Muere el escritor y economista
José Luis Sampedro
El humanista, símbolo del compromiso intelectual y ciudadano y referente del movimiento indignado, fallece a los 96 años en su casa de Madrid
Javier Rodríguez Marcos
Madrid 9 ABR 2013 - 21:09 CET
De la asamblea del 15-M de Chamberí (su barrio madrileño), al Ministerio de Cultura (que en 2011 le concedió el Premio Nacional de las Letras); de los vecinos anónimos de Mijas (donde pasaba parte del invierno) a sus ilustres colegas de la Real Academia Española (que en 1991 le vieron ocupar el sillón F), pocas veces un intelectual español habrá sido tan llorado en sitios tan distintos como José Luis Sampedro. Novelista y economista, referente para los críticos del capitalismo salvaje y profesor de varios ex ministros de Hacienda, el autor de Octubre, octubre y Realidad económica y análisis estructural murió en su casa de Madrid el domingo pasado, pero la noticia solo se ha conocido hoy, cuando sus restos ya habían sido incinerados.
Sampedro tenía 96 años y ninguna gana de protagonizar “el circo mediático en torno a la muerte de los famosos”, según explicó Olga Lucas, su viuda y colaboradora en los últimos años y en los últimos libros —de Escribir es vivir a Cuarteto para un solista, su despedida de la ficción, publicada en 2011—, la mujer que, decía el escritor, hizo que su moribundez fuera “muy satisfactoria”. “Nos dijo que quería beberse un Campari”, contó Lucas sobre los últimos momentos del escritor, “así que le hicimos un granizado de Campari. Me miró y me dijo: ‘Ahora empiezo a sentirme mejor. Muchas gracias a todos’. Se durmió y al cabo de un rato se murió”.
En 1991, durante su discurso de ingreso en la RAE, José Luis Sampedro afirmó que su dios era Jano —“el de un rostro a cada lado”—, y su vida tuvo siempre más de una cara. Nacido en Barcelona el 1 de febrero de 1917, el escritor vivió hasta los 13 años en Tánger, “un mundo que debería ser la tierra entera”, decía. “Los chicos llegábamos al colegio con diversas lenguas maternas, comprábamos golosinas con monedas diferentes, celebrábamos varias fiestas nacionales e incluso nuestro descanso semanal se repartía entre los días sagrados de tres religiones”. Así describía su infancia en ese discurso que le sirvió tanto para subrayar su calidad de “escritor furtivo” como para reconocer que el hecho de haberse dedicado a la literatura en las horas que le dejaba libres su oficio de economista había favorecido que, en su caso, marginalidad y autenticidad fueran más que una rima.
Cuando se estrenó como novelista con Congreso en Estocolmo (1951) Sampedro había escrito ya dos novelas que tardarían 40 años en ver la luz. También una obra de teatro. No en vano, el hombre que en 1977 entró en el Senado por designación real, pasó parte de la posguerra escribiendo con pseudónimo para espectáculos de revista protagonizadas por actrices que dormían en las butacas del teatro. Necesitaba el dinero, pero tuvo que dejarlo cuando le amonestaron en el ministerio de Comercio. Sampedro había llegado a Madrid en 1940 para estudiar económicas. Pensaba que la Economía sería útil para un funcionario de Hacienda y él lo era como “aduanero por oposición”. Había sacado la plaza siendo “un niño” después de dejar Tánger por Soria —”casi antes de la electricidad”— y Aranjuez —”un paraíso” con ventanas al jardín del Príncipe— para recalar en Santander poco antes de que estallara la Guerra Civil. Movilizado en el bando republicano, con la toma de la ciudad por los sublevados en agosto de 1937, el precoz funcionario fue reclutado por los franquistas. “No cambié de bando, me cambiaron”, decía. Por tradición familiar estaba más cerca de las posiciones conservadoras, pero pronto descubrió que la guerra no la habían gando los suyos.
José Luis Sampedro siempre dijo recordar la nobleza de los anarquistas con los que compartío batallón fugazmente, y durante toda su vida mantuvo una actitud lateral respecto al mundo literario y crítica respecto al financiero. Cuando miles de lectores se rindieron en los años ochenta y noventa del pasado siglo a obras como La sonrisa etrusca (1985), La vieja sirena (1990) o Real sitio (1993), su favorita, muchos descubrieron que el autor era un reputado Catedrático de Estructura Económica por cuyas clases habían pasado alumnos con apellidos como Boyer, Sochaga o Solbes.
