Mujer fumando Oleo sobre lienzo, 50 x 100 cms Mónica Morales |
Articulo original
Eulalia Solé
USO SOCIAL DEL TABACO
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La Vanguardia, 29 de enero de 2005
Uso social del tabaco
EULÀLIA SOLÉ - 29/07/2005
Según un estudio publicado por la revista Addiction, las grandes empresas
tabaqueras son responsables, en buena parte, de que el hábito de fumar se
haya incrementado entre las mujeres. Cajetillas con modalidades como
light, ligero, o slim, esbelto, pretenden asociar el consumo a atributos como
libertad, esbeltez, glamour, y lo cierto es que actualmente las mujeres
fuman tanto o más que los hombres. ¿Cuál ha sido el camino que ha
conducido hasta ese punto desde la introducción del tabaco en Occidente?
Primero fueron los hombres, y además, ricos. Cuando los conquistadores
españoles descubrieron que los indios americanos consumían esta hierba, y
no sólo en forma de canutillos encendidos cuyo humo aspiraban y
exhalaban, sino comiéndola y tambi én convirtiéndola en bebida, pronto
exportaron el producto a la metrópoli. Aunque fue sólo en la vertiente de
fumar, pronto se convirtió en un gran negocio, de tal manera que el Reino
de España adjudicó a Hacienda, el año 1623, el monopolio de la venta de
tabaco. Y así ha seguido hasta hace poco. Las grandes plantaciones
estaban en Cuba y Santo Domingo, y pronto el hábito se extendió a las
clases populares a tenor del aumento de las importaciones y el descenso
del precio.
Hay que advertir de que no en todos los países se dio al tabaco la misma
acogida. En muchos lugares fue tachado de droga detestable, por el humo
que provocaba, as í como por el mal olor que despedía. Durante el siglo
XVII, tanto la venta como el consumo estaban castigados en Europa central,
Rusia, Turquía y China, naciones que, curiosamente, no participaban en el
ejercicio de la exportación/ importación. Nada impidió, no obstante, que el
tabaco acabara por instaurarse en las costumbres sociales tanto
occidentales como orientales, reservado de entrada al género masculino.
El gesto de fumar equivalía, para los hombres, a un signo de virilidad,
mientras que las pocas mujeres que se atrevían a fumar eran unas
transgresoras que, según las miradas, resultaban interesantes o
desvergonzadas.
Lo que nadie sabía, todavía, es que los fumadores estaban jugando con
una droga adictiva y peligrosa para la salud. Se fumaba en casa, en la
oficina, en el cine y el teatro, en los transportes públicos, incluso en los
hospitales. No sólo en los pasillos sino en las propias habitaciones, por
parte de médicos y enfermos.
atributos nocivos del tabaco no haya redundado en el descenso tajante de
su consumo. La explicación ha de hallarse justamente en esos atributos, los
de causar dependencia ps íquica y física, amén de desarrollar una tolerancia
que incita a fumar cada vez más para sentirse igual de estimulado. Si a esto
agregamos la publicidad, incluso la engañosa para las mujeres citada más
arriba, nada tiene de extraño que chicos y chicas se enganchen a edades
progresivamente tempranas.
laboral masculino, el tabaco se ha convertido, tal como siglos atrás sucedió
con ellos, en un símbolo. Por desgracia, el gesto de fumar ya forma parte de
la feminidad.
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EL PLAGIO DE BRYCE ECHENIQUE
01/02/2007
Columna incólume
Tabaco y mujer
Tabaco y mujer
Alfredo Bryce Echenique
Según un estudio publicado por la revista Addiction, las grandes empresas tabaqueras son responsables en buena parte de que el hábito de fumar se haya incrementado entre las mujeres. Cajetillas con modalidades como light, slim, esbelto, o ligero, pretenden asociar el consumo a atributos como libertad, esbeltez, glamour, y lo cierto es que actualmente las mujeres fuman tanto o más que los hombres.
¿Cuál ha sido el camino que ha conducido hasta ese punto desde la introducción del tabaco en Occidente?
Primero fueron los hombres, y además, ricos. Cuando los conquistadores españoles descubrieron que los indios americanos consumían esta hierba, y no sólo en forma de canutillos encendidos cuyo humo aspiraban y exhalaban, sino comiéndola y también convirtiéndola en bebida, pronto exportaron el producto a la metrópoli. Aunque fue sólo en la vertiente de fumar, rápidamente se convirtió en un gran negocio, de tal manera que el Reino de España adjudicó a Hacienda, en 1623, el monopolio del tabaco. Y así ha seguido hasta hace poco. Las grandes plantaciones estaban en Cuba y Santo Domingo, y pronto el hábito se extendió a las clases populares a tenor del aumento de las importaciones y el descenso de precio.
Hay que advertir de que no en todos los países se dio al tabaco la misma acogida. En muchos lugares fue tachado de droga detestable, por el humo que provocaba, así como por el mal olor que despedía. Durante el siglo XVII, tanto la venta como el consumo estaban castigados en Europa central, Rusia, Turquía y China, naciones que curiosamente no participaban en el ejercicio de la exportación/importación. Nada impidió, no obstante, que el tabaco acabara por instaurarse en las costumbres sociales tanto occidentales como orientales, reservado de entrada al género masculino.
El gesto de fumar equivalía, para los hombres, a un signo de virilidad, mientras que las pocas mujeres que se atrevían a fumar eran unas transgresoras que, según las miradas, resultaban interesantes, desvergonzadas o machonas.
Lo que nadie sabía todavía es que los fumadores estaban jugando con una droga adictiva y muy peligrosa para la salud. Se fumaba en casa, en la oficina, en el cine y el teatro, en los transportes públicos e incluso en los hospitales. Y no sólo en los corredores sino en las propias habitaciones. Y fumaban médicos y enfermos.
Lo sorprendente, tanto como inquietante, es que el descubrimiento de los efectos nocivos del tabaco no haya contribuido al descenso tajante de su consumo. La explicación debe hallarse justamente en esos atributos, los de causar dependencia física y psíquica, y a la vez desarrollar una tolerancia que incita a fumar cada vez más para sentirse igual de estimulado. Si a esto agregamos la publicidad, incluso la engañosa para las mujeres, citada más arriba, nada tiene de extraño que chicos y chicas se “enganchen” hoy a edades progresivamente tempranas.
En cuanto a las mujeres adultas, diversos factores explican su masiva adicción al consumo del tabaco. Emancipadas, integradas en el mundo laboral masculino, el tabaco se ha convertido, tal como siglos atrás sucedió con ellos, en un símbolo. Por desgracia el gesto de fumar ya forma parte de la feminidad. n
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