jueves, 13 de diciembre de 2012

Ségolène de corazón / Plagio de Bryce Echenique

Ségolène Royal
París, 6 de febrero de 2007
Foto de Marie-Lan Nguyen
 

Por favor, lea el texto original
Francesc-Marc Álvaro
Ségolène de corazón
http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/2006/11/20/pagina-21/53189955/pdf.html?search=S%C3%A9gol%C3%A9ne%20de%20coraz%C3%B3n
La Vanguardia, 20 de noviembre de 2006




PLAGIO DE BRYCE ECHENIQUE
Nexos
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OCTUBRE, 2012
Octubre 2012





01/04/2007
COLUMNA INCÓLUME
Un latido llamado Ségolène
Alfredo Bryce Echenique

El próximo mes de mayo la sociedad francesa acudirá a su cita con las urnas. Una mujer socialista, que se impuso a contracorriente en las primarias de su partido, puede llegar al Elíseo con un discurso poco ortodoxo para la propia izquierda. Así ve Bryce Echenique a Ségolène Royal.

El liderazgo emergente de Ségolène Royal es para los enfermos de la política como una gran final de futbol para los adictos al deporte rey. La ex ministra arrasó en las primarias del Partido Socialista francés y se batirá en mayo de 2007 para alcanzar la presidencia de la República. ¿En qué se basa el fenómeno Ségolène? 

Hay análisis para todos los gustos, desde los que destacan el peso de los casi 70 mil nuevos militantes en la elección hasta los que ponen en valor su heterodoxia con respecto a las recetas tradicionales de una de las izquierdas más anquilosadas de Europa. A tenor de lo que me llega directamente, gracias a los correos electrónicos de algunos amigos franceses, la fuerza de la candidata está en la capacidad para construir un entusiasmo plausible y devolver la confianza a los que aspiran a sacar a Francia del atolladero en que se encuentra, a muchos niveles. Para entendernos, ante el público, Ségolène es todo lo contrario del “actual” Alan García. La dirigente francesa seduce, cautiva y arrasa incluso a los más indiferentes, aunque la verdad es que, a mi esposa y a mí, nos dejó más bien bastante desconcertados durante una visita a París realizada el pasado mes de noviembre. Buscábamos libros y discos en una conocida tienda y la vimos, de pronto, sentada ante una mesa en la que sin duda se aprestaba a firmar ejemplares de algún texto recién salido de la imprenta. Entre el público que merodeaba por aquella mesa, tratamos de acercarnos, como cualquier par de viajeros curiosos, pero unos gigantescos grones, de camisa, traje y corbata color plata de la fina, nos espantaron con sus manazas francamente matonescas. “Adiós a las armas”, me dije yo, cogiendo a mi esposa del brazo y muy dispuestos ambos a emprender las de Villadiego, y, de haber sido yo francés, también a revisar mis intenciones de voto.

Me escribe Jean-Marie Saint-Lu, mi traductor y viejo colega parisino, desde su retiro en el país vasco francés, contándome que Ségolène realmente ha sabido llegar al corazón de la gente. A veces, pendientes de la mercadotecnia, olvidamos que la gran política requiere tanto de corazón como de estrategia. El mensaje ilusionado de esta señora me recuerda, salvando, claro está, todas las distancias, el aire fresco que representó en 1974 el discurso del centrista Valéry Giscard d’Estaing, que tenía como uno de sus lemas clave una frase dirigida a la izquierda: “Ustedes no tienen el monopolio del corazón”. Gran frase. Válida todavía en muchos países, empezando por el Perú, tan complejo que ya le resulta a muchos hasta ininteligible y, se diría, incluso políticamente engañoso. Ese Perú donde lo que se pregona es una tras otra política social, mientras se lleva a los hijos a un colegio de elite, por ejemplo. Lo de Giscard d’Estaing fue una forma —entonces— valiente y bella de plantar cara al típico complejo de superioridad gauchista, que en la Francia de aquel momento bebía de la resaca de mayo del 68. Giscard d’Estaing venció por la mínima al socialista Miterrand (que había pactado un programa común con el entonces poderoso Partido Comunista al mando del estalinista Georges Marchais) y trató de desplegar un programa reformista avanzado para superar la presidencia del fallecido Georges Pompidou. Con los años, el empuje del vanidoso Giscard d’Estaing (solía sentarse en una silla más alta que sus interlocutores) se marchitó, y, en 1981, Miterrand finalmente alcanzó el Elíseo, aunque es cierto también que en esta victoria de Miterrand mucho tuvo que ver el actual presidente Chirac, con una oposición surgida a la derecha de Giscard d’Estaing.

Pero todo es reversible. Y muy especialmente en momentos en que tanto la derecha de un Sarkozy como la extrema derecha del xenófobo morboso y eterno que es Le Pen, podrían presentarse como una nada desdeñable opción ante la Francia más reaccionaria. Para ganar, Ségolène Royal vuelve a poner el corazón en el centro de la política. Pero lo hace sin esquivar palabras que la gente quiere escuchar desde el realismo, como autoridad, disciplina, responsabilidad y coraje. El mensaje es claro: estos valores no tienen por qué ser monopolio de la derecha que encarna el actual ministro de la mano dura: Sarkozy. Y, por supuesto, muchísimo menos del incombustible extremista llamado Le Pen. n





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