Diez años después de su muerte, la editorial Farrar, Straus & Giroux acaba de publicar The Letters of Ted Hughes, una recopilación de la correspondencia del poeta que incluye esta carta que le envió a su suegra, Aurelia Plath, en marzo de 1963, un mes después del suicidio de su esposa, Sylvia Plath.
"No quiero ser perdonado nunca."
Ted Hughes
"Si hay una eternidad, en ella estaré condenado."
Ted Hughes
Ted Hughes
SANGRE DE AMOR CORRESPONDIDO
15 de marzo de 1963
Ts Lilly Library
Querida Aurelia,
No me ha sido posible escribir esta carta antes. Jean, la nana, es maravillosa con Frieda y Nick, y ya tiene una relación cercana con ellos, especialmente con Nick. Es mejor de lo que yo pensaba que iba a ser. Ahora que se acostumbró a nosotros no es tan tímida. Viene de un pequeño pueblo de la costa de Dorset, y es dueña de una verdadera paz y seguridad campestre. Nick volvió a ser el de antes, camina con pasos raros y dice palabras raras. Frieda ha empezado a hablar con frases largas, y habla constantemente. También es mucho menos egoísta ahora que se está calmando, y cuando tenemos invitados los saquea y le lleva todo a Nick. No es algo malo para ella tener a alguien tan calmo como Jean. Sería desastroso que la perdiera ahora.
Nunca me recuperaré del shock, y no quiero hacerlo particularmente. Vi las cartas que Sylvia les escribió a mis padres, e imagino que le habrá escrito cartas similares, o peores, a usted. Las condiciones particulares de nuestro matrimonio, el casamiento de dos personas tan abiertamente bajo el control de profundas anormalidades psíquicas, significó que finalmente nos redujimos el uno al otro a un estado en el que nuestras acciones y estados mentales normales eran como la locura. Mi intento de corregir ese matrimonio es locura de principio a fin. La manera en que ella reaccionó a mis actos también tiene toda la apariencia de una especie de locura –su insistencia en un divorcio, lo único en este mundo que no quería, la hostilidad orgullosa y el odio, los actos malévolos, cuando todo lo que quería decirme, simplemente, era que si yo no volvía con ella, ella no quería vivir–.
Sólo en el último mes nos hicimos repentinamente amigos, más cercanos de lo que habíamos sido por dos años más o menos. Todo parecía prosperar para ella, y empezamos a tener momentos felices juntos. Entonces de repente su libro sobre su primera crisis emocional salió, cincuenta otros detalles infernales se pusieron en su contra, se sobreagitó, me rogó dejar el país porque no podía soportar vivir en la misma ciudad, mi presencia debilitaba su independencia, y así, después sedantes muy fuertes, y después esto. Si yo no hubiera estado tan ciegamente envuelto en la lucha con ella, ¡qué fácil me hubiese resultado ver todo esto! Y yo había llegado al punto de decidir que podía reparar nuestro matrimonio. Ella había estado de acuerdo en detener el divorcio. Ese fin de semana había cancelado todos mis compromisos para los siguientes quince días. Le iba a pedir que viniera el lunes, para irnos de vacaciones a la costa, a un lugar donde no habíamos estado antes. Piense en cómo debió ser para mí también. Estábamos muy ciegos, los dos estábamos desesperados, éramos estúpidos y orgullosos, y el orgullo nos hizo oblicuos, a ella especialmente. Sabía que Sylvia estaba hecha de un material tal que necesitaba darles un castigo terrible a las personas que más amaba, pero todo el mundo es un poco así, y sólo hacía falta inteligencia de mi parte para lidiar con eso. Pero las dificultades causadas por eso, el hecho de que en la superficie la situación no era más difícil que la normal para parejas separadas –era mejor que la mayoría por el hecho de que ella tenía dinero, fama, planes de prosperar y muchos amigos–, todas estas cosas retrasaron los movimientos de nuestra reconciliación.
No quiero ser perdonado nunca. No intento decir que quiero convertirme en un altar público de duelo y arrepentimiento, antes preferiría convertirme en lo contrario. Pero si hay una eternidad, en ella estaré condenado. Sylvia era uno de los mayores y más verdaderos espíritus vivos, y en sus últimos meses se había convertido en una gran poeta, y ninguna otra mujer excepto Emily Dickinson puede empezar a compararse con ella, y ciertamente ninguna poeta norteamericana viva.
Así que ahora tengo que cuidar de Frieda y Nick y usted no tiene que preocuparse por ellos. Le escribiré tan frecuentemente como pueda sobre ellos. Frieda acaba de irse al colegio –se despierta gritando para que la lleven, y allí le va muy bien, se integra bien y tiene dos amigas especiales–. Jean está acostando a Nick. Esta nana cuesta sólo seis libras por semana y hace absolutamente todo. Tiene un día y medio libre por semana.
No sabía cómo empezar esta carta y ahora no sé cómo terminarla. Le escribiré de nuevo, y le contaré mis planes.
Con amor
Ted
Radar, Página 12, 19 de octubre de 2008
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-4886-2008-10-19.html
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