Haruki Murakami |
Haruki Murakami
El guardián entre los árboles
como fenómeno
Rodrigo Fresán18 de junio de 2005
EN Haruki Murakami and the Music of Words (Harvill, 2002), el especialista y traductor al inglés Jay Rubin describe los efectos casi radiactivos que provocó, en el Japón de 1987, la publicación de Tokio blues. Algo muy parecido a lo que sucedió -y continúa sucediendo- en Estados Unidos con El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger: el libro como sagrada escritura. A saber: cuatro millones de ejemplares vendidos -tres y medio de ellos durante el primer año- convirtieron al hasta entonces cult Murakami en un fenómeno de masas. Los estudios concluyeron que los lectores abarcaban tanto a chicas adolescentes como mujeres de sesenta años y hombres de cuarenta. A unos los acompañaba en su juventud, a otros se las recordaba como si se tratara de una virtual máquina del tiempo, y todos declaraban que la novela les "producía una irrefrenable necesidad de hacer el amor". Presentado en dos pequeños volúmenes -uno rojo y otro verde- inspiró a sus fans, conocidos como "La Tribu Noruega", a vestirse de uno u otro color para así "comunicar" a sus "hermanos" en qué parte del libro estaban. Se pusieron de moda los pósters de bosques. Se lanzaron un vino, chocolates y un té: todos llamados Madera Noruega. Una versión muzak de la canción beatle ascendió al primer puesto. Mientras tanto, claro, los primeros seguidores de Murakami -los que añoraban en este libro las atmósferas alucinógenas de sus inicios- lo acusaban de haber sucumbido a la tentación de una sencilla love-story. Murakami, por su parte, se negó a aparecer en comerciales, rechazó ofertas para el cine, se cansó de ser perseguido por lolitas convencidas de que él era Toru, y huyó al autoexilio (no volvería a Tokio hasta el terremoto de Kobe y los atentados con gas sarín) para, lejos, escribir Dance Dance Dance: secuela de La caza del carnero salvaje. Otra novela -como Al sur... y Kafka...- con canción en su título y retorno a sus tramas más extremas y metafísicas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 18 de junio de 2005
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