Artículo original
Joseph-María Puigjaner
¿Cómo combatir el terrorismo?
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La Vanguardia, 29 de julio de 2005
PLAGIO DE BRYCE ECHENIQUE
Columna incólume
¿Cómo combatir el terrorismo?
¿Cómo combatir el terrorismo?
Alfredo Bryce Echenique
El terrorismo de Al Qaeda y el de otros sectores de la ultraderecha islámica contra Occidente y su civilización viene a ser una respuesta tardía a un terrorismo previo. Me refiero a aquel terrorismo —con muchísimos más muertos, naturalmente— llevado a cabo, en varios países africanos y asiáticos, por potencias occidentales durante el siglo XIX. Fue un expolio económico de gran alcance, con pocos miramientos, que repartió prosperidad entre los aventureros (individuos y empresas) y elevó el nivel de vida de los países occidentales.
No pongo en duda ciertos beneficios conseguidos por los países objeto de colonización, especialmente en lo que a cultura y religión respecta. En consecuencia, siempre habrá quien diga que el expolio no fue tan cruel. Pero parece evidente que los países colonizadores, mientras duró su dominio, no se comportaron con la dignidad humana que hubiera sido deseable.
Al mismo tiempo que lamentamos la dureza de la revancha de los terroristas islámicos, que desborda en exceso y sin excusa válidas las reglas del humanitarismo, sería lógico que Occidente hiciera ya un reposado examen de conciencia. A mi entender, el terrorismo de Al Qaeda es un ataque despiadado contra la sociedad materialista y arreligiosa de los países occidentales. En la Edad Media lucharon entre sí dos creencias: la fe cristiana versus la islámica.
Hoy, el planteamiento es distinto: la fe islámica se lanza ciegamente a castigar la apostasía práctica de los países ricos de la Tierra. Con procedimientos totalmente inhumanos, los terroristas aspiran a neutralizar la influencia, para ellos nefasta, de una civilización occidental podrida por el afán de dinero y la ambición de poder. Aunque hay en Occidente personas que, conscientes de su situación de privilegio, están dispuestas a defenderse de parte de sus ambiciones y bienes, la tónica dominante —sobre todo si se contempla desde la óptica musulmana— es la ostentación de las riquezas y la prepotencia del poder.
Los cristianos occidentales están llamados a abrir y cerrar los ojos y a darse cuenta de que este género de terrorismo sanguinario y siempre abominable es un aviso que delata la indecencia moral, la corrupción de las costumbres y sobre todo la insensibilidad generalizada ante el sufrimiento de millones de seres humanos.
Los políticos hacen bien en poner en marcha nuevos planes de seguridad que minimicen el riesgo que hoy tienen los países occidentales de ser víctimas del terrorismo. Con todo, vendría bien que, de vez en cuando, se elevaran a niveles superiores del espíritu. Me refiero a que considerasen a fondo cuál es el efecto de indigencia de ciertos valores humanos que se ha apoderado de la sociedad civil.
Es evidente que los políticos no son curas ni obispos, pero pienso que no deben desentenderse de ciertas realidades intangibles. Ésas que representan un papel, tan importante como positivo, en la vida de las personas. Ni desde una óptica laica puede este aspecto olvidarse si esos políticos pretenden ordenar mínimamente la sociedad a la que representan y a la que se deben.
No sé cuál es exactamente el diagnóstico de los expertos, pero, por lo que respecta al Islam, parece que se impone una relectura del Corán que adecue la fe islámica a la realidad del siglo XXI. Hay que decir que el cristianismo, aunque de manera demasiado tímida, sí ha ido llevando a cabo esta puesta al día.
El objetivo, ahora, es que los sectores más avanzados y conscientes del mundo islámico hagan esa necesaria relectura. Que se comprometan a promover en el ámbito musulmán aquellos valores del espíritu válidos para cualquier persona en cualquier país y en cualquier época, sobre todo el valor sagrado del respeto a la vida de nuestros semejantes humanos. Si no es así, vamos todos irremediablemente a la barbarie, que es la derrota como personas humanas. n
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