jueves, 9 de marzo de 2023

Triunfo Arciniegas / Querida Lucy

 

Helga y Olafo

Triunfo Arciniegas

            QUERIDA LUCY


En aquel tiempo Lucy estaba triste y lloraba por dentro. Nadie veía sus lágrimas y hasta la consideraban feliz. La veían en la ventana con su gata blanco, vestida como una princesa, el cabello atado por una cinta roja, y entre sus manos un libro de poesía siempre abierto, y la imaginaban feliz. Nadie veía sus lágrimas.
Sólo Olafo, el Amargado, que soñaba que era un pez diminuto y casi invisible en los ojos de Lucy, conocía las dimensiones del dolor. Saltó de la página del periódico dominical que leía Lucy en una pausa de la poesía.
–Deja de llorar para dentro, mujer divina –dijo Olafo–. Me le escapé a Helga para hablar contigo.
–No lloraré más –dijo Lucy, que se sintió atrapada, y cerró el periódico.
–Por favor, abre el periódico, necesito volver a la historia.
Lucy abrió el periódico y Olafo, el Amargado, regresó al país de la tinta. Parece que Helga se pilló la escapada porque Lucy no lo volvió a ver. 
–Pobre Olafo –pensó Lucy–. Casi pierde la vida por mí.
Sabía que Olafo seguía haciendo de las suyas porque se lo contaron. Mientras este guerrero invencible descubría la redondez de la tierra, sembraba el terror en las orillas de todos los mares y cosechaba riquezas a diestra y siniestra, Lucy no dejó de llorar por dentro.
Tanto lloraba que soñaba que era un árbol de lágrimas. La gente venía a comer sus lágrimas para olvidar las penas de amor. Lucy era el árbol del olvido. La gente se llevaba la lágrima en una botellita y la pellizcaba cada vez que necesitaba del olvido.
Lucy despertaba en su detenido mar de lágrimas. Casi se ahogaba. Barcos de luto la cruzaban. Peces de muerte. Olas heladas. Andaba como sonámbula. Tropezaba con la gente, con las esquinas, con los árboles. Tropezó con Olafo.
–Miércoles, Olafo –dijo Lucy, asustada–. ¿Te echó Helga?
–Salí en otro periódico y no te encontraba –dijo Olafo–. No hago otra cosa que pensar en ti.
–Esa es una línea de una canción –dijo Lucy–. ¿Te volviste poeta?
–Que los dioses me libren del demonio de la poesía, mujer. Prefiero saquear ciudades, incendiar barcos, apedrear enemigos. Diversiones así dan sentido a la existencia.
–¿De verdad llamaste Hamlet a uno de tus hijos? Qué loco eres.
–Fue un capricho de Helga, que lee a un tal Shakespeare. Le llevo libros cada vez que salgo de viaje. Pero leer perjudica. No te imaginas el caos que hay en la casa ahora que Helga se pasa el día leyendo.
–La gente te ve raro con esas ropas y esos cuernos. Mira cómo te miran.  
–Raros son todos en la República de Antioquia. Se pintan los pelos de todos los colores y escuchan una música espantosa. Las mujeres llevan al aire la mitad de sus cosas. Los hombres, todos melindrosos, se pintan los ojos y se cuelgan argollas en las orejas. Los señoritos se confunden con las señoritas. Corren como si se fuera a acabar el mundo, aleteando como gallinas. Nunca había visto tanto desorden.
–Eres un guerrero. Un conquistador. Un héroe. Pero de moda no entiendes nada.
–Un patético guerrero de papel.
–Ay, Olafo, te levantaste con los trapos al revés. ¿Qué haces tan lejos del mar? Acá ya nos conquistaron todo.
–Ya te dije. No dejo de pensarte. Ya me siento un pez de tanto pensarte. Deja salir el río que eres.
–¿Y volverás a tus terrenos? ¿Helga te recibirá?
–Helga cree que estoy de parranda. No tengo mucho tiempo. Puedo desvanecerme. No tengo colores firmes, el periódico es una porquería, tú sabes. Ojalá no llueva.
–Mis lágrimas podrían desvanecerte, guerrero de papel –dijo Lucy.
–Moriría en el río de tus lágrimas.
Entonces Lucy, la enamorada del lenguaje, lloró en el parque de las mujeres gordas y los hombres de bronce que las contemplaban extasiados desde sus briosos caballos. "Eres un bárbaro con alma de niño", dijo Lucy mientras su cara se mojaba. Olafo se inclinó para aceptar el halago. Lucy recordó la frase de alguien: Moriría un poco por él. Y lloró. Recordó los besos de otros días, las cartas, las fotografías, y lloró como un río, y sus lágrimas fueron calle abajo. "Hazme un barquito de papel", dijo Olafo. Y en ese barco, por ese río, Olafo se alejó. Y mientras se alejaba, Olafo levantó una pata, luego la otra, cayó sentado, y Lucy se llenó de risa.


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