“Solo los ingenuos y algún premio Nobel de economía llegan a creer que nuestro mercado encarna la libertad de elegir, olvidando algo tan obvio como que sin dinero no es posible elegir nada”, afirmó también en su ingreso académico alguien que reconocía que al capitalismo “le debemos el gran progreso que nos trajo desde las monarquías absolutas hasta las democracias surgidas de la Revolución francesa” pero que deploraba que la libertad no hubiera ido acompañada de la igualdad ni la fraternidad.
Fue su malestar con un tiempo cuyo libro sagrado, decía, es “el Evangelio según san Lucro” lo que acercó a Sampedro al movimiento del 15-M. En los últimos años, ni las cataratas ni la sordera consiguieron aislarlo del mundo. Ya nonagenario recordaba los versos de un poema que había escrito con 14 años y los puestos aduaneros de Hanoi y de Chile, que recitaba con la música de La casta Susana (versión de Marujita Díaz). Su lucidez estuvo siempre a la altura de su memoria. Cuando el periodista Jordi Évole le preguntó en su programa de televisión si antes de la crisis los españoles habían vivido por encima de sus posibilidades, José Luis Sampedro negó rotundo: también el crédito es una posibilidad, dijo. Si como economista sabía deslindar valor y precio, como escritor sabía desactivar con una sola frase cualquier lugar común.
OBRAS ECONÓMICAS
Principios prácticos de localización industrial (1957)
Realidad económica y análisis estructural (1959)
Las fuerzas económicas de nuestro tiempo (1967)
Conciencia del subdesarrollo (1973)
Inflación: una versión completa (1976)
El mercado y la globalización (2002)
Los mongoles en Bagdad (2003)
Sobre política, mercado y convivencia (2006)
Economía humanista. Algo más que cifras (2009)
El mercado y nosotros
NOVELA
La estatua de Adolfo Espejo (1939) -no publicada hasta 1994-
La sombra de los días (1947) -no publicada hasta 1994-
Congreso en Estocolmo (1952)
El río que nos lleva (1961)
El caballo desnudo (1970)
Octubre, octubre (1981)
La sonrisa etrusca (1985)
La vieja sirena (1990)
Real Sitio (1993)
El amante lesbiano (2000)
La senda del drago (2006)
Cuarteto para un solista (2011) -escrita en colaboración con Olga Lucas-
CUENTO
Mar al fondo (1992)
Mientras la tierra gira (1993)
OTRAS OBRAS
Escribir es vivir (2005) -libro autobiográfico escrito en colaboración con Olga Lucas-
La escritura necesaria (2006) -ensayo-diálogo sobre su obra novelística y su vida. Edición y diálogo: Gloria palacios. Ed.Siruela.
La ciencia y la vida (2008) -diálogo junto al cardiólogo Valentín Fuster ordenado por Olga Lucas-
Reacciona (2011)
El escritor y economista José Luis Sampedro (i), acompañado por su esposa, la también escritora Olga Lucas, a su llegada a la Fundación Juan March, donde repasaron su trayectoria vital e intelectual. / CARLOS ROSILLO |
La vida inesperada de José Luis Sampedro
El escritor repasa en una charla en Madrid los aspectos más desconocidos de su biografía
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS Madrid 12 OCT 2011 - 12:22 CET
José Luis Sampedro tiene una sabiduría de 94 años y una memoria de adolescente. Ayer demostró la una y la otra en la Fundación Juan March de Madrid, en una charla con su esposa y colaboradora, la escritora Olga Lucas, y dentro del ciclo Autobiografía intelectual. Delante de un público que abarrotó dos salones de actos, la cafetería de la institución, los pasillos y el suelo, el autor de La sonrisa etrusca repasó los aspectos menos conocidos de una vida que empezó en Barcelona el 1 de febrero de 1917. Por comenzar por el principio, Olga Lucas recurrió al esencial quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos y, sin mayores preámbulos, pregunto: "¿De dónde viene usted señor Sampedro?" La respuesta no se hizo esperar: "De otro mundo. Soy un inmigrante que no puede volver al país del que procede". Ese país, aclaró, es un lugar, pero también un tiempo que "fue arrastrado y se hundió": España, 1935. Un año más tarde se partió en dos el universo de un muchacho que había vivido sus primeros 13 años en Tánger, una ciudad internacional en la que convivían árabes, judíos, católicos, ortodoxos y gentes que no eran ni una cosa ni la otra, "un mundo que debería ser la tierra entera".
