho antes, probablemente por un buen motivo”, ironiza. “El modelo dominante siempre me ha parecido aburrido. Si algo es dominante, ¿para qué tomarse la molestia? Solo cuando las cosas son distintas se vuelven más interesantes”.
Elle insiste en algunas de sus obsesiones, como la violación, presente en otras de sus películas. “Estaba en el guion. No lo escribí yo”, se excusa el director. ¿Que el sexo de sus películas sea animal y violento es simple casualidad? “Todo el sexo es animal. En el fondo, no dejamos de ser primates. Los humanos no deberíamos tomarnos por algo distinto a un caballo, porque no hay nada que nos distinga de él”, responde. Para Verhoeven, sexo y violencia son un binomio indisociable. “El universo es violento por definición, y el sexo forma parte de él. El animal que seguimos siendo se comporta de manera violenta: agrediendo, matando y practicando la dominación sexual”, afirma.
Cuando abre el periódico cada mañana, este licenciado en Bellas Artes y Matemáticas –iba para profesor antes de descubrir el cine durante su servicio militar– no logra ver nada más que “negatividad y destrucción”. “Estamos muy lejos del bien generalizado. Me pregunto qué mundo voy a dejar a mis hijos y nietos. Después de medio siglo de calma relativa en Europa, volvemos a estar amenazados”, opina. “Incluso cuando se descubre un agujero negro y todo el mundo lo celebra, nadie está pensando en su potencial de destrucción”, añade. Cuando era pequeño, Verhoeven observó la hecatombe de cerca, durante los bombardeos que tuvieron lugar en su ciudad natal durante la Segunda Guerra Mundial. “Crecí creyendo que la vida era eso, con los vasos derramados sobre la mesa del comedor por el estallido de una bomba. La paz no la descubrí hasta los 6 ó 7 años, y es la primera impresión la que nunca se olvida”, afirma. Esa lucidez se ha traducido, en su caso, en un inevitable cinismo. “Sí, creo que soy cínico”, admite. En sus películas, la ironía es “una elección artística” que le permite “sonreír un poco”. ¿Para sobrevivir? “Veo que usted también lo ha entendido. Si nos tomamos demasiado en serio las cosas, la única solución es el suicidio”, espeta.
La protagonista de Elle se distingue por su ausencia de sentimentalismo, por no depender de ningún hombre y no disponer de ninguna cualidad tradicional como mujer y madre. “Varias mujeres que han visto la película me han dicho que soy feminista”, se admira quien, en los noventa, fue diana habitual de quienes lo tildaban de misógino y homófobo. “Eso nos dio mucha publicidad gratuita. Y encima no estaba orquestado como sucede ahora: fue espontáneo”, sonríe. “En realidad, soy un gran admirador de las mujeres. Me gustan mucho más que los hombres, y no lo digo en sentido sexual. Puedo conversar con ellas durante horas, cuando con los hombres me cuesta más. Estoy casado desde hace décadas con una mujer fuerte e independiente, mis dos hijas también lo son y tengo dos perros hembra”, enumera Verhoven, enseñando sus credenciales.


El director intentó rodar Elle en Estados Unidos, pero nadie demostró un mínimo interés. “Contacté con algunas actrices estadounidenses de primera fila y, sin que me dijeran que les parecía una mierda, entendí que no les gustaba y que nadie quería rodarla”, explica Verhoeven. Mientras tanto, en Francia, una intérprete reputada por su adicción al riesgo y la incorrección política se había presentado voluntaria: Isabelle Huppert. “Al final, no estoy seguro de que hubiera podido hacer la misma película en Estados Unidos. Puede que Isabelle sea la única actriz capaz de interpretar esas cosas y que te lo creas”, añade el director. ¿Le preguntó por qué le interesaba tanto este truculento guion? “No, pero diría que le gusta interpretar a este tipo de personaje. Isabelle no es así en la vida real. En realidad, es una mujer muy centrada en su vida familiar. Pero existe un demonio en ella, por utilizar el lenguaje propio de un exorcista, que a veces la posee. Y a ella no le importa que eso suceda”, responde Verhoeven. Saltándose su costumbre, la actriz incluso aceptó aparecer desnuda en distintas secuencias: “Lo discutimos de manera muy precisa. Creo que al principio no le hacía gracia. Pero un día, mientras cenábamos, me dijo: ‘Vamos a rodar lo que está escrito. Soy una persona muy audaz, ¿sabe usted?”.

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