miércoles, 31 de mayo de 2000

Expectación en torno al próximo Premio Nobel de Literatura


Jorge Luis Borges


Expectación en torno al próximo Premio Nobel de Literatura

Borges, Graham Greene y Senghor, entre los candidatos favoritos


ROSA MARIA PEREDA
10 OCT 1979



Cualquier jueves de este mes de octubre pueden llegar a una decisión los miembros del comité encargado de elegir al que será Premio Nobel 1979 de Literatura. Entre todos los nobeles éste es el que más expectación despierta, porque no sólo interesa a los especialistas en el tema, sino que tiene una repercusión masiva, traducida en las ventas de libros en todo el mundo. Y luego porque, dado que la literatura se siente como más unida a la vida cotidiana y a la conducta política que las ciencias exactas consideradas políticamente inocentes, este premio se carga especialmente con los hándicaps de la coyuntura política, de la ideología y del equilibrio de intereses.
Por eso, y por las simpatías y antipatías de los cinco hombres justos del comité, se vienen arrastrando de convocatoria en convocatoria nombres conflictivos, los eternos candidatos que los lectores reconocen como valores indiscutibles de las letras, pero que los jueces nórdicos no acaban de premiar. En este momento hay, al menos, dos muy claros: Graham Greene y Borges. Y otros que suenan cada año: dos mujeres, Simone de Beauvoir y Doris Lessing; algunos escritores exóticos: el turco Yalar Kemal, el chino Pa King, el rumano Nikita Stanescu o V. S. Naipaul, de Trinidad. Otros, de alto valor en las cotizaciones de las letras, y que ya se van acercando al premio: el francés Claude Simon, o los suizos Friedrich Durrenmatt y Max Frisch. Y arrastrándose de años Leopold Sedar Senghor, el poeta y ensayista, presidente de Senegal. Jorge Luis Borges ha cumplido ochenta años, está universalmente considerado como uno de los primeros escritores vivos -no sólo en castellano- y es candidato al premio sueco desde hace muchos años. Su nombre sigue siendo cada otoño piedra de escándalo, y lo es también la negativa de Lundkvist, el especialista en lengua castellana de la Academia Sueca,
Graham Greene también habrá leído en los periódicos que nunca va a tener el Nobel, pero este año hay muchos que le dan como valor seguro. Las razones en su contra se quedan en la ambigüedad: que si es católico, que Frisch. Y arrastrándose de años, Leopold Sedar Senghor, el poeta y ensayista, presidente de Senegal.
Jorge Luis Borges ha cumplido ochenta años, está universalmente considerado como uno de los primeros escritores vivos -no sólo en castellano- y es candidato al premio sueco desde hace muchos años. Su nombre sigue siendo cada otoño piedra de escándalo, y lo es también la negativa de Lundkvist, el especialista en lengua castellana de la Academia Sueca, Graham Greene también habrá leído en los periódicos que nunca va a tener el Nobel, pero este año hay muchos que le dan como valor seguro. Las razones en su contra se quedan en la ambigüedad: que si es católico, que si los hay mejores, que si no conviene. Y Shengor, del que se habla ya hace muchos años, esta vez puede tener chance: sobre los jurados pesará sin duda todo el continente negro, que Senghor ha bautizado con su negritud poniendo nombre a una cultura y a una política cultural y donde, durante los últimos meses, han sido descabezadas tres dictaduras casi medievales, se han recambiado por un sistema prooccidental.
Como hace mucho que no se lleva el premio un dramaturgo, ni un centroeuropeo, puede caerles a Dürrenmatt o a Max Frisch, y por razones geográficas están bien colocados Claude Simon, francés, que dio una de las pocas salidas lúcidas y coherentes a la estética nueva del siglo, al nouveau roman, y que ya es un clásico y un maestro, y Simone de Beauvoir. Simone de Beauvoir tiene en su contra que la Academia puede suponer que lo va a rechazar si se le da. Aunque siempre en estos casos hay un contacto que se entera, el antecedente de Sartre, que forma con la escritora la pareja-ejemplo de intelectuales y de maestros, tiene que pesar. Pero una mujer, después de tanto año internacional y contando el peso del feminismo como movimiento político de recambio en Suecia, tampoco extrañaría a nadie.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 10 de octubre de 1979

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