jueves, 26 de marzo de 2015

John Bayley / Memoria de Iris Murdoch

John Bayle y su esposa Iris Murdoch


Memoria de Iris Murdoch

El matrimonio con Iris Murdoch fue como el de dos niños, 

tierno y sin sexo


26 de marzo de 2015
José María Puig de la Bellacasa


El crítico literario John Bayley fue inseparable de su mujer, la novelista Iris Murdoch, sobre todo cuando enfermó de Alzheimer y la cuidó con verdadera devoción. Lo contó en su libro Elegía por Iris.


Bayley fue un crítico brillante, polémico y singular. Tenía el don de leer desde tal distancia a los escritores que los lectores de sus críticas se sentían a gusto y, tal vez, creían ser más inteligentes y perspicaces. 

Nació en Lahore, donde trabajaban sus padres y se educó en Eton y en el New College. En su primera novela, In another country (1954), se inspiró en sus experiencias durante la Segunda Guerra Mundial, en la que sirvió en compañías de granaderos y en los servicios de inteligencia.

Enseñó en Oxford y en el New College, con gran agrado por parte de catedráticos y estudiantes a pesar de sus maneras poco convencionales y vestimenta singular, sin temor a ser visto como un dandi. 

John Bayley se enamoró de Murdoch cuando la vio paseando en bicicleta a través de una ventana de un college en Oxford y se casaron en 1956. 

En su biografía dijo que a él apenas le interesaba el sexo, mientras que Iris mantuvo varias aventuras. Fue un matrimonio basado en la ternura aunque extraño, casi entre dos niños, de forma que Bayley dijo un día que "estoy casado con la mujer más inteligente de Inglaterra y la verdad es que nunca hemos sostenido una conversación seria".

No les importó vivir en una casa desordenada, casi sórdida, donde observaban a las ratas, que miraban más por distracción y diversión que con sensación de disgusto. Se bañaban en una diminuta piscina en el jardín, bajo la atenta mirada de una estatua de Neptuno.

Mientras Iris empeoraba, John, que rechazaba que la cuidaran otras personas. Al año de ser viudo, se casó con su amiga Audhil Villiers, que adecentó la casa y puso orden en el caos. 

John dijo de Iris: "Sus lágrimas parecen significar todo un mundo interior cuya entrada quiere impedirme y, a la vez, quiere protegerme de él".

John quiere y no quiere a la vez penetrar en ese mundo que le obsesiona y permanece en el cerebro de su esposa. 

Mientras agonizaba Iris le dice a su biógrafo que está "entrando en las tinieblas". A John la situación le parece de una terrible lucidez aunque le gusta pensar que está hecha de cosas dichas por un niño para diversión de sus padres y amistades.Añade que "sólo la memoria alberga la realidad", 

John posee el don de sentir que cada día están más cerca el uno del otro, más juntos, de lo cual se alegra a pesar que sienta también que son como un par de zapatos desparejados o sueltos en el jardín. Recuerda a Keats en Hyperion, "donde cayó la hoja muerta, allí reposó".

A finales de 1997, la mañana del día de Navidad aparece silenciosa y vacía. El paseo por Kensigton Gardens, por calles desiertas donde vivieron Thackeray, James, Browning o Eliot, le hace sonreír a Iris. 

Sólo se ve un perro que salta alegre, se oye el tañer de una campana. No hay necesidad de recordar porque el ritual de esa mañana (en un lugar donde para la pareja hubo un día memoria), es real para ambos. Los tranquilos rayos de sol preludian la primavera. Ella sonríe y siente "una paz que el mundo no puede dar". 

John piensa que la vida se limita a ser la misma y nunca ha cambiado. 

Hemos nacido, como dijo Wittgenstein, para vivir sólo de un día para otro. La pérdida de memoria de Iris fue, de algún modo, también, la de John.


LA VANGUARDIA





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