Juan Marsé: «He creído mejor para todos no prodigarme en el relato»
El escritor publica casi toda su narrativa breve en 'Colección particular' (Lumen)
7 de abril de 2017
Es un género al que no se ha dedicado apenas, pero que maneja con la maestría del narrador natural que es. En Colección particular (Lumen), que se publica ahora bajo la supervisión de Ignacio Echevarría, autor a su vez del prólogo, se reúne casi toda la narrativa breve de Juan Marsé (Barcelona, 1933). Son nueve relatos y un esbozo inédito de guion cinematográfico. Marsé había publicado hasta ahora dos volúmenes de cuentos: Teniente Bravo (1987) y Cuentos completos (2002).
Como explica Echevarría en su nota introductoria, en la edición definitiva de Teniente Bravo (que es, en rigor, el único libro de relatos de Marsé) se reunían tres piezas. Echevarría considera los tres relatos, cada uno a su modo, «magistrales». Aunque no deja de constatar que son «una rareza» en la carrera del autor de Si te dicen que caí, ante todo novelista: «Canas al aire de un novelista tentado ocasionalmente (ya sea por razones alimenticias o de amistad, por simple capricho o por no saber esquivar las solicitudes de antólogos o de directores de revistas y suplementos literarios) de escribir un cuento, siempre con la mente puesta en la siguiente novela».
Así pues, ¿qué añaden estos cuentos a la obra del escritor barcelonés? En algunos es posible seguir el rastro de las novelas del catalán. «Historia de detectives», dice Echevarría, es «una perfecta miniatura del arte novelístico de Marsé, como lo es también, de manera a la vez más imperfecta y más sofisticada, ‘El fantasma del cine Roxy'». La importancia que las narraciones orales tienen en la literatura de Marsé es notable en textos como el mismo «Teniente Bravo», cuya base es una anécdota que el propio Marsé contaba una y otra vez a sus amigos, hasta que la puso por escrito.
Pregunta.- ¿De dónde surgió la idea de compilar su narrativa breve?
Respuesta.- La idea surge de Silvia Querini, la editora de Lumen, apoyada por Ignacio Echeverría. En la selección de los relatos hice valer mis preferencias, pero no hubo discrepancias, y pude corregir a mi gusto. Así que lo verdaderamente inédito en este volumen son las correcciones.
P.- ¿Qué criterio tuvo para elegir los textos? ¿Quería que el libro fuera de alguna manera un repaso a su trayectoria como narrador?
R.- No sé si el libro define mi trayectoria como narrador, eso es mucho decir, pero contiene tres cuatro temas recurrentes en mi obra, creo yo. El más acusado sería el tema de la memoria colectiva y las trampas y manipulaciones contra los vapuleados desde el inicio de la dictadura franquista.
P.- Todo el mundo le considera un novelista, pero ¿qué papel tiene el relato corto en su producción literaria? ¿Qué tipo de historias le gustan para este género?
R.- Me gustan toda clase de historias cortas, soy un lector fiel a los cuentos. Desde los relatos de Guy de Maupassant, por poner un ejemplo, pasando por Chejov, hasta Rulfo, Onetti, Cheever, Capote, por citar unos cuantos. Mi vida como lector de relatos ha sido de lo más feliz. Pero como escritor he sido cauto: el relato corto es un género más difícil de lo que parece, y he considerado mejor para todos no prodigarme.
P.- Echevarría dice en el prólogo que estos relatos podrían leerse como un «vademécum» de su narrativa.
R.- Si lo dice Ignacio Echevarría seguramente es cierto. Es un crítico y estudioso de la literatura que sabe muy bien lo que se dice. A mí me falta perspectiva para añadir algo, pero, como le digo, existen temas recurrentes.
P.- El último texto del libro, la pieza inédita, tiene una historia particular: es una síntesis argumental, y no exactamente un cuento…
R.- En efecto, «Conócete a ti mismo, Fritz» es una sinopsis argumental para una película que nunca se rodó. Surgió de una conversación con Fernando Trueba, interesado en saber si yo tenía algo escrito expresamente para el cine. Le dije que no. Pero un día, revisando algunos proyectos que dormían en una carpeta, di con una historia de tres o cuatro folios que podía servir, y me puse a trabar en ellos y salieron unos veinte folios. Era muy sintético, no pretendía tener el empaque del cuento, le faltaba la atmósfera y el chispazo para ser un cuento, pero lo trabajé mucho para convertirlo en una sinopsis sólida y convincente. De ahí debía partir el guion cinematográfico. Pero nunca llegó a las manos de Trueba, porque nuestra relación de rompió.
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