martes, 18 de julio de 2023

Philip Larkin / ¿Los artistas nunca revelan sus secretos?

Philip Larkin


Philip Larkin

¿Los artistas nunca revelan sus secretos?

Una selección de textos en prosa del gran poeta inglés Philip Larkin revela la persistente potencia polémica de sus posiciones estéticas.

Emilio Jurado Naón
17 de mayo de 2023

Nos encanta escuchar a los artistas hablar de arte, sobre todo a quienes consideramos mejores en su disciplina; pero lo cierto es que son pocos quienes dicen algo de valor, algo que realmente supere o profundice la experiencia ya provista por su trabajo estético. Lo anterior podría formularse de otra manera (más despechada): los artistas jamás revelan sus secretos. Y eso es lo único que queremos.

Philip Larkin no es la excepción, y las prosas reunidas en Simular ser uno mismo parecen sugerir que el poeta inglés se divierte simulando su jocosa y largamente granjeada imagen de cínico displicente cuando se lo interroga por el quehacer poético. Pero, a pesar de la parquedad y el desgano, en estas entrevistas, columnas de opinión, poemas propios comentados, perfiles (de Auden y Hardy) y otros opúsculos, Larkin desgrana algunos secretos, dádivas al lector adicto; si no sobre cómo escribe sus poemas (qué benévola traición se puede esperar del que avisa: “Nunca he afirmado saber exactamente cómo o por qué escribo poesía: me parece un oficio que la autoconciencia puede fácilmente malograr”), al menos sí sobre cómo piensa la poesía. O sea: cómo lee.

Larkin es un lector que cree en la tradición. En parte por asumirse conservador y en parte por entender la literatura en términos de serie histórica, que cambia con la alternancia de generaciones, nombres propios y modas: “Después de pasar por un período de poesía épica, llega un período de poesía lírica; a un período de sátira, le sucede un período de romanticismo. Ya tuvimos un período de poesía bastante intelectual, podríamos estar viviendo un período de modestos poemas personales”. Falsa modestia aparte y cincuenta años después, ¿no volvimos a vivir un período de “poemas personales”?

En este punto cabría hacerse la pregunta de qué significa leer a Larkin hoy, en América Latina. Las palabras preliminares, del también traductor Gonzalo Rojo, contextualizan muy bien el primer desembarco del británico a nuestro país: a través de Diario de Poesía y bajo traducción de Marcelo Cohen. Pero una caracterización de la época (el medio en que salió y los lectores a los que iba dirigido) sería de gran utilidad para apreciar el alcance que tuvo en un inicio la poesía de Larkin en el sistema literario argentino y, quizás, la oportunidad de debatir la actualización de su lectura.

Lo que sin duda es una constante, por lo menos desde los 60 hasta ahora, es la irritación que genera en todos, siguiendo a Larkin, la impostura del poema; esa “actitud poética” que “debe estar respaldada por una poesía increíblemente buena para que no te fastidie”. Es entonces cuando entra a jugar la innovación; contra la idea más extendida, se desprende de estas misceláneas que en poesía son más prioritarios los temas que el estilo.

La incorporación de temas que hasta el momento no son considerados poetizables contribuiría a la “amplitud del registro poético” (expresión que usa al referirse a John Betjeman). Una mayor conciencia de los temas en poesía (los ya manidos; los innovadores) sería un asunto atractivo de someter a discusión; incluso a fuerza de que lleve a pensar en qué medida los propios temas de Larkin, en su momento novedosos (la decadencia individual y social, la crítica a la familia, lo anodino de la vida moderna), continúan en boga y reclamen ya, consecuentemente, una nueva ampliación.

El honesto pragmatismo que se desprende de Simular ser uno mismo resulta finalmente lo más nutritivo del volumen. Incluso la definición sobre la poesía que Larkin suelta a regañadientes registran una evolución a lo largo del tiempo y con la sucesión de los textos: al comienzo la plantea como una forma de conservar una experiencia única a través de un dispositivo verbal con la finalidad de transmitirla a terceros y luego ese afán de preservación es sustituido por el principio de placer: “Lamentablemente, escribir bien conlleva disfrutar lo que se está escribiendo”.

Simular ser uno mismo, Philip Larkin. Trad: Gonzalo Rojo. Seré Breve, 90 págs. $2.400

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