Carol Ann Duffy
Salomé
Versión de Gustavo Osorio de Ita
Lo he hecho antes
(y sin duda lo haré de nuevo
tarde o temprano)
desperté con una cabeza en la almohada junto a mí – ¿de quién¿
¿qué importaba?
Apuesto, claro, cabello oscuro, más bien mate;
la barba rojiza varios tonos más clara;
con profundas líneas alrededor de los ojos,
de dolor, supongo, quizás risa;
y una hermosa boca carmesí que obviamente sabía
cómo halagar…
la cual besé…
Más fría que el peltre.
Extraño. ¿Cuál era su nombre? ¿Peter?
¿Simón? ¿Andrew? ¿John? Supe que me sentiría mejor
para el té, pan tostado, sin mantequilla,
así que llamé a la mucama.
Y, en efecto, su inocente repique
de tazas y platos,
su aclarar el embrollo,
su patrón regional
fueron exacto lo que necesitaba –
con resaca y varada como estaba de la noche en el maltrato.
¡Nunca más!
Necesitaba limpiar mi acto,
alistarme.
Cortar la botella y los cigarrillos y el sexo.
Si. Y en cuanto a lo último,
era tiempo de botar al tipo,
ser cazador o presa,
quien había llegado como un cordero al matadero
a la cama de Salome.
En el espejo, vi mis ojos relucir.
Aventé las pegajosas sábanas rojas,
y ahí, como dije – y la vida no es una perra –
estaba su cabeza en una bandeja.
***
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