Petro según Osurna |
Salomón Kalmanovitz
La contienda electoral
"Quiero ser claro que no apoyo para nada a Gustavo Petro y que no confío en su juicio ni en sus promesas de campaña."
4 DE MARZO DE 2018
Vi con estupor cómo en las redes sociales aparecían citas de mi columna pasada seguidas de “Petro presidente”. ¡Noticias falsas! Quiero ser claro que no apoyo para nada a Gustavo Petro y que no confío en su juicio ni en sus promesas de campaña. Su paso por la Alcaldía de Bogotá dejó las finanzas de la capital seriamente deterioradas.
Su mandato estuvo caracterizado por la ineficiencia, como lo atestigua el dejar obras inconclusas por un billón de pesos. De sus promesas incumplidas, vale resaltar los colegios (solo entregó diez de 86 prometidos), los jardines infantiles (57 de 456), vivienda (3.000 de 70.000), la mitad de Metrocable, un tercio de las ciclovías y puestos de salud (sólo diez de 167), según cifras de Antonio de Roux.
En especial, el Acueducto fue desviado de su misión principal, que es asegurar la provisión del precioso líquido hacia futuro, por el negocio de las basuras, comprometiendo sus recursos de manera irresponsable, mientras que regalaba el agua como si sobrara. Así mismo, los subsidios que otorgó por el uso de Transmilenio y del SITP los arrojaron por una senda de pérdidas sistemáticas. Si así fue manejando un presupuesto de unos $17 billones del distrito capital, ¿cómo será administrando el de la Nación por $236 billones?
Aunque Petro aduce estar muy en contra de la corrupción, 96 % de su contratación fue a dedo, lo cual es un incentivo irresistible para hacer operaciones chuecas. En esta campaña, el candidato anda prometiendo educación y salud gratuitas, estatizar y aumentar las pensiones, hacer uso selectivo de expropiaciones, sin comprometerse con la estabilidad de los precios ni con la sanidad fiscal. Mantener los equilibrios macroeconómicos es un bien público por excelencia que protege los ingresos de la población y garantiza el aumento paulatino de los salarios reales, algo que se perdió totalmente en el socialismo del siglo XXI en Venezuela y parcialmente en la Argentina de los Kirchner.
La columna, “El desarrollo económico”, la escribí después de investigar el tema para aportarle al plan económico de Sergio Fajardo a la Presidencia. Su programa se compromete con la estabilidad macroeconómica y con aumentos del gasto público si logra hacer aprobar una reforma tributaria progresiva para financiarlo sanamente; además, buscará liberar recursos de la corrupción (nueve billones al año). Al no aceptar contribuciones de contratistas para su campaña, estará en condiciones de adelantar obras públicas con base en licitaciones abiertas, aprobando las propuestas más meritorias que ofrezcan las garantías de su ejecución plena.
El eje fundamental del programa de Fajardo será la educación, apropiando 10 % de las regalías para la inversión y acopiando más recursos del presupuesto para los rubros de ciencia, tecnología y cultura, hasta alcanzar un billón de pesos al finalizar el cuatrienio. Un complemento que lubricará el crecimiento económico será el de las obras de infraestructura prioritarias, en los que el candidato construye sobre lo construído, terminando las autopistas, en especial sus entradas a las ciudades, recupera la red ferroviaria e impulsa la construcción de vías terciarías. Habrá programas destinados a las medianas y pequeñas empresas, apoyando el emprendimiento con programas, fondos y ventanilla única.
No hay grandes promesas, pero sí ajustes importantes para el funcionamiento más limpio del Estado que pueden apalancar el desarrollo económico de Colombia.
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