viernes, 28 de julio de 2023

Joyce Mansour / Desgarraduras

Joyce Mansour

Joyce Mansour
Desgarraduras
Traducción de Eugenio Castro

No hay palabras
Solamente pelos
En el mundo sin verdor
En el que reinan mis senos.
No hay gestos
Solamente mi piel
Y las hormigas pululando entre mis untuosas piernas
Portando en su tarea las máscaras del silencio.
Llega la noche y con ella tu éxtasis
Y mi cuerpo profundo ese pulpo sin pensamiento
Se traga tu sexo palpitante
Durante su nacimiento.
***
Un nido de vísceras
En el árbol reseco de tu sexo
Un negro ciprés se alza en la eternidad
Y vela a los muertos que alimentan sus raíces
Dos ladrones crucificados sobre chuletas de cordero
Se burlan de un tercero que, cumpliendo con su misión,
Se come su cruz de carne
Asada.
***
He visto cómo crecía mi rojo vello eléctrico
Desde mi vientre hasta mi garganta desplumada de pájaro
Y me he reído
He visto como la humanidad vomitaba en la pila inestable de la iglesia
Pero sigo sin comprender a mi corazón
He visto al camello en camisa partir sin lágrimas para La Meca
Junto a mil y un mercaderes de arena y al monstruo escamoso de las negras multitudes
Pero no les he podido seguir
Pues la pereza se ha impuesto a mi fervor
Y la rutina ha recuperado su danza dislocada
Como la de los dedos de los pies.
***
Tristemente
Un hombre se apoyaba sobre los restos de su muleta
Contemplaba sin amargura su pequeño pie crucificado
Que lentamente agonizaba clavado en su cruz
Desnudo.
El hombre ha regresado de nuevo a los caminos del insomnio
Con una lengua en cada ojo y una pierna en los hombros
Teniendo por guía
El canto de las cigarras.
***
¿Cómo desprenderme de la sombra pasiva de la muerte?
En silencio ella vela mi corazón ese muerto mal lavado
En silencio lava sus ojos inflamados
Y llora.
¿Cómo castigar a los pobres sin techo que llaman a mi puerta
y amenazan mi felicidad con sus llantos?
¿Cómo vengarme del viejo loco que me golpea ante la tumba
de mi madre sin respetar sus restos
sin quitarse el sombrero sin dejar de beber mis llantos?
***
El mantel rojo
Manchado de sangre
Cuelga de los hombros de la estatua de bronce.
Los ratos del deseo
Roen el sexo crudo
Que esconde la mano
Del escultor
Demente.
***
Los muros se elevan
Dios de nuestros padres, ten piedad de nosotros los condenados
Los oscuros muros de la desesperación se ciernen sobre nuestras cabezas, sobre nuestros cielos, sobre nuestros hogares
Evítanos la cólera de los envidiosos
Perdónanos, tú que sabes de nuestro desamparo
Olvida nuestros pensamientos, nuestro pasado, nuestros pecados
Concédenos la esperanza incluso en la desesperanza
Los muros del desprecio nos aprisionan no obstante nuestros gritos
Ayúdanos, ayúdanos, ahora que ya no puedes
Ahora que ya estás sordo, paralizado, fatigado
Demasiado viejo para salvarnos aunque quisieras
Dios de los impotentes, Dios de los inocentes
Dios sin otra ocupación
Que la de morir.
***
Llora hombrecito
Tu barco está en venta
Tu mujer ha sido vendida
Y la fresca leche de tu vaca
Roja por la sangre de los negros
Hace que tus hijos se meen
De odio.
***
El bebé duerme en su cuna negra.
Sus sucios dientes destacan entre sus labios cortados.
Le meces.
La habitación está tranquila a pesar del perro moribundo
Las ventanas bien cerradas para retener mejor la noche
Esperas.
El bebé se despierta de sus sueños torturados
La muerte, tierna nodriza, le aguarda
Y tú, madrecita, te regocijas.
***
No uses como cebo
El alma pálida de un cerdo
Para atraer a los ancianos
Que huelen a pescado.
Sobre todo durante la semana.
No arranques los gargajos
De las bocas de los niños
Que venden su trasero
A los asnos
No manosees las blandas tetas
De los impúdicos monos
Podrían tomarte
Sin excusa y sin ardor
Por su hembra.
***
El dulce ojo de la cocinera
Cuece en un espeso caldo.
Las piernas torcidas de la cocinera
Cuelgan como un amuleto
