Pedro Lemebel |
La revancha póstuma de Pedro Lemebel
La adaptación al cine de su más famosa novela y el rescate y traducción a varios idiomas de sus subversivos textos certifican el renovado interés por la obra del escritor, artista y activista gay chileno, convertido en referente en el reciente estallido en su país
Camila Osorio
México, 18 de junio de 2021
“Es cierto que ha habido un renacimiento de su obra”, admite Josefina Alemparte, directora editorial de Planeta en Chile y editora de Lemebel en los últimos años de su vida. “Siempre se le leyó en Chile, pero la película del año pasado generó un fenómeno, y la novela Tengo miedo torero se empezó a vender de forma impresionante”. Alemparte añade que las protestas masivas en Chile, que arrancaron en 2019, despertaron este nuevo apetito por el autor. “Conecta con la gente, porque su obra cuenta a ese país que ha sido invisibilizado, cuenta la vida de la gente que vive en los márgenes a nivel político y social”, dice.
Conecta con la gente, porque su obra cuenta ese país que ha sido invisibilizadoJOSEFINA ALEMPARTE, EDITORA
Tengo miedo torero es su obra más famosa, aunque Lemebel publicó más de una docena de libros de crónicas sobre el mundo LGTBI en Chile, que no han tenido la misma visibilidad internacional. También destacó en el ámbito de la performance artística gracias a su trabajo con Francisco Casas, junto al que fundó en 1987 las Yeguas del Apocalipsis y llevó a cabo sonadas acciones durante la dictadura. Toda su trayectoria está recogida en el documental Lemebel (2019), de Joana Reposi.
Seix Barral publica este año en varios países del continente títulos como Adiós Mariquita linda, La esquina es mi corazón, Zajón de la aguada, De perlas y cicatrices, Háblame de amores y su más famoso libro de no ficción, Loco afán, donde se publicó el manifiesto de 1986 junto a crudas crónicas sobre la vida que mujeres trans o la comunidad gay. “Nunca le tuvo miedo a los pacos [militares]”, escribió Lemebel allí sobre una mujer mapuche y travesti que se hacía llamar Madonna. “Se les paraba bien altanera la loca, les gritaba que era una artista y no una asesina como ellos”.
“Decidimos no empezar a traer libros poco a poco, sino traer cuatro de una vez para causar un pequeño fenómeno”, cuenta a El PAÍS Juan David Correa, director literario de Planeta en Colombia, donde también se ha acrecentado el apetito por las letras de Lemebel. “Colombia, como Chile, están viviendo un despertar en temas que, aunque están consignados en la Constitución, no se hablaban públicamente, como la diversidad”.
Francisco Llorca, de Las Afueras, en España, dice que los libros de Lemebel eran prácticamente imposibles de encontrar en Europa. “Quien quisiera leerlos debía pagar un precio exorbitado en el mercado de segunda mano o recurrir a la importación desde Chile”, dice el editor, que rescatará Poco hombre a principios de 2022. “Lemebel nos habla de nuestra propia época, de nosotras (de hecho se adelantó a su propio tiempo), nos interpela y nos ofrece caminos para repensar cuestiones como la heteronormatividad del discurso dominante, la necesidad de la inclusividad y la transversalidad de las diferentes luchas”.
Muy pocas crónicas de Lemebel fueron traducidas en vida a otros idiomas. La editorial Grove Press publicó en inglés en 2003 una traducción de Tengo miedo torero (‘My Tender Matador’), y otras independientes la tradujeron al francés, alemán o italiano. “Pero esos contratos vencieron, y yo quiero ver si se pueden reactivar”, cuenta a EL PAÍS Elianna Kan, agente literaria de los herederos de Lemebel y profesora de escritura creativa en la universidad de Columbia, en Nueva York. Eso, lo del agente, es una novedad. Nunca tuvo uno.
Habla de temas de entonces que son muy relevantes en el contexto de ahoraELIANNA KAN
Hace unos años, cuenta Kan, cuando iba a dictar una clase de no ficción, descubrió que solo había en el programa autores norteamericanos. “Me sorprendió que no estuviera representada Latinoamérica, donde hay una historia de grandes cronistas”. Descubrió también que las mejores crónicas que conocía de Lemebel no habían sido traducidas al inglés. “Es como una Audre Lorde o como un James Baldwin, habla de temas sociopolíticos de entonces que son muy relevantes en el contexto de ahora”, añade. “Me impresiona lo feroz que es su voz, parecía que no le tenía miedo a nadie, y lo suyo era una literatura forjada en la calle, porque él no era el tipo de escritor que circulaba en pequeños mundillos de privilegios”.
Las ofertas empezaron a llegar a la familia: Penguin, Pushkin, Companhia das Letras o Al Kotob Khan en Egipto (el país en el que Human Rights Watch investigó el año pasado cómo el Gobierno encarcela y tortura ciudadanos de la comunidad LGBT). Karam Youssef, su editor en El Cairo, avanza que el próximo año tendrán una primera edición de Tengo miedo torero en árabe.
La edición que seguramente arrastre el mayor interés internacional será la traducción al inglés de varias crónicas, a cargo de Penguin, en la que trabaja la escritora norteamericana Gwendolyn Harper. La antología tendrá un prólogo del famoso escritor Garth Greenwell y se publicará en 2023. “Es un autor muy difícil de traducir”, cuenta a EL PAÍS Harper, quien publicó en 2018 una versión en inglés del manifiesto Hablo por mi diferencia a petición de la familia. “Es un reto; usaba mucha gramática neobarroca, además de mucho slang chileno de la vieja escuela”, añade. “Y además hay muchos juegos de palabras sexuales en sus textos”. Hay, efectivamente, frases en la obra de Lemebel que parecen un acertijo. “Estítica por estética, desmontable en su mariconaje strip-tease-ro, remontable en su desmariconaje oblicuo, politizante para maricomprenderse”, escribe en Loco Afán.
Ese lenguaje político, pero también poético, le ganó la admiración de los grandes autores del continente. “Para mí Lemebel es uno de los mejores escritores de Chile y el mejor poeta de mi generación, aunque no escriba poesía”, firmó en 1999 Roberto Bolaño. “Es de los pocos que no buscan la respetabilidad (esa respetabilidad por la que los escritores chilenos pierden el culo) sino la libertad. Sus colegas, la horda de mediocres procedente de la derecha y de la izquierda, lo miran por encima del hombro y procuran sonreír. No es el primer homosexual, válgame Dios, del Parnaso chileno, lleno de locas en los armarios, pero es el primer travesti que sube al escenario, solo, iluminado por todos los focos, y que se pone a hablar ante un público literalmente estupefacto”.
Ahora, ese público que lo pudo escuchar en aquella reunión de 1986, solo, iluminado por los focos, no para de crecer.
EL PAÍS
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