En ‘La hija única’, Guadalupe Nettel presenta a mujeres maldecidas por la maternidad
"No tengo tampoco nada que celebrar, a menos de que la exposición de algunos casos en los que la maternidad pone a prueba la capacidad física y mental de una mujer sea suficiente para encomiar la calidad de una obra"
ROBERTO PLIEGO
Ciudad de México, 16 de noviembre de 2020
La maternidad ha llamado a la puerta y en los últimos tiempos se ha instalado con cierta naturalidad en la narrativa mexicana. ¿Quién diría que ya no sólo ocupa los anaqueles dedicados a los cuidados prenatales, la lactancia y un largo etcétera que promete grandes ventas? Ahora nos encontramos con que se toma aún más en serio: resulta literaria y editorialmente atractiva. No tengo otro motivo para justificar la existencia de una novela como La hija única (Anagrama). No tengo tampoco nada que celebrar, a menos de que la exposición de algunos casos en los que la maternidad pone a prueba la capacidad física y mental de una mujer sea suficiente para encomiar la calidad de una obra.
A través de la mirada recelosa de una estudiante de maestría, un poco versada en el budismo y con demasiadas razones para rechazar a los niños, Guadalupe Nettel presenta a un grupo de mujeres maldecidas por la maternidad: una madre con una hija que padece lisencefalia, una madre con un hijo que imita las crisis violentas del padre, una madre con una hija con retraso mental… Son casos que vulneran la tranquilidad emocional de cualquier lector pero no la de quienes aspiran a una experiencia estética nacida del dolor. Y es que la escritura no pasa de tener los atributos mínimos que podríamos exigirle a un informe; bien redactada y nada más, sin riesgos de ninguna clase, apenas correcta y debidamente pasteurizada, como si la novela no fuera también arquitectura verbal. https://www.milenio.com/cultura/laberinto/la-hija-unica-de-guadalupe-nettel-critica
Quizá uno debería dejarse complacer cuando está de por medio la vulnerabilidad pero es difícil hacerlo mientras al paso salen esas cosas que parecen representadas para el público que abarrota la gayola, biempensante y buena onda. Ya bien entrados en La hija única, la narradora conoce a un colectivo feminista con la misión de rescatar “a mujeres en situación de riesgo” y aun encargarse de sus hijos. Entonces todo lo leído adquiere un propósito. ¿Así que se trata sólo de un llamado a la militancia, de levantar el puño y hacerse presente? No puedo evitar la incómoda sensación de saberme timado. La hija única es un libro de superación personal disfrazado de literatura.
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