JD Salinger |
Los nuevos libros de Salinger
BIOGRAFÍA
27 enero 20201
Digámoslo desde el principio: no tenemos idea ni de cuántos ni de cómo serán los nuevos libros de J. D. Salinger, de cuya muerte se cumple una década en los próximos días. Lo que al menos sí sabemos es que habrá nuevos libros. Lo habían asegurado algunos de sus biógrafos y lo confirmó Matt Salinger, hijo del escritor, quien quedó –junto con Colleen O’Neill, la viuda– a cargo de su legado.
El muro de silencio “oficial” que se cernía sobre la obra inédita de Salinger comenzó a agrietarse el año pasado, después del centenario del escritor, nacido en Nueva York el 1 de enero de 1919. En entrevistas concedidas a medios como The Guardian, El País y el canal de Penguin Books en YouTube, Matt aseguró que su padre continuó escribiendo todos los días, unas ocho horas cada jornada, durante toda su vida, aunque no hubiera publicado nada desde que su extenso relato “Hapworth 16, 1924” ocupara casi la totalidad de la edición del 19 de junio de 1965 de la revista The New Yorker.
Mientras Salinger estaba vivo, muchos creíamos que, si efectivamente había seguido escribiendo, tendríamos novedades suyas en las librerías poco después de su muerte. Sin embargo, eso no sucedió. Una biografía realizada por Shane Salerno y David Shields y publicada en 2013 –tres años después de su muerte– aseguraba que Salinger había dejado terminados cinco libros: una colección de relatos titulado La familia Glass, otra sobre la familia de Holden Cauldfield (el protagonista de El guardián entre el centeno), dos novelas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial y un “manual” de vedanta, la corriente del hinduismo a la que el escritor fue adepto durante los últimos dos tercios de su vida. Según los biógrafos, esos libros iban a publicarse entre 2015 y 2020. El problema de las profecías a corto plazo es que te pueden dejar en ridículo muy rápidamente.
Diez años después de la muerte de Salinger, seguimos esperando. Según Matt, la cantidad de material que su padre dejó es tan grande que su transcripción y organización representa un trabajo de años. Entonces, ¿cuándo se empezarán a publicar los nuevos libros de Salinger? “En no menos de tres años y en no más de diez –respondió el heredero a Penguin–. Probablemente cinco o seis. Pero no lo puede asegurar. Lo que puedo decir es que lo estamos haciendo lo más rápido posible”.
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Es claro que la fascinación que genera Salinger excede con mucho lo literario. Breve reseña biográfica: en 1951, a sus treinta y dos años, publicó El guardián entre el centeno, su primera y única novela; la obra captó, quizá como ninguna otra, el espíritu adolescente y produjo una legión de fanáticos; es una de las novelas más vendidas de todos los tiempos (65 millones de ejemplares). Poco después, el autor se recluyó en Cornish, un pueblito perdido en New Hampshire, a unos 170 kilómetros de la frontera con Canadá, y evitó el contacto con la prensa y con cualquier persona que le pareciera un riesgo para su intimidad. Dio a la imprenta apenas otros tres libros, uno de cuentos y dos de nouvelles, y a los cuarenta y seis años decidió que no publicaría nunca más.
El éxito descomunal de su novela y la fama de ermitaño que se forjó no fueron los únicos elementos que le dieron notoriedad: tanto el asesino de John Lennon como el hombre que atentó contra Ronald Reagan en 1981 dijeron haberse inspirado para cometer sus crímenes en El guardián entre el centeno (novela en la que nadie mata a nadie, por cierto). Un poco por todo eso es que existen infinidad de referencias a él y su obra en innumerables libros, canciones, películas y programas de televisión. Cito un par de las más divertidas:
1) En el capítulo 16 de la vigesimosegunda temporada de Los Simpson, Marge descubre que Eleanor Abernathy –la loca de los gatos– padece el síndrome de Diógenes. Entre toda la “basura” acumulada en su casa, encuentra una caja con “todos los libros de J. D. Salinger excepto El guardián entre el centeno”.
2) La extraordinaria Bo Jack Horseman (probablemente la mejor serie de animación desde Los Simpson) va aún más allá e introduce a J. D. Salinger como personaje. El escritor dice que fingió haber muerto para que no lo molestaran, pero acepta producir un programa de televisión. También en este caso bromean con la idea de que es el autor de El guardián entre el centeno y… y… bueno, de otros libros.
