Esta es la foto que tienen en La Chorrera de Ricudo y Omarino, los que viajaron a Londres. |
Buscan a dos indígenas
que se llevaron
hace 100 años a Londres
Cónsul inglés los condujo a este país,
como testigos de masacre cometida
en la Casa Arana.
Hace 100 años, el gobierno de Gran Bretaña decidió enviar al sector de La Chorrera (Amazonas) a Roger Casement, su cónsul en Río de Janeiro, para verificar las denuncias sobre los crímenes y los vejámenes que contra los indígenas colombianos estaba perpetrando la denominada Casa Arana.
Él pudo constatar, como lo publicó en su denominado Libro Azul, que, debido a la explotación cauchera, los indígenas eran forzados a trabajos extremos y, si no lograban entregar la cuota de látex, eran flagelados y torturados.
Para sustentar debidamente sus denuncias decidió que lo más práctico era llevarse a Londres a algunos testigos que pudieran denunciar de primera mano lo que estaba ocurriendo.
Consiguió a dos jóvenes y los embarcó hacia el Viejo Continente. De ellos jamás se volvió a saber. Y ahora, 100 años después de su partida, los descendientes de los nativos que padecieron la explotación cauchera quieren saber qué pasó.
Se trata de Ricudo y Omarino. Según Consuelo Chaparro, de la Fundación Caminos de Identidad -que trabaja con indígenas-, a uno lo cambió por una camisa y un pantalón y al otro lo apostó en una partida de póquer.
Chaparro, Mujer Cafam del año 2011, dijo que, de los dos nativos, solo se supo que a su llegada a Londres fueron escuchados por algunos funcionarios del gobierno. Pero nada más.
"Hemos mantenido un contacto con algunos periodistas británicos y ONG que se comprometieron a ayudarnos a averiguar qué había pasado con ellos, pero hasta el momento no tenemos nada claro", dijo Fany Kiurú, una indígena huitoto, que hizo énfasis en que, para la comunidad, es necesario saber qué pasó con Ricudo y Omarino.
"Al menos que nos digan dónde están sus restos para traerlos y enterrarlos en su tierra", dijo.
Por su parte, Manuel Cornejo Chaparro, investigador del Centro Amazónico de Antropología del Perú, quien lleva siete años indagando lo que pasó con la explotación cauchera en la Amazonia, también ha averiguado sobre el tema.
"Casement asegura en su diario que a Ricudo y a Omarino se los ganó en una apuesta en La Chorrera y que se los llevó pensando que con su relato podría conseguir apoyo para una misión que ayudara a los indígenas", dijo Cornejo.
De acuerdo con este, el diplomático inglés les compró trajes de la época y logró que la sociedad londinense supiera cómo se estaba extrayendo el látex, que era comprado por empresa británicas.
Cornejo, quien desde esta semana está en La Chorrera, dijo que, incluso, un londinense hizo unas pinturas con los dos nativos.
"Casement los trajo de nuevo, tras unos seis meses en Inglaterra, e incluso hay un hay un reportaje de un periódico de Lima, en el que ellos hablan de cómo les fue en Europa", explicó el investigador peruano.
Pero en La Chorrera, la última información que tuvieron habla de que hay un escrito de la esposa de un embajador en Lima que dice que los vio cuando llegaron a esa ciudad y luego se internaron en la selva peruana.
Sin embargo, no le dan mucha validez a esta información y creen que esta búsqueda debe llegar a su final.
La historia cauchera
Las cicatrices que dejó la explotación cauchera de comienzos del siglo pasado en el país todavía no sanan ni en la selva amazónica ni entre los descendientes de los indígenas colombianos que la padecieron.
En La Chorrera, a orillas del río Igaparaná, las huellas de lo que ocurrió están a la vista.
Allí, junto al afluente, todavía está de pie la Casa Arana, el símbolo de la explotación del caucho por más de 30 años. Y en medio de la selva aún se pueden ver los árboles con las heridas que les hacían para extraerles el látex.
Quienes allí viven dicen que, bajo la maraña, abundan las fosas comunes con cientos de indígenas que no soportaron la explotación de la que fueron víctimas por obra de la Casa Arana, dirigida por el peruano Julio César Arana.
Mientras algunos historiadores hablan de que, fruto de los excesos cometidos por los explotadores del caucho, allí murieron cerca de 5.000 indígenas, entre comienzos de 1900 y 1930, otros, como José Manuel Kuetgaje, presidente de la Asociación de Autoridades Indígenas de la región, dice que fueron más de 30.000.
"Los Arana eran peruanos y en su ambición incluso terminaron instigando el conflicto entre Perú y Colombia", dijo el historiador Enrique Santos Molano.
Según relató, lo que promovieron en la región del río Putumayo "fue una matanza horrible de indígenas".
Por eso, los descendientes de las comunidades afectadas en el Amazonas colombiano quieren que este viernes se conmemore lo que ellos han catalogado como "un crimen de lesa humanidad".
Escogieron el 2012 por conmemorarse los 100 años de que Casement terminara la investigación para establecer qué estaba pasando con los indígenas en territorio colombiano.
De acuerdo con Kiurú, lo que busca su comunidad es que el país y el mundo conozcan "la realidad" que tuvieron que vivir sus antepasados.
"La idea es que Colombia reconozca y se comprometa a no permitir que hechos como estos se repitan, que quede claro que fue una acción genocida contra unos pueblos para financiar todo el capitalismo del siglo pasado", dijo.
Y por eso, los nativos de las cuatro comunidades afectadas por la explotación cauchera -los huitotos, múyanmes, boras y ocaimas- dejaron claro que no querían foros, ni encuentros en Bogotá, sino un reconocimiento público e histórico de lo ocurrido.
Desde el domingo están llegando indígenas de Perú y Brasil, todos descendientes de nativos que padecieron el desenfreno de los caucheros.
Entre ellos está una mujer de más de 90 años que asegura que nació en un bote cuando sus padres huían de los caucheros.
En la ceremonia también estarán delegados de organizaciones internacionales, como la ONU. También estará la iglesia Católica y el embajador británico John Dew.
"No se está pidiendo un peso, ni reparación. Si acaso una escultura en donde se muestre lo que pasó. Para ellos, sus muertos no han sido reconocidos y por eso no descansan", aseguró Consuelo Chaparro.
A La Chorrera hoy solo llega un vuelo a la semana, procedente de Bogotá.
El poblado más cercano es Leticia, que está a 20 días en bote. Ese fue el recorrido que hicieron los caucheros que durante cerca de 30 años prácticamente esclavizaron a cuatro etnias indígenas.
Jorge Enrique Meléndez
Subeditor de Política
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