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Melanie Trump |
DE ‘EL DÍA DE MELANIA’
Julio César Londoño
Míster Trump hubiera preferido un escenario más espectacular –para usar un adjetivo americano–, aprovechar los niveles de las escalinatas y las terrazas de la fachada oeste del Capitolio, con la gran cúpula al fondo, símbolo del imperio. Hubo que descartarlo por las bajas temperaturas, dicen, pero yo creo que pesó más el riesgo de que los vientos arruinaran la engominada mota de Donald. Los videos del gran marshall del planeta anunciando la toma de Panamá, Canadá, Groenlandia y el Golfo de México (¡y Marte!), la declaración de guerra a todo lo que no sea americano y, al tiempo, el final de todas las guerras serían más risibles con un Trump despelucado.
Los norteamericanos son alquimistas invertidos, expertos en convertir el oro en plomo, pero saben hacer audiovisuales y no quisieron correr riesgos.
Melania (foto) fue auténtica, se olvidó de Jackie Kennedy y de los tonitos pastel, se puso guantes negros de cuero y tacones puntilla azul noche, vistió un conjunto de abrigo y falda largos del mismo color de los zapatos, camisa blanca de cuello plisado y sombrero canotier caído sobre los ojos, como el del Zorro. Divina. Espectacular. Sombría. Entre el brillo del glamur y la oscuridad erótica del bondage. ¿Qué demonio le inspiró al diseñador un outfit capaz de eclipsar al mismísimo presidente? ¿Quizá el espíritu de ‘El velo negro del pastor’ de Nathaniel Hawthorne?
Su aspecto de villana marcó un contrapunto perfecto con los gestos altaneros de Trump, especialmente con la pose de la foto oficial, casi idéntica a la de su registro policial.
Melania pone las cartas sobre la mesa: soy la aristócrata mala, le dice a la modosita aristocracia demócrata, soy la primera zorra de la nación, la hembra que le da látigo al gran putañero del mundo.
En suma, somos pésimos y además poderosos, tenemos mucho oro y pocos escrúpulos, y remplazaremos nuestra barbarie artesanal de bombas y ejércitos con artimañas tecnológicas, desinformación, Fox, grandes plataformas y superbodegas como Cambridge Analítica. Demostraremos el poder de la sociedad de un influencer otoñal con los jóvenes capos de las plataformas.
Brillaron por su ausencia los representantes de la cultura y los presidentes de varias potencias del mundo, que prefirieron enviar a sus cancilleres o vicepresidentes, como fue el caso de China. A Milei lo pusieron en la última fila de la zona VIP. A Bukele no lo vio ni la prensa de El Salvador. La senadora Cabal envió emotivas selfies desde la galería del Capital One Arena.
La gran metida de pata de la jornada fue el gesto fascista de Elon Musk, una desconsideración hacia Netanyahu, el valiente soldado israelí que fue ovacionado por la bancada republicana el año pasado en Washington.
¿Qué podemos esperar ahora? La política exterior de los republicanos había sido siempre tres bombas menos agresiva que la política demócrata, pero esta vez será igual. Las propuestas pacifistas de Trump carecen de piso sólido. El imperialismo expansivo, abandonado desde el siglo pasado, puede estar de regreso. Hacia el interior, los demócratas siempre han sido más liberales y no cabe esperar nada bueno de los republicanos ahora.
En suma, lo único rescatable de la posesión del supermacho 47 del imperio fueron la pinta y los pómulos de Melania, su rostro sin ojos. Usted dirá que todo esto es frívolo, un análisis político muy pobre. Tiene razón, pero es que yo no soy analista ni Trump es un sujeto serio. Los imperios nunca lo han sido. Son apenas fuertes, aunque algunos son especialmente cómicos, como este.
NOTA: no tengo nada contra las putas ni contra sus clientes; lo que no termina de encajar es que el putañero juegue a ser, al tiempo, pastor, estadista, vándalo y pacifista.
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