Mara Derni
SOBRE HOMBRES Y MUJERES INFIELES
¿Cuán infiel puedes ser?
Lun, 14 nov 2011 7:16 a.m. EST
Quién, estando en pareja, no fantaseó alguna vez con hacer un paréntesis para vivir un romance fugaz que sacudiera la inevitable sensación de rutina marital? La que esté libre de pecado que tire la primera piedra… Pero mientras algunas personas se dejan caer en brazos de un tercero sin demasiados cuestionamientos, otros jamás se permitirían un engaño y nunca pasarían a la acción porque creen que dañarían su conducta intachable.
Como explica la psicóloga Ana Delgado, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), “la primera condición para una traición siempre va a estar determinada por la personalidad de cada uno. Hay gente que ante una situación de crisis no se le ocurre engañar, lo habla o se va. Mientras, otras engañan con mucho menos. Y eso claramente no los hace mejores ni peores personas”.
Las razones que la detonan son tan múltiples, variadas y complejas como el amor en estos tiempos. “Es cierto que una traición amorosa puede ser síntoma de que algo en la pareja no está bien, cuando uno de los integrantes se siente no deseado o no escuchado por el otro –analiza Delgado–. Pero muchas veces la infidelidad es una necesidad personal, con características narcisistas que poco tienen que ver con la otra persona”.
Fotografía de Annie Leibovitz |
INFIDELIDAD EN CLAVE DE GÉNERO
Mientras ellos prefieren encontrarse con su amante después del trabajo, argumentando generalmente alguna reunión demorada e “impostergable”, las mujeres se inclinan por generar el encuentro clandestino durante la jornada laboral, casi siempre durante la hora del almuerzo. ¿El lugar? El hotel alojamiento es el sitio elegido por hombres y mujeres para las citas de trampa. Pero si bien para ellos la casa de sus amantes es el segundo lugar privilegiado, las mujeres prefieren el auto. Y si las chicas alegan la falta de romanticismo como motivo de infidelidad, los varones argumentan falta de sexo y de variedad erótica con sus parejas legales como la principal razón del engaño. Estas interesantes diferencias, entre otras, arrojó el reciente estudio publicado por Ohhtel.com, el sitio de citas para personas casadas que desde 2009 suma en nuestro país más de 8.000 inscriptos.
Hombres que en promedio tienen 40 años y mujeres –en general– de 33 años, la mayoría con hijos (el 81 por ciento) que desean tener una amante ocasional o de tiempo completo. Una modalidad de búsqueda virtual que parece sumar cada vez más adeptos. Tanta es la demanda de citas tramposas, que desde septiembre ya está vigente Second Love, otra llamativa plataforma virtual para quienes pretenden una relación paralela y extramatrimonial. “Sientes que no estás segura de tus sentimientos y que tu vida se está convirtiendo en una constante rutina. Sabes que no quieres un cambio radical, pero sí necesitas algo nuevo, diferente y sólo para ti… La vida es corta, regalate un Second Love”, reza el speech de este nuevo sitio, con fuerte presencia en España, Italia, México y Brasil, que ya cuenta con nada menos que 11 mil usuarios, la mayoría –precisamente el 70 por ciento– son hombres que desean engañar a sus mujeres con alguien que esté en su misma situación “legal”.
Fotografía de Andrew Lucas |
CORAZONES INSATISFECHOS
Pero, ¿qué determina que alguien asuma la infidelidad casi como un modo de vida? ¿Se puede hablar de una tendencia a ser infiel? ¿Hay personalidades más vulnerables a engañar? ¿Existe algún factor genético u hormonal determinante? La psicóloga, docente de la Universidad Favaloro y magíster en psiconeuroinmunoendocrinología, Patricia Faur, insiste sobre la multipluralidad de factores que atraviesan la cuestión. Si bien –asume Faur– existen ciertos estudios neurocientíficos que relacionan la monogamia con la actividad de algunas hormonas como la vasopresina y la oxitocina, es imposible extrapolar los resultados de pruebas hechas con ratones a los seres humanos.
“La fidelidad no puede explicarse desde la genética a pesar de que hay algunas pistas científicas en este sentido”, reflexiona Faur. Sí, en cambio, admite esta especialista, “muchas personas son adictas a la novedad y a los estímulos fuertes. La dopamina es un neurotransmisor muy ligado al placer y algunos buscadores de sensaciones necesitan de la liberación de este neurotransmisor que les provoca vértigo y placer”. Pero lejos la lectura biologista de ser concluyente. Parecería que la fidelidad tiene más que ver con una elección, es una construcción diaria y valorada por quienes la practican. Como sintetiza Faur, autora de Estrés conyugal, “el deseo hacia otros puede existir, pero muchas personas eligen renunciar a ese impulso y respetan sin mucho esfuerzo el acuerdo pactado en la pareja. En otros casos, se sucumbe al éxtasis de la conquista, de la novedad, de la aventura”.
Y no sólo los hombres caen en la tentación. Las mujeres, coinciden ampliamente en este punto los profesionales entrevistados, cada vez más incluyen a la infidelidad como una opción. Eso sí, en general el engaño femenino revela matices diferentes y detonantes opuestos al que motiva un affaire masculino, aunque los analistas admiten que las mujeres ya saben diferenciar la corriente tierna de la sexual tan bien como ellos. “Sin embargo, en los hombres se ve con mayor frecuencia la tendencia a engañar en busca del deseo sexual perdido, mientras que las mujeres lo hacen pensando en el deseo de amor romántico. Ellas quedan más atrapadas por la conquista y el cortejo; ellos, por el apremio erótico. De hecho, las estadísticas muestran que la adicción al sexo tiene más prevalencia en los hombres, mientras que la adicción a la ilusión amorosa es más numerosa entre las mujeres”, concluye Faur.
EL AMOR CUESTA CARO
¿Es posible amar y ser infiel a la vez? Una disyuntiva que a la hora de perdonar una infidelidad se presenta como decisiva. Harry Campos Cervera, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), ensaya una lectura posible: “El amor es un sentimiento que en ciertas culturas como la nuestra está ligado a la fidelidad, pero no necesariamente la misma está en la naturaleza del amor. En tal caso, la lealtad amorosa debería ser una elección, aunque muchas veces se confunda con una obligación. Pero hay que aclarar que ser fiel no siempre es sinónimo de amar”.
Como ejemplifica el psicólogo y escritor Sergio Sinay “hay parejas que no se engañan mutuamente, pero eso no significa que se amen verdaderamente ni sientan lealtad por el proyecto afectivo. A veces alguien es fiel por temor a las consecuencias de un engaño o porque se siente culpable con el solo hecho de imaginarse como protagonista de una traición amorosa”.
Es que para Sinay, autor de La felicidad como elección, las traiciones no necesariamente incluyen a un tercero en discordia. “La postergación de las necesidades del otro, la falta de escucha y de registro de la pareja es otra forma de infidelidad. Pero no creo que se pueda hablar de amor sin lealtad romántica”, dice. Al menos, y en eso coincide con otros profesionales, cuando es un amor que se actualiza permanentemente.
“Un sentimiento que no sólo se declara sino que se construye con proyectos, amando al otro como el otro necesita, renovándose y conservando sus fundamentos primeros. En fin, cuando es un amor de verdad no hay espacio para la infidelidad –ratifica Sinay–. Lamentablemente, en la actualidad es una marca de época pensar que las parejas son transitorias, pero el problema real es que solemos creer que el amor es mágico. Hay que trabajar diariamente si pretendemos que la puerta hacia la infidelidad esté siempre cerrada. Una puerta que, como suele decirse, siempre se abre desde adentro”.
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