Jesús Pardo traza un descarnado retrato de la posguerra franquista
El autor sitúa 'Bajas esferas, altos fondos' en Londres y Madrid
Andrea Aguilar
Madrid, 23 de junio de 2005
El Chicote, donde presentó su libro a la prensa Jesús Pardo, "no era un bar corriente, era un putódromo total". Ayer por la mañana lucía como una animada cafetería de la Gran Vía madrileña. Ante una de sus mesas el periodista y traductor aseguraba que, como en el caso de este establecimiento, el tiempo no ha pasado en balde y poco queda de la España franquista en la que sitúa su última novela: "Sólo queda resentimiento entre la gente que añora el régimen".
Sin embargo, Pardo no duda del valor testimonial de aquel tiempo. "Es muy importante que los viejos contemos lo que hemos visto en España. Aquélla fue una época, no hace falta exagerar, dura. Las cosas no funcionaban y el clasismo lo envenenaba todo. Había una estúpida obsesión por no ofender una supuesta superioridad, aquello de no sabe usted con quién está hablando. En la novela hago un retrato de gentes cuya mente funcionaba por parámetros extraterrestres". Bajas esferas, altos fondos gira, en pleno apogeo del franquismo, en torno a tres escenarios: la Embajada de España en Londres, la redacción "inventada" de un diario madrileño y una villa inglesa "inventada también" -según puntualizó el autor, corresponsal durante 20 años del Diario Madrid en la capital inglesa-. "El libro no tienen ningún retrato individual, es un retrato de ambiente. Invento personajes a los que achaco cosas que he visto".
Amores, crímenes, intrigas y abusos se suceden en los subargumentos de la novela "que se juntan, aunque al final, como en la vida, no se resuelve nada". El autor reconoce que la lascivia y avaricia que asoman entre los personajes no son únicas de aquel tiempo: "Lo que ha cambiado es la forma de verlo y de administrarlo". Dice Pardo que ha situado su historia en el espacio que omitió Cela en La colmena. "Aquella novela trataba de gente madrileña, no incluía a diplomáticos, ni periodistas. Cela se los comió porque no encajaban en la estructura de su historia. Yo he intentado complementarlo con lo que he vivido".
De aquel tiempo, Pardo recuerda "la animada vida nocturna de Madrid". El ambiente diplomático lo describe como "endogámico", y no duda del desprecio que los funcionarios españoles despertaban en el extranjero. "Todos provenían de un mismo origen social y su nivel intelectual era muy, muy bajo. Los gobernantes británicos sabían que hablaban con los limpiabotas de un dictador. Se les despreciaba políticamente porque se sabía perfectamente qué número calzaban".
La nueva novela supone otra vuelta de tuerca sobre la experiencia vital del autor de la cruda autobiografía Autorretrato sin retoques. "Este libro es un ajuste de cuentas conmigo mismo. Yo fui un franquista convencido hasta los 25 años, era un auténtico Blas Piñar en pequeño que creía que Franco era un salvador, hasta que conocí la democracia inglesa".
Firme defensor del ejercicio de la memoria sincera, Pardo reivindica la valía de hablar de la posguerra. "El retrato de aquella época implica mojarse un poco, y aquí hay un miedo cerval a contar la verdad". Un miedo cuyas raíces sitúa en la Inquisición. "Es la idea de que la verdad sólo es para Dios. Casi no hay grandes memorialistas católicos. Yo en mis memorias sí conté la verdad".
* Este artículo apareció en la edición impresa del jueves, 23 de junio de 2005.
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