Y golpean contra la pared llena de cucarachas
Al ritmo de nuestros gritos ansiosos
Mientras tanto tú trinchas el diablo de sus ojos
De sus ojos de perro fiel.
***
Sube conmigo las escaleras de bajada
Muchachas con las piernas abiertas ríen en los peldaños
Ofrecen su pescado cambian de posición
Nos siguen con sus risas
A pesar de nuestro pudor.
Ven conmigo a la casa de la muerta
Tendida en mi cama, a medio pudrir
Ella escucha a los niños durante sus juegos inocentes y espía a los viejos mientras cuenta sus excrementos.
Las velas ahuman la habitación murmurante
Ocultando a la muerta de la concurrencia
La muerta que observa los muebles y a los vivos
Desde hace diez o quince días
O tal vez desde siempre.
***
He plantado una mano de niño
Pálida por la enfermedad, llena de parásitos
En mi jardín de árboles en flor.
La he enterrado muy honda en el fétido suelo
La he regado bien, la he rastrillado, le he dado un nombre
Sabedora de que una virgen brotará de ese lugar
Una virgen radiante de luz y vida
Una fe nueva en los lugares antiguos.
***
El ojo de cristal de mi portera
Colgaba de la lámpara de bronce
Colgaba soñador sujeto por las pestañas
El ojo de mi portera ennoblecido por el vino
Se balanceaba graciosamente, graciosamente
Toda la noche a un palmo de mi nariz
Me miraba fijamente pasmado y sin pestañear
Ojo húmedo de sonrisas vivificantes
Que fecundaba mi matriz avara
Con su orina.
***
Llegan a pesar mío hasta mi mundo de encamado
Los espasmos que hacen vibrar tu cuerpo de obeso.
Ahí estás para sufrir, insatisfecho,
Torturándome con tus ojos entre mis sábanas de enfermo
Temblando tus carnes de emoción.
Mi silla de ruedas te ignora en su rincón
Recordándote mis pálidas piernas, sin hueso.
Mis vestidos te atraen desde el armario entreabierto,
Mas sus embriagadores perfumes no te dicen mi suplicio.
Todas las noches me encierro en mi sueño enfermo
Para no escuchar tus ronquidos obscenos
Mientras tú te relajas, te sacias, te diviertes
Violando al perro.
***
Niño en un tren
El miedo se le agarra a la garganta, le toma la mano
Su madre muerta se apoya en sus hombros
A uno y otro lado
Él le jadea dulces palabras de muerta asfixiada
Le empuja hacia la carretera por la que pasa corriendo
Y aspira su último aliento.
***
Hay sangre en la pared
Silueta de un hombre que ha sido
Muletas caídas que no volverán a cojear
Revoltijo de camas sobre hombres destrozados
Y el silencio instalado en el hospital que una bomba
Ha destruido.
***
Quiero dormir contigo codo a codo
Entremezclados los cabellos
Anudados los sexos
Con tu boca como almohada.
Quiero dormir contigo espalda con espalda
Sin aliento que nos separe
Sin palabras que nos distraigan
Sin ojos que nos mientan
Desnuda.
Quiero dormir contigo seno contra seno
Exaltada y sudorosa
Relumbrante de estremecimiento
Devorada por la loca inercia del éxtasis
Descuartizada sobre tu sombra
Martilleada por tu lengua
Morir feliz entre tus dientes picados
De conejo.
***
¿Qué es mi mano?
¿Me la debo cortar para sonarme mejor?
Mi mano ha parido un enano.
¿Pero qué es un enano?
¿Se bebe éste el suave caldo de las lícitas voluptuosidades?
¿Debo matarle antes de que me chupe el dedo?
¿O quizá debería enmarcarle
Y colgarle como amuleto
En mi tejado?
***
Oh Dios, tú que vuelas con alas prestadas
No te rías de mis humildes plegarias.
Me he untado la piel con el excremento de los leprosos.
Me he arrancado mis uñas encarnadas
Y moradas de rabia
Y temblando ante tus ángeles risueños
Me contorsiono para impresionarte
Señor.
***
El cadáver de mi abuela
Conversa al aire libre
Con la lechuza de largas pestañas
Y el duro cielo del invierno.
Mi abuelo vela a su esposa
Mi madre enjuga sus lágrimas
Mi padre le chupa los pies
Y yo toda desnuda en el río
Ahogo mis piojos.

Joyce Mansour (Desgarraduras, 1955)
Traducción: Eugenio Castro



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