Louise Glück posa junto a la medalla de su premio Nobel, en Cambridge, en diciembre pasado. |
La muerte de la belleza
La familia protagoniza ‘Noche fiel y virtuosa’, publicado originalmente en 2014, el primer libro de Louise Glück traducido al castellano tras ganar el Premio Nobel
Ángel Rupérez
7 de mayo de 2021
“La belleza muere: esa es la fuente de la creación”, dice Louise Glück (1943) en su gran poema ‘Jacinto’ (la flor, no el nombre propio), perteneciente a su libro Ararat (1990, publicado en castellano por Pre-Textos, como todos los anteriores hasta el que reseñamos ahora, editado por Visor). En otro poema de ese mismo libro, ‘Parodos’, leemos: “Había nacido con una vocación: / dar testimonio / de los grandes misterios”. Más adelante, en su libro Averno (2006), en el fabuloso poema de Pushkin que adapta, titulado ‘Presagios’, leemos que los poetas arrancan de “interminables impresiones”, a las que “se entregan con todo su ser” “haciendo, en silencio, de un mero suceso un presagio / hasta que el mundo revela las más profundas necesidades del alma”. Quizás aquí tenemos claves esenciales para entender la poesía de esta gran poeta estadounidense, Louise Glück, heredera de Emily Dickinson, Elizabeth Bishop y Sylvia Plath y premio Nobel el año pasado.
Es cierto que interminables impresiones pululan por la poesía entera de Glück y le dan un constante aire de misterio, ya sea su origen el universo familiar —decisivo en esta poeta—, ya sea el amor —igualmente determinante— o ya sea la naturaleza, omnipresente en todas las estaciones, agudísimamente atrapada con un lenguaje limpio y preciso y con aires incesantes de haikus entrelazados y encadenados, logrando que ese universo mágico penetre en todas las entretelas humanas que se exploran en estos poemas.
Todo esto ocurre desde su primer libro, Primogénito (1968), hasta el último que ha publicado, este Noche fiel y virtuosa (2014), pasando por otras 10 obras más, de las que costaría destacar alguna, dada la alta calidad que tienen todas.
Lo que sí es cierto es que Una vida de pueblo (2009), su penúltimo libro, anuncia una amplitud en la versificación que, en cierto modo, preludia lo que nos encontramos en Noche fiel y virtuosa, recién aparecido en español y excelentemente traducido por Andrés Catalán. De entrada, se trata de un gran libro, con la simbología de la noche de por medio —y noche oscura, además, pero también “fiel y virtuosa”— y que participa de esos universos ya mencionados (el universo familiar, el universo del amor, el universo de la naturaleza). Pero hay algunas cosas nuevas en esta obra que hay que resaltar.
Por un lado, la dimensión autobiográfica —evidente en la mayor parte de su poesía— se desdibuja parcialmente al recurrir a escenarios y personajes claramente ficcionales, como ese pintor —alter ego de la autora— que vive la creación con angustia: “Y le hablé del vacío de mis días, / y del tiempo, que empezaba a agotarse, / y de la insignificancia de mis logros” (‘El asistente melancólico’). En la cercanía de la muerte, ese creador somete su obra entera a juicio: “De hecho, me han acosado los sentimientos; /es el don de la expresión lo que a veces me ha fallado. / Fallado, atormentado, prácticamente toda mi vida” (‘Cercanía del horizonte’). Por supuesto, la obsesión familiar no desaparece a través de este personaje —y de otros—, como en el maravilloso poema ‘Medianoche’, otro viaje al pasado, como tantos y tantos que hay en la poesía entera de Glück. En él aparece la contemplación como motor en la apropiación del mundo circundante, algo esencial en esta poeta: “Y esa era su razón de ser, la contemplación”. Sin este mecanismo crucial, no se puede entender el esplendor de la naturaleza que hay en su poesía.
Por otro lado, el territorio temporal que se adueña definitivamente de este libro es del final entrevisto, con esa noche omnipresente y esas oníricas reapariciones de sus padres muertos, para reclamar atenciones o cuidados: “Leemos tus libros cuando llegan al cielo. / Apenas una mención a nosotros”. Respuesta: “Escribo sobre vosotros todo el tiempo. / Todas las veces que digo ‘yo’, me refiero a vosotros” (‘Visitantes de fuera’). Y después de la muerte, ¿qué? También acosa esta pregunta en el poema ‘Epílogo’: “¿Resucitaré de entre los muertos?, / pregunta el alma… / Y el sol dice sí. / Y el desierto responde: / tu voz es arena esparcida en el viento”.
Y luego están los poemas en prosa, modalidad nueva en Glück, que alientan el espíritu ficcional que hay en este libro, junto con su dimensión simbólica y alegórica. Pequeñas alegorías de la vida son estos microrrelatos, con esos viajes de raíz kafkiana a veces, donde tanto la infancia como la vejez se hermanan en una opresiva sensación de esterilidad y fracaso. El epítome de todo esto es el primer poema del libro, ‘Parábola’, en el que, sin embargo, se alza una cierta esperanza —tan difícil en este libro— porque en él se abre paso una filosofía de la vida que se enfrenta a esa esterilidad y a ese vacío, tan abrumadores y frecuentes. Entre opciones contrapuestas de distintos peregrinos, al final en ese poema citado se cuela la idea de que la verdad se encuentra en el día a día, en esa milagrosa inmovilidad de lo sencillo donde “habíamos cambiado aunque nunca nos hubiéramos movido” y donde “Sentía(mos) que / debíamos seguir siendo libres” “a fin de conocer la verdad” (la verdad de lo sencillo que tiene lugar en el transcurso de un día cualquiera, la máxima inmovilidad y la máxima verdad a nuestro alcance. El resto es humo).
En definitiva, gran libro de una gran poeta, no de las más cacareadas en los ambientes de moda, como dejó bien claro Patti Smith: “¿Louise Glück?”, le preguntaron cuando el Nobel. “No he leído una sola línea suya”. Solo le faltó decir: “No sé quién es”.
Noche fiel y virtuosa
Traducción de Andrés Catalán.
Visor, 2021.
182 páginas. 15,20 euros.
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