Tras un paréntesis -"en la Edad Media"- en un pueblecito de Soria en el que escribió sus primeros versos y tres años en "el paraíso" de Aranjuez, el futuro economista y escritor, terminó trabajando como aduanero por oposición en Santander. Allí le sorprendió la Guerra Civil y fue movilizado sucesivamente por los dos bandos en liza. "En abril de 1939 comprendí que no habían ganado los míos. Ni los unos ni los otros eran los míos", dijo un hombre de familia conservadora que durante la guerra llegó a admirar la "asombrosa entereza" de los anarquistas con los que compartió batallón. "A los nueve años intenté ser jesuita. A los 19, anarquista". La posguerra, "más ancha y más larga", fue otra cosa, un tiempo en el que, contó, Sampedro sintió que tanto los fascistas como los comunistas lo veían como alguien "fusilable".
Sampedro canta
Cómo es el mundo y cómo debería ser fueron dos de los asuntos a los que el académico de la RAE -sillón F desde 1990- dedicó una charla que fue saltando sin romper el hilo del pasado al presente y de las grandes categorías a las pequeñas anécdotas. Anécdotas con música a veces, como cuando José Luis Sampedro cantó con las notas de La casta Susana la lista de los puestos fronterizos de Indochina -Hanói, Saigón...- que tuvo que aprenderse cuando estudiaba las oposiciones al cuerpo de aduaneros. Lo hizo del tirón, sin vacilar, y entre risas y aplausos desveló que en el mismo repertorio estaban los puestos de Chile y los estados de Estados Unidos.
Otro de los momentos cómicos de la sesión llegó cuando el escritor relató con pulso de actor metido en un monólogo su encuentro con el banquero Juan March en un cuarto de baño. Allí le habían instalado a Sampedro su despacho como asesor del ministro de Comercio cuando el cargo lo ocupaba Alburúa. El baño correspondía al propio despacho ministerial y allí el joven economista tuvo que explicar al poderoso financiero mallorquín que en el fondo era un privilegio que aguardase allí en lugar de hacerlo en la sala de espera con el resto de los visitantes.
La parte más seria y categórica de la velada fue también la más sencilla y directa. "Hay dos tipos de economistas: los que trabajan para hacer más ricos a los ricos y los que trabajamos para hacer menos pobres a los pobres". Eso dijo José Luis Sampedro después de recordar sus tiempos como Catedrático de Estructura Económica en la Universidad Complutense y los cursos llenos de futuros ministros de Hacienda: Boyer, Solchaga, Solbes, Salgado... Todos alumnos suyos.
Pese a su temprana inclinación hacia las letras, Sampedro llegó a la economía porque, contó, parecían los estudios adecuados para un funcionario que había pedido el traslado a Madrid. Más inclinado hacia la parte sociológica de la disciplina, recordó también sus tres años con José Luis Aranguren, José Antonio Maravall y José Vidal-Beneyto en el Centro de Estudios e Investigaciones Sociológicas, un centro privado nacido para contrarrestar la grisura de la universidad franquista y en el que solo pagan los alumnos que podían y solo cobraban los profesores que lo necesitaban.
Europa se muere
De esos años, de las noches que pasó escribiendo obritas de teatro para cabaret buscando un sobresueldo, de los que pasó dando clase en el Reino Unido, de los libros especializados que escribió, de las novelas que imaginó y de sus casi diez décadas de vida le ha quedado a José Luis Sampedro un sentido del humor que solo se nubla cuando habla del presente: de la degradación de la enseñanza pública a favor de la privada; del plan Bolonia como extinción de una universidad "nacida para saber y no para hacer", "para ganar dinero". Han rendido la universidad, afirmó, a la productividad, según él, una de las "diosas de hoy", a las que todo se sacrifica. Las otras dos, añadió, son la competitividad y la innovación.
Preguntado por Europa, Sampedro no fue mucho más optimista. "A la Europa moderna yo la vi nacer", dijo, que era su manera de decir que ahora la estaba viendo morir. "Europa está reunida, como los ministros de antes cuando no querían recibir a alguien. No hace casi nada de lo que tenía que haber hecho. No se unifica y no se unificará".
Durante toda la charla, José Luis Sampedro amenazó con decirle al auditorio algo sobre la vida. Al final lo dijo: "Cada cultura ha tenido su referente. Los griegos, el hombre; la Edad Media, Dios; ahora, el dinero. Para mí el referente es la vida. Hemos recibido una vida y vamos a vivirla hasta el final. Pero para eso necesitamos la libertad, para que esa vida sea la nuestra y no la que nos mandan tener". Y añadió: "La libertad es como una cometa. Vuela porque está atada. Sin cuerda no vuela, y esa cuerda que facilita el vuelo pero se resiste al viento es la fórmula clásica de la revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad. En 2000 años hemos progresado técnicamente pero seguimos aislados en tribus, salvajes, matándonos unos a otros".
