Ségolène Royal París, 6 de febrero de 2007 Foto de Marie-Lan Nguyen |
Por favor, lea el texto original
Francesc-Marc Álvaro
Ségolène de corazón
http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/2006/11/20/pagina-21/53189955/pdf.html?search=S%C3%A9gol%C3%A9ne%20de%20coraz%C3%B3n
La Vanguardia, 20 de noviembre de 2006
PLAGIO DE BRYCE ECHENIQUE
01/04/2007
COLUMNA INCÓLUME
Un latido llamado Ségolène
Alfredo Bryce Echenique
El
próximo mes de mayo la sociedad francesa acudirá a su cita con las urnas. Una
mujer socialista, que se impuso a contracorriente en las primarias de su
partido, puede llegar al Elíseo con un discurso poco ortodoxo para la propia
izquierda. Así ve Bryce Echenique a Ségolène Royal.
El
liderazgo emergente de Ségolène Royal es para los enfermos de la política como
una gran final de futbol para los adictos al deporte rey. La ex ministra arrasó
en las primarias del Partido Socialista francés y se batirá en mayo de 2007
para alcanzar la presidencia de la República. ¿En qué se basa el fenómeno
Ségolène?
Hay
análisis para todos los gustos, desde los que destacan el peso de los casi 70
mil nuevos militantes en la elección hasta los que ponen en valor su heterodoxia
con respecto a las recetas tradicionales de una de las izquierdas más
anquilosadas de Europa. A tenor de lo que me llega directamente, gracias a los
correos electrónicos de algunos amigos franceses, la fuerza de la candidata
está en la capacidad para construir un entusiasmo plausible y devolver la
confianza a los que aspiran a sacar a Francia del atolladero en que se
encuentra, a muchos niveles. Para entendernos, ante el público, Ségolène es
todo lo contrario del “actual” Alan García. La dirigente francesa seduce,
cautiva y arrasa incluso a los más indiferentes, aunque la verdad es que, a mi
esposa y a mí, nos dejó más bien bastante desconcertados durante una visita a
París realizada el pasado mes de noviembre. Buscábamos libros y discos en una conocida
tienda y la vimos, de pronto, sentada ante una mesa en la que sin duda se
aprestaba a firmar ejemplares de algún texto recién salido de la imprenta.
Entre el público que merodeaba por aquella mesa, tratamos de acercarnos, como
cualquier par de viajeros curiosos, pero unos gigantescos grones, de camisa,
traje y corbata color plata de la fina, nos espantaron con sus manazas
francamente matonescas. “Adiós a las armas”, me dije yo, cogiendo a mi esposa
del brazo y muy dispuestos ambos a emprender las de Villadiego, y, de haber
sido yo francés, también a revisar mis intenciones de voto.
Me
escribe Jean-Marie Saint-Lu, mi traductor y viejo colega parisino, desde su
retiro en el país vasco francés, contándome que Ségolène realmente ha sabido
llegar al corazón de la gente. A veces, pendientes de la mercadotecnia,
olvidamos que la gran política requiere tanto de corazón como de estrategia. El
mensaje ilusionado de esta señora me recuerda, salvando, claro está, todas las
distancias, el aire fresco que representó en 1974 el discurso del centrista
Valéry Giscard d’Estaing, que tenía como uno de sus lemas clave una frase
dirigida a la izquierda: “Ustedes no tienen el monopolio del corazón”. Gran
frase. Válida todavía en muchos países, empezando por el Perú, tan complejo que
ya le resulta a muchos hasta ininteligible y, se diría, incluso políticamente
engañoso. Ese Perú donde lo que se pregona es una tras otra política social,
mientras se lleva a los hijos a un colegio de elite, por ejemplo. Lo de Giscard
d’Estaing fue una forma —entonces— valiente y bella de plantar cara al típico
complejo de superioridad gauchista, que en la Francia de aquel momento bebía de
la resaca de mayo del 68. Giscard d’Estaing venció por la mínima al socialista
Miterrand (que había pactado un programa común con el entonces poderoso Partido
Comunista al mando del estalinista Georges Marchais) y trató de desplegar un
programa reformista avanzado para superar la presidencia del fallecido Georges
Pompidou. Con los años, el empuje del vanidoso Giscard d’Estaing (solía
sentarse en una silla más alta que sus interlocutores) se marchitó, y, en 1981,
Miterrand finalmente alcanzó el Elíseo, aunque es cierto también que en esta
victoria de Miterrand mucho tuvo que ver el actual presidente Chirac, con una
oposición surgida a la derecha de Giscard d’Estaing.
Pero
todo es reversible. Y muy especialmente en momentos en que tanto la derecha de
un Sarkozy como la extrema derecha del xenófobo morboso y eterno que es Le Pen,
podrían presentarse como una nada desdeñable opción ante la Francia más
reaccionaria. Para ganar, Ségolène Royal vuelve a poner el corazón en el centro
de la política. Pero lo hace sin esquivar palabras que la gente quiere escuchar
desde el realismo, como autoridad, disciplina, responsabilidad y coraje. El
mensaje es claro: estos valores no tienen por qué ser monopolio de la derecha
que encarna el actual ministro de la mano dura: Sarkozy. Y, por supuesto,
muchísimo menos del incombustible extremista llamado Le Pen. n
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