martes, 21 de marzo de 2023

Sara Mesa / "Los lectores se ganan escribiendo, no en las redes"

Sara Mesa


Sara Mesa: "Los lectores se ganan escribiendo, no en las redes"

La escritora publica 'La familia' (Anagrama), desolado retrato de las relaciones de unos padres y sus tres hijos, y de las consecuencias de años de silencios, secretos y mentiras


Nuria Azancot

14 de septiembre de 2022


Tras el éxito de su anterior novela, Un amor (2020), elegida por los críticos de El Cultural como el Libro del Año, Sara Mesa (Madrid, 1976) sigue a vueltas con la realidad y la imaginación en su nueva obra, La familia. Tímida y reservada, la escritora sevillana conversa hoy con El Cultural sobre las claves de una ficción en la que regresa a temas como la incomunicación, el amor, el maltrato y la soledad.

Sara Mesa confiesa que si en Un amor subyacía, sin ser esencial, algo que le había pasado a una amiga suya (un casero que conservó las llaves de la casa que le había alquilado), todo lo que aparece en La familia “es verdad, lo que ocurre es que, en el contexto de la ficción, el concepto de verdad no se corresponde con hechos que hayan sucedido exactamente de ese modo. Al pasarla por el filtro de la ficción, la realidad se transforma, se procesa, se mezcla… Para mí, la imaginación literaria consiste justamente en eso, no en inventar de la nada”.

Pregunta. No sé si se identifica con alguno de los protagonistas de esta novela coral, pero ¿a quién comprende mejor o compadece más?

Respuesta. En general, a los niños. De hecho, empecé a escribir este libro pensando que las miradas infantiles serían las predominantes, que ellos serían el centro de todo. Pero luego estos niños crecieron, las historias se ramificaron, fueron apareciendo nuevos personajes… Me fui metiendo en la cabeza de todos según el momento, excepto en la del padre, que es el personaje más inescrutable.

P. Precisamente el padre, Damián, ejerce un poder absoluto, sutil pero despiadado, sobre los suyos. A pesar de sus constantes referencias a Gandhi, ¿no es un maltratador psicológico de libro?

R. Lo es. Pero al mismo tiempo es un ser humano sufriente y complejo. Creo que, según avanza el libro, el personaje va ganando en densidad y matices. De hecho, el relato está construido desde diferentes lugares y puntos de vista porque me resultaba imposible enfocarlo con una única mirada.

P. ¿Por qué le ha interesado retratar ahora un personaje así, tras un encierro pandémico que acentúo muchos dramas familiares callados?

R. La semilla de esta historia ya estaba dentro de mí hace mucho tiempo, pero es verdad que las ideas de encierro y aislamiento son centrales. No en vano la imagen de cubierta, una ilustración de Isidro Ferrer, es una casa. Frágil, de cartón, pero como una caja cerrada, impenetrable. Así, por desgracia, funcionan algunas familias, aunque decirlo es exponerse a críticas, porque la familia sigue siendo en gran medida una institución intocable.

“Los conceptos de felicidad o infelicidad no los aplico cuando escribo, pueden llegar a ser tramposos”

P. Pero, ¿qué es peor, la obsesión del padre por controlarlo todo, o el miedo que hace que los demás miembros de la familia no se rebelen?

R. Bueno, va todo junto. El afán controlador es solo eso, un afán, es imposible controlarlo todo. Lo interesante es ver qué se hace ante eso. Cómo se reacciona, cuáles son los mecanismos de defensa o de supervivencia. Cada personaje es diferente, no hay una pauta. O sí: la pauta del secreto. La ocultación de una parte de uno mismo para no ser rechazado o castigado. A menudo los niños aprenden a mentir para no decepcionar a sus padres. Por miedo a perder su amor.

P. La familia resulta muy inquietante y perturbadora: ¿realmente no le interesan las novelas con finales felices?

R. Es que los conceptos de felicidad o infelicidad yo no los aplico cuando escribo, pueden llegar a ser tramposos y manipuladores. Yo me siento feliz cuando leo un buen libro, sea cual sea su final. ¿El final de La muerte de Ivan Ilich de Tolstói es feliz o infeliz? El protagonista muere en medio de terribles dolores, vale, pero alcanza una revelación en el relato, hay un enorme potencial transformador ahí. En cambio, hay finales edulcorados cuya única misión es que la gente diga: qué libro más bonito. Y eso no vale para nada. Chirbes decía al respecto: