Siete cosas que me sorprendieron
en mi primer viaje a Islandia
McDonald's cerró en 2009 el último de los tres restaurantes que tenía en la isla y allí nadie parece echarlos de menos
Reikiavik 5 ABR 2018 - 04:40 COT
En un viaje el factor sorpresa es esencial. Los hay más y menos impactantes, algunos incluso pasan desapercibidos. Pero Islandia tiene algo que hace que los ojos permanezcan completamente abiertos, que no se puedan cerrar ni un segundo, porque cualquier elemento de esta isla contiene belleza. Nadie debería perderse todo lo que esconde este rincón ubicado al norte del Atlántico, por eso, hace unos días decidí pisar esta tierra de hielo y fuego. Donde además de admirar caballos que parecen ponis, descubrí que cuenta con el Parlamento más antiguo del mundo, que su plato estrella es el cordero, que la moneda de allí es la tarjeta y que la tecnología te ayuda a perseguir las auroras boreales —o al menos a intentarlo—.
Estas son algunas de las cosas que más me han sorprendido tras recorrer parte del país más pacífico del mundo. Un lugar que ha logrado encontrar una veintena de jugadores de fútbol entre sus 330.000 habitantes y clasificar a su selección nacional de fútbol para un mundial.
No hay McDonald's
En el año 2009, McDonald's cerró el último de los tres restaurantes que tenía en la isla. Es junto a Albania, Macedonia o Montenegro, uno de los países europeos en el que no se puede comprar un Big Mac. La depreciación de la corona elevó demasiado su valor y los elevados aranceles aumentaron su coste. Finalmente, sus tiendas se reconvirtieron. El islandés Hjörtur Smársason compró una de las últimas hamburguesas de la popular cadena norteamericana que se vendieron allí el día antes de su cierre, una joya que acabó en un museo islandés y que ahora, ocho años después, aún permanece intacta en el Bus Hostel de Reykjavik. Un producto que protagoniza selfies y que se puede contemplar en directo en este enlace.
Agua para todos
Las impresionantes cascadas que posee Islandia —Seljalandsfoss y Skógafoss son buenos ejemplos— consiguen emocionar a cualquiera, pero el agua no es solo un atractivo visual, y su uso rutinario hará que no olvides este sentimiento durante un tiempo. La ducha será imposible de borrar de tu mente por el mal olor que desprende el azufre; una experiencia que se compensa con los numerosos beneficios que posee esta agua y con su precio: ninguno. No tienen calentadores porque el agua proviene del corazón de la madre tierra, de ahí su olor y su gratuidad. Te acostumbrarás, sobre todo, porque está caliente, y eso, en un país nórdico con clima oceánico frío, siempre es maravilloso.
El precio de las cosas
Si vas a Islandia con la mentalidad de hacer la compra al estilo Mercadona, todo te parecerá carísimo. Para sobrellevarlo, deberás empatizar con su salario medio anual y con su reciente decisión de decretar que un mismo trabajo debe tener una misma remuneración sin importar el sexo. EL PIB per cápita islandés está entre los 10 más potentes del mundo, y los islandeses cobran de media el doble que un español. Para un extranjero el listado de sustos va desde un menú local por 60 euros a un plato de comida casera por 45 o una botella de vino por 75, siete veces más que en España. Sí, en este viaje ninguna cerveza costó menos de cinco euros y el menú de hamburguesa local con refresco rondó los 20 euros. Por no hablar de los souvenirs, el imán más simple no bajaba de los siete euros.
Turismo natural
La parte buena de que un país esté de moda es que no te des cuenta. Este es el caso de Islandia, que, a pesar de su tirón, no monta chiringuitos entre volcán y volcán, respeta los espacios naturales y sabe disimular la presencia de los más de un millón de turistas que visitan el país cada año. En este lugar es como si la madre tierra hubiese esculpido su idea del mundo: en unos pocos kilómetros se puede visitar una doble cascada impresionante, la falla que separa dos continentes, un volcán con agua congelada y varios géiseres. Todo, rodeado por magníficos campos de lava recubiertos de musgo islandés y una costa de arena negra y arcoíris interminables.
Sus piscinas son particulares
Cuando un islandés insiste es por algo. Si hay algo que repetía el guía de una de las excursiones que hice al glaciar más grande de Islandia es “en este pueblo hay piscina”. Y así durante un trayecto de cinco horas por carretera. Sí, lo que sería algo normal en España, se vuelve especial en Islandia, porque en esta isla las piscinas son calientes y son como las terrazas españolas en primavera, el centro de reunión favorito de los locales. Estas lagunas naturales sirven como punto de encuentro y actividad social, una tradición que también ha calado entre los turistas. Buen ejemplo de ello es la famosa Laguna Azul, donde se escuchaba español en cada rincón.
Islandia es gay
Islandia permite el matrimonio homosexual desde el año 2010. De hecho, la ex primera ministra islandesa Johanna Siguroardottir fue la primera jefa de Gobierno del mundo que no ocultó su homosexualidad. Por cosas así, lidera el Índice de Felicidad Gayelaborado anualmente por Planeta Romeo, una aplicación de citas. Así que allí que estuvimos, en el bar más gay que hay en Reikiavik, el Kiki Queer Bar, donde una drag queen lo dejó bien claro: "Bienvenidos a uno de los dos bares gais de este país". No está nada mal si tenemos en cuenta la población del Estado y de su capital, donde viven alrededor de 120.000 personas, la mitad de Islandia. Una cifra similar logra reunir en su celebración veraniega del Orgullo.
Sí a las renovables, no a la guerra
Islandia es el mayor productor de energía renovable y el mayor generador de electricidad per cápita del mundo. La práctica totalidad del suministro de energía primaria en Islandia proviene de fuentes renovables producidas en ese país nórdico. De hecho, sus hogares se calientan con energía geotérmica y su uso principal es la calefacción de edificios e instalaciones públicas y privadas. Y sí, es miembro fundador de la OTAN y no tiene fuerzas armadas, pero es el país más seguro del mundo. Un lugar que el ser humano todavía no ha destrozado.
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