No hay alrededor ningún conejo blanco que llegue tarde, ni Sombrerero o Gato de Cheshire alguno, pero ahí está sentada y con un té en la mano ¡la bisnieta de Alicia! Es imposible no sentir una instintiva corriente de simpatía por la descendiente de la jovencita que inspiró a Lewis Carroll para crear a la protagonista de Alicia en el país de las maravillas y la continuación de sus aventuras, Alicia a través del espejo.
Vanessa Tait (Wiltshire, 1971), bisnieta de Alice Liddell (Westminster, 1852), es la portavoz de la familia y la autora de una novela que aparecerá en julio, The Looking Glass House, sobre la relación entre Carroll y la niña de 10 años —una relación que ha hecho correr ríos de tinta—. Está contada desde el punto de vista de la institutriz, la señorita Prickett, también un personaje real. Tait ha participado en el festival Kosmopolis en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), que ha conmemorado los 150 años del nacimiento literario de Alicia.
“He buceado en los recuerdos y la historia de la familia para escribir la novela, resultado de 10 años de investigación”, explica Tait, una joven atractiva y simpática de aspecto definitivamente nada victoriano pero de soñadores ojos castaños y larga trenza. “Heficcionalizado los hechos y los cuento desde la perspectiva de la institutriz, una mujer naíf a la que Carroll utilizó para acercarse a las niñas Liddell a su cuidado”.
Tait dice que Carroll (seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson) tenía un lado oscuro, “muy raro”, y está segura de que en la relación del escritor con Alice, a la que convirtió en su heroína, había algo más que sentimientos inocentes. “Carroll era increíblemente encantador pero también muy calculador, hacía que las niñas se lo pasaran muy bien y cautivó a la institutriz”. ¿Qué se cuenta en la familia sobre esa situación? “Mi familia tiene cartas privadas de las que se desprende que Lewis Carroll quería casarse con Alice, aunque nunca hizo proposiciones. En una de esas cartas, de su hermana mayor, Lorina, a Alice, cuando ambas eran ya ancianas, se menciona que el escritor era demasiado afectuoso con esta y la sentaba sobre sus rodillas. La madre de mi bisabuela habló con Carroll del tema del afecto excesivo, que le preocupaba, y este al parecer se enfadó y, ofendido, dejó de acudir a casa de los Liddell. El tema está abierto a muchas interpretaciones”. Ya, pero ¿qué cree ella? “Creo que sí, que la quería, que aspiraba a casarse con Alice —se especula con que pidiera su mano a los 11 años (entonces él tenía 31)—, pero que nunca forzó los límites”. ¿Los nuestros o los victorianos? “Es cierto que los nuestros son mucho más estrictos en lo que a la relación con menores se refiere. Pero yo diría que ni los unos ni los otros”.
¿Qué opina de la afición de Carroll de hacer fotos de niñas desnudas? Por muy amigo de los prerrafaelitas que fuera, eso nos suena hoy a pedofilia... Tait medita la respuesta. “Creo que era un hombre extraño, muy reprimido, con un interés excepcional en las jovencitas, a las que convertía en sus amiguitas ideales, pero no creo que fuera más allá. En todo caso, Alice lo recordó siempre con afecto”.
¿Qué se siente al ser bisnieta de Alicia? “Es fantástico, soy muy afortunada. Considero que me ha tocado una lotería genética, y es muy inspirador para escribir”. ¿Le suceden cosas extrañas? Tait ríe abiertamente. “Definitivamente, te predispone a la vida artística”. ¿Cuándo lee las aventuras de Alicia siente afinidad con el personaje, algo familiar? "Creo que lo realmente fantástico es que todos nos sentimos identificados con Alicia al leer los libros". La bisnieta apunta que el secreto de las novelas, que adora, es que traducen muy bien la extrañeza de la entrada en el mundo de los adultos. "Son verdaderas historias de iniciación, esa es la clave. Por otro lado, el interés del autor por los problemas lógicos y por lo grotesco le añade otras capas fascinantes". ¿Habrá influido en ese mundo extraño la ingesta de sustancias psicoactivas de algún tipo? "Hongos no, pero opio, que se usaba entonces medicinalmente, es posible".
La bisnieta dice que, pese a que fuera un hombre tan complejo, no dudaría un momento en abrirle la puerta a Lewis Carroll. “Le daría las gracias por escribir un libro que cambió mi vida y lo invitaría a una taza de té”.
Antes de despedirnos le ofrezco unas galletas que he comprado en un colmado marcadas como Magic Creams. A ver qué pasa. Le hace mucha gracia, pero no las toca. “Suelo dárselas a probar a alguien antes”, bromea.
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