El Nacional de las Letras
premia el compromiso de Sampedro
El galardón, dotado con 40.000 euros, reconoce la trayectoria de un autor y su obra en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado
Escritor, humanista y economista, la voz de José Luis Sampedro (Barcelona, 1917), ha saltado las barreras generacionales para proclamarse en los últimos meses en estandarte del desencanto juvenil en España. El Premio Nacional de Las Letras 2011 ha recaído en un hombre que aboga por una economía "más humana, más solidaria, capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos", para quien la "productividad, competitividad e innovación" deberían ser sustituidas por "repartición, cooperación y recreación". Sampedro es uno de los referentes intelectuales y morales de los indignados del movimiento del 15-M, algo que ha popularizado su figura enormemente este último año.
"El sistema está roto y perdido, por eso tenéis futuro", ha dicho el escritor refiriéndose a esa juventud, según él, no tan perdida. Sampedro alcanzó esa primera línea social tras su prólogo del célebre libro Indignados del diplomático francés Stéphane Hessel.
El escritor, humanista y economista se ha proclamado en los últimos meses en estandarte del desencanto juvenil
Aunque nació en Barcelona, Sampedro vivió en Tánger (Marruecos) hasta los 13 años. En 1936, mientras trabaja en Santander, es movilizado por el ejército republicano por la Guerra Civil. Filas que abandona para sumarse al bando nacional, al que se consideraba más afín. Las atrocidades de la guerra le alejaron finalmente de ambos bandos. Hijo de una buena familia, hasta entonces se había limitado a estudiar y aprobar unas oposiciones para funcionarios de aduanas. De su experiencia en la guerra se nutrió su segunda novela, La sombra de los días (Alfaguara), escrita en 1945 y publicada en los años noventa.
Sin embargo, su prolífica carrera literaria y económica no se limita a lo ocurrido en los últimos tiempos. Académico de la RAE desde 1990 en el sillón F, Sampedro se ha enterado del premio camino de La Cala de Mijas (Málaga), donde pasará frente al mar el invierno. Olga Lucas, su esposa y colaboradora, señaló a este periódico: "Somos como aves migratorias. Hemos visto que llega el frío a Madrid y nos hemos ido". Él galardonado se limitó a expresar su sentido agradecimiento: "Estoy contento".
Pensamiento comprometido
Dotado con 40.000 euros, el galardón reconoce su pensamiento comprometido, que le ha permitido conciliar la profundidad de sus escritos económicos con los literarios. Entre sus obras económicas destacan Principios prácticos de localización industrial (1957), Realidad económica y análisis estructural (1959), Las fuerzas de nuestro tiempo(1967), Conciencia del subdesarrollo (1973), Inflación: una versión completa (1976), El mercado y la globalización (2002), Sobre política, mercado y convivencia (2006) y Economía humanista. Algo más que cifras (2009).
Esta concepción humanista, "que abarca desde la economía a la vida, alienta también lo más destacado de su producción literaria, donde destacan obras claves de la narrativa española de fin de siglo", apunta la nota ministerial: Octubre, octubre (1981), La sonrisa etrusca (1985),La vieja sirena (1990), Real Sitio (1993), El amante lesbiano (2000),Escribir es vivir (2003), La senda del drago (2006), y La ciencia y la vida(2008). Es la suya una producción prolífica, desarrollada al margen de las corrientes literarias, y marcada por su postura vital de contribuir, desde la educación, la cultura y la transmisión del saber, a la consecución de un mundo mejor.
El jurado ha estado compuesto por José Antonio Pascual Rodríguez, designado por la Real Academia Española; Xosé Luis Axeitos, por la Real Academia Gallega; Miren Azcarate Villar, por la Real Academia de la Lengua Vasca; Jordi Cornudella i Martorell, por el Instituto de Estudios Catalanes; María José Rivera Ortún, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE); Andrés Sorel, por la Asociación Colegial de Escritores (ACE); Irene Andres-Suárez, por la Asociación Española de Críticos Literarios; Gema González Vélez, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE); y Anna Caballé, por la ministra de Cultura. Ha actuado como presidente el director general de Libro, Rogelio Blanco, y como vicepresidenta la subdirectora general adjunta de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, Mónica Fernández.
José Luis Sampedro en la playa de Mijas (Málaga). / DANIEL MORDZINSKI |
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