jueves, 24 de octubre de 2024

¿Quién le teme a William Shakespeare?

 


Credit...Kirsty O'Connor/


¿Quién le teme a William Shakespeare?


Lichtenberg es el productor artístico de la Shakespeare Theatre Company en Washington.


A principios de este mes, los amantes del teatro del Área de la Bahía, en Estados Unidos, recibieron una muy mala noticia. California Shakespeare Theater, la querida compañía sin fines de lucro que ha funcionado allí durante 50 años, anunció que pronto cerraría ante un “estancamiento financiero insuperable”. Como productor artístico de la Shakespeare Theatre Company de Washington, me tomo muy en serio este tipo de pérdidas. Y también me preocupan. A veces parece que la relación del teatro estadounidense con el Bardo se está resquebrajando.

En mis viajes de este verano, de costa a costa, por ejemplo, vi que los teatros de Shakespeare producían menos Shakespeare. En 2024, Oregon Shakespeare Festival —una de las compañías clásicas más grandes y antiguas del país— solo ofreció dos obras de Shakespeare de un total de 10 producciones. El Old Globe de San Diego produjo Henry 6, pero nada más del Bardo. El Chicago Shakespeare Theater solo está produciendo una obra de Shakespeare de un total de nueve. En mi propia Shakespeare Theatre Company, compañía en la que el calendario de obras se decide por comité, La comedia de los errores es nuestra única obra de Shakespeare. Es la primera temporada completa en los 38 años de historia de nuestra compañía en la que solo programamos una. Más al norte, el Hudson Valley Shakespeare Festival, con 37 años de existencia y situado al norte del estado de Nueva York, montó tres producciones el verano pasado, en las que, por primera vez, faltó alguna obra de Shakespeare, otro récord cuestionable.

¿Hasta qué punto es real esta contracción de Shakespeare? La revista American Theatre, que recopila datos de más de 500 teatros, publica una lista de las obras más representadas cada temporada. En 2023-24, hubo 40 producciones de obras de Shakespeare. En 2022-23 hubo 52 y en 2018-19, 96. En los últimos cinco años, la presencia de Shakespeare en los escenarios estadounidenses ha caído un asombroso 58 por ciento. En muchos teatros que antes solo representaban obras de Shakespeare, la producción de obras del Bardo ha descendido a menos del 20 por ciento del repertorio.


¿Por qué los teatros estadounidenses le rehuyen a Shakespeare?

Las obras de Shakespeare suelen ser grandes y caras. Los teatros se están viendo afectados por el aumento de los costos de mano de obra y material, así como por un público reacio a volver tras la COVID-19. Ante esta situación, muchos productores están recurriendo a espectáculos unipersonales, cuya producción es menos costosa, o a musicales y obras mediocres y genéricas con un atractivo más amplio. Como me dijo recientemente un director artístico, “Agatha Christie está salvando por sí sola el teatro regional estadounidense”.

La verdadera respuesta puede ser otra. En los últimos 10 años, a medida que la política y la cultura estadounidenses se han vuelto más polémicas, Shakespeare se ha politizado cada vez más. En 2017, la producción de Delacorte de Julio César del Public Theater representó el asesinato de un César parecido a Donald Trump. La producción suscitó protestas de los simpatizantes de Trump, y las empresas patrocinadoras retiraron su financiación. Shakespeare también está siendo atacado por la izquierda progresista. En julio de 2020, el colectivo de activistas teatrales We See You, White American Theater impactó la industria con exigencias de un “mínimo del 50 por ciento de representación BIPOC en la programación y el personal”, en referencia a personas negras, indígenas y de color. Aunque no se mencionó el nombre de Shakespeare, su obra era el elefante blanco, masculino y europeo en la habitación.

Las disputas en torno a Shakespeare son intensas, incluso aterradoras. En 2023, Nataki Garrett, la primera directora artística negra del Oregon Shakespeare Festival, dimitió tras recibir amenazas de muerte racistas y otras formas de acoso. Había sido una firme defensora de We See You y había intentado diversificar el repertorio y las prácticas de trabajo de la compañía. Hay una larga historia de teatros que huyen de Shakespeare en tiempos de división o incertidumbre política. De 1810 a 1820, El rey Lear estuvo prohibida en los escenarios inglesescuando el rey Jorge III sufrió ataques de locura. En Estados Unidos, el motín de Astor Place de 1849 fue una revuelta antinmigrante con pretexto shakesperiano en la que perdieron la vida unas dos decenas de personas. Las chispas que encendieron la llama fueron producciones rivales de Macbeth: una estaba protagonizada por Edwin Forrest, un demócrata jacksoniano y patriota declarado. La otra estaba protagonizada por William Macready, de la élite británica cosmopolita.

