domingo, 13 de junio de 2021

Adulterio, ambición literaria y penurias, con remite de Elias y Veza Canetti


Elias Canetti (1905-1994), premio Nobel de Literatura en 1981, en una imagen de 1972.
Elias Canetti (1905-1994), premio Nobel de Literatura en 1981, en una imagen de 1972.CORTESÍA DE GALAXIA GUTENBERG / CÍRCULO DE LECTORES, DEL LIBRO

Adulterio, ambición literaria y penurias, con remite de Elias y Veza Canetti

‘Cartas a Georg. Amor, literatura y exilio en tiempos oscuros’ reúne la correspondencia del premio Nobel y su esposa con el hermano menor del escritor


ANDREA AGUILAR
8 de junio de 2021

Se conocieron en un concurrido evento cultural de la Viena de 1924: una de las lecturas-actuaciones del crítico Karl Kraus. Ella era una muchacha culta y atractiva, que tenía algo de “miniatura persa”, como recordaría él muchos años después en sus memorias. Venetiana Taubner-Calderon, Veza, tenía madre sefardita, igual que el entonces aspirante a escritor y estudiante de química Elias Canetti, a quien llevaba ocho años, y con quien acabaría conformando una pareja a prueba de crisis nerviosas, bombas y adulterios, porque de todo hubo en sus casi tres décadas de matrimonio, hasta la muerte de Veza en 1963.

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Pero cuando se produjo aquel primer encuentro en 1924, Elias vivía con su hermano menor, Georg, en Viena, y son precisamente las cartas que la pareja le dirigió en la década siguiente y hasta 1948 lo que permite conocer de cerca y casi en directo sus conflictos, ansiedades y penurias. Cartas a Georg. Amor, literatura y exilio en tiempos oscuros (Galaxia Gutenberg), que llega mañana miércoles a las librerías, reúne aquellas misivas. Y también muestra la fe inquebrantable de ambos en que Elias Canetti triunfaría y su férreo empeño en dedicarse a la literatura por encima de todo. En 1981 el autor de Masa y poder, un estudio fundamental sobre las fuerzas que rigen las sociedades, y de la novela Auto de fe, se alzaría con el Nobel.

Elias Canetti y Clement Glock, en Bryanston, en 1948.
Elias Canetti y Clement Glock, en Bryanston, en 1948.
El nuevo volumen recorre en 162 epístolas el ascenso del nazismo y la marcha de Elias y Veza Canetti de Viena a Londres, unos meses antes de que comenzara la II Guerra Mundial, también el duro inicio de su vida en Inglaterra hasta que logran establecerse, el trabajo de él empieza a ser reconocido y conectan con un amplio círculo de intelectuales. Desde Viena, en marzo de 1938, Veza escribe a su cuñado que estudia medicina en París: “Aquí la gente es clasificada en arios, semi-arios, perros y judíos. De los perros se ocupa la Sociedad Protectora de Animales. Ya podrá imaginarse, pues, qué contentos nos ponemos cuando recibimos cartas suyas o de mi hermano y vemos que ustedes se preocupan por nosotros. No, no puede imaginárselo, es algo que hay que haber vivido”.

La escritora Venetiana Taubner-Calderon (1897-1963),
más conocida como Veza,
se casó en 1934 con Elias Canetti.


Una autora olvidada

Las cartas —publicadas con un prólogo de Ignacio Echevarría y escritas originalmente en alemán y en inglés— descubren a la brillante escritora que Veza fue, una mujer que no consiguió el éxito con sus novelas (dos de ellas, La calle amarilla y Las tortugas, están traducidas al español), que volcó toda su apabullante fuerza en su esposo y que en los últimos años ha sido reivindicada como una autora olvidada. Veza firma más de un centenar de las epístolas reunidas en el volumen y en ellas expresa sin disimulo su desespero, su inmenso afecto por Georg y sus tejemanejes con las amantes de su esposo. “En Viena en 1937, tu hermano fue una vez a un baile de máscaras. ‘Hay una rubia atractiva’, me dijo. ‘¿Qué puedo hacer para que piense que soy un hombre de mundo?’ me preguntó. Y yo con una sonrisa conocedora le expliqué a tu hermano cómo abordar a la rubia. Y lo hice tan bien que todavía la tengo encima aquí en Londres”, escribe a su cuñado en los años cuarenta a propósito de Friedl Benedikt, novelista que bajo el pseudónimo de Anna Sebastian logró triunfar en el Londres de posguerra, discípula y admiradora de Canetti con quien mantuvo una intensa relación.

En 1934 Veza ya escribió a Georg a propósito de otra de sus amantes, la hija de Alma y Gustav Mahler, Anna: “El Canetti ya es un pelmazo hecho y derecho y muy egoísta, destetado e independiente, sabe arreglárselas muy bien sin mí. Me quiere, pero quiere más a Anna y quién no la querría. Yo misma he sucumbido a ella por completo”. Y añade: “Me asegura que soy una buena madre para él y una escritora por añadidura, porque lo soy”. Años después desde Londres, vuelve a tratar de reafirmarse y explica: “Hoy quiero que sepas por qué he luchado; no soy una maniática que ve siempre el lado oscuro de las cosas, soy valiente y perspicaz, valiente hasta un grado que nadie se imagina; excepto tu hermano. Sí, debo decir esto en su favor, nunca me abandonaría ni traicionaría ni me humillaría. Sin embargo, cuando le entraban ganas de estar con ella en los pubs, bebiendo durante el Blitz mientras yo lo obligaba a refugiarse conmigo en la cocina, él seguía pensando que ella era estupenda y yo no era sino una mujer miedosa”.


Carta de Veza Canetti a su cuñado Georg, fechada el 29 de noviembre de 1937.
Carta de Veza Canetti a su cuñado Georg, fechada el 29 de noviembre de 1937.
El propio Canetti era consciente del papel maternal que Veza ocupaba tras su ruptura con su verdadera madre, unos años antes de conocer a su esposa. Sobre la matriarca Canetti escribe a su hermano en 1934: “Estoy tan en las manos de ella como muchas otras personas están en las mías. Lo que ella es en la vida, una araña que fascina (digo esto por teleraña y sin ninguna connotación negativa) yo lo soy en mis libros”. Y añade que de esa red que Mathilde Canetti tejió le salvó Veza, “que es una persona igualmente interesante, pero mejor que mamá”.

Por su parte Georg cuidó de su madre, y se convirtió en un destacado especialista en tuberculosis, una enfermedad que padeció y por la que sufrió numerosas crisis, reflejadas en las cartas que le dirigen. También hay en ellas muchos requerimientos para que envíe dinero, haga colectas entre los familiares, y pida fondos al tercer hermano Canetti, Jacques, destacado promotor cinematográfico y gran empresario musical que apostó por la chanson.

El doctor Georg Canetti a finales de los años cuarenta.
El doctor Georg Canetti a finales de los años cuarenta.
Ya instalado en Londres en la posguerra Elias Canetti comparte con su hermano lecturas y pareceres: “Te escribo en alemán ¿no te resulta desagradable, verdad? Las lenguas posteriores se fueron superponiendo todas, a decir verdad, también el alemán; lo que más me gustaría es escribir en español, pero nuestro español antiguo, ríete. Resulta extraño que durante la guerra los dos por separado hayamos frecuentado la literatura española. Yo quería recomendarte a Gracián, pero también a Quevedo, un autor satírico que es casi tan grande como Swift. Ahora no pasa una semana en la que no lea un poco de español”.




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