Más allá de las bromas, somos muchos los hinchas de sus otros libros. Mi preferido, muy por encima de El guardián…, es Nueve cuentos. “Un día perfecto para el pez banana”, “Para Esmé, con amor y sordidez” y “El hombre que ríe” son tres de los relatos que me llevaría a una isla desierta. Y debe haber por ahí quienes pongan Franny y Zooey por encima de cualquier otro de los textos de Salinger, o Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción, o incluso, por qué no, “Hapworth 16, 1924”. Cómo no ilusionarse con que Salinger haya dejado al menos algunas otras páginas como esas en su caja fuerte.
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Esos son los cuatro libros “oficiales” de Salinger. Pero, como no podía ser de otro modo, hay más. Gracias a la biografía de Shields y Salerno, unos editores independientes supieron que, en los años cuarenta, Salinger había publicado una veintena de cuentos en diversas revistas, cuentos que nunca quiso que se publicaran en libro. Y aprovechando que tres de ellos no habían sido registrados por el autor, en 2014 los publicaron en un librito titulado Three early stories (“Tres historias tempranas”). Los herederos iniciaron acciones legales contra esos editores, pero el libro sigue a la venta en Amazon.
Esa no es la primera publicación “no oficial” de cuentos de Salinger. Allá por 1974 circularon en Estados Unidos dos tomos titulados The complete uncollected short stories of J. D. Salinger. La historia, como tantas otras en la vida de este escritor, es novelesca: un grupo de hombres, todos los cuales se hacían llamar John Greenberg, habían recorrido el país distribuyendo esos ejemplares piratas. En un par de meses se vendieron unos 25 mil ejemplares, a un precio de entre tres y cinco dólares, hasta que la cuestión se hizo pública y el autor los denunció.
El periodista Richard Stayton cuenta que en aquel momento se enteró de la publicación y dio con los dos volúmenes en una librería de usados en Berkeley, California. Pero como no tenía mucho dinero compró solo el primero. Cuando volvió en busca del segundo, no solo no encontró ninguno de los dos, sino que los libreros negaban haberlos tenido alguna vez. “Fui a varias librerías de segunda mano: nadie había oído hablar del libro. Al parecer yo había perdido el juicio”, narra Stayton. ¿Qué pasaba? La demanda de Salinger también incluía a las librerías, de modo que si alguien admitía haber vendido el libro estaría autoincriminándose. No encontré ninguno de esos libritos a la venta en internet. Pero si se vendieron 25 mil, debe haber unos cuantos ofrecidos en alguna parte. Y deben costar una fortuna.
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Lo que hubo también en los últimos tiempos, a la espera de libros nuevos, fueron novedades sobre los libros viejos. Novedades que, en un sentido, también contribuyeron a horadar un poco ese hermetismo que parecía inquebrantable. En noviembre de 2018, en las vísperas del centenario de Salinger, se publicó por primera vez una edición en caja de los cuatro libros en tapa dura (la que había sido “anticipada” por Los Simpson). En agosto del año pasado se editaron en formato electrónico, algo a lo que el autor siempre se había negado. También hubo –desde octubre pasado y hasta hace unos poquitos días– una exposición en la Biblioteca Pública de Nueva York: textos mecanografiados, fotos, cartas y otros originales de Salinger que hasta ahora no habían sido vistas más que por un puñado de personas.
Quién sabe qué otras novedades habrá hasta que por fin, allá por 2024 o 25, quizás, según las estimaciones de su hijo, lleguen al mundo los nuevos libros de Salinger. Diré, para decirlo todo, que en el fondo no tengo grandes expectativas sobre ellos. Hay varios factores que me hacen sospechar que los textos que Salinger dejó para su publicación póstuma probablemente no sean demasiado buenos: su aislamiento y su escaso contacto con otras personas, su compenetración con el vedanta, el mismo paso del tiempo.
Aunque también sé que mis pocas expectativas pueden ser un mecanismo de defensa, una herramienta inconsciente para controlar la ansiedad. Cuatro o cinco años son mucho tiempo si uno piensa en ellos. Mejor no ilusionarse, mejor ocuparse en otras cosas. Por ejemplo, en volver a leer sus cuatro libros de toda la vida. Una obra breve pero que, como todo buen clásico, en cada relectura depara revelaciones.
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