En vida de Shakespeare, su compañía fue detenida para ser interrogada después de que el conde de Essex intentara dar un violento golpe de Estado y solicitara una representación especial de Ricardo II. En esa obra, el legítimo rey en ejercicio recibía el tratamiento de Joe Biden, depuesto por su aparente incapacidad. Al parecer, en 1601, la reina Isabel I dijo: “Yo soy Ricardo II, ¿no lo sabéis?”.


Debido a las divisiones políticas contemporáneas, cuando temas como el derecho de la mujer a controlar su propio cuerpo, el legado del colonialismo y el racismo contra las personas negras dominan los titulares, los productores teatrales bien podrían estar repitiendo patrones históricos. En los últimos años se han representado muy pocas obras como La fierecilla domadaLa tempestad u Otelo. Es posible que resulten demasiado cercanas.

Sin embargo, lo que hace que Shakespeare sea controvertido también es lo que lo hace esencial y contemporáneo. Su obra aborda temas que hoy siguen siendo tan relevantes y controvertidos como lo fueron en su época. Sus comedias sugieren la fluidez del género y las ambigüedades del deseo. Sus tragedias nos muestran a seres humanos enfrentados a sus propios defectos. Sus obras históricas nos muestran a personajes que persiguen el poder a costa de los demás. El mercader de Venecia y Otelo nos muestran cómo nos dividen los prejuicios y el odio. En grandes obras filosóficas y políticas como La tempestad, todos estos temas confluyen.

Si se examina con detenimiento esta última temporada —como hice yo— y lo que está por venir, se verá que Shakespeare sigue presente, pero remezclado y reinterpretado, a menudo bajo otros nombres y disfraces. By The Queen, de Whitney White, en el Hudson Valley Shakespeare, es una exploración de la reina Margarita de Enrique VI y Ricardo III de Shakespeare. Mi propia compañía produjo Macbeth in Stride de White en Washington el año pasado, y el espectáculo llegará al Yale Repertory Theatre y a la Brooklyn Academy of Music. Oregon Shakespeare Festival está produciendo un nuevo montaje de Coriolanuscon un reparto femenino y no binario, con una revisión en verso moderno del texto de Sean San José. El Chicago Shakespeare presenta Hamlet, de Teatro La Plaza, que combina el texto de Shakespeare con anécdotas extraídas de la vida del elenco, todos ellos con síndrome de Down.

El próximo año se pondrá a prueba si el público estadounidense vuelve a estar preparado para las grandes y desafiantes obras de Shakespeare. En 2025, Denzel Washington y Jake Gyllenhaal protagonizarán Otelo en Broadway. La última vez que se vio Otelo en Broadway fue en 1982, cuando James Earl Jones interpretó el papel.


El Oregon Shakespeare Festival, con su nuevo director artístico, Tim Bond, ha anunciado su temporada 2025 Homecoming. Está repleta de obras de Shakespeare y otros grandes clásicos, entre ellos Julio César. En el Folger Theatre, dos de las tres producciones de este año son de clásicos de ShakespeareRomeo y Julieta y Noche de reyes.

Todo esto puede reflejar un deseo por parte de los artistas de dejar atrás la polarización de las guerras culturales. Al fin y al cabo, no son las obras de Shakespeare las que causan controversia, sino sus interpretaciones excesivamente simplificadas.

Los grandes actores siguen queriendo interpretar estos papeles. Y creo que el público seguirá queriendo ver sus obras. Necesitamos a Shakespeare, especialmente en momentos de conflicto y agitación. Los teatros le deben al público la oportunidad de recuperarlo, con toda su sangre y sus vísceras.

Drew Lichtenberg es productor artístico de la Shakespeare Theatre Company, profesor de la Universidad Católica de América y coautor del nuevo libro Shakespeare in the Theatre: Shakespeare Theatre Company.


THE NEW YORK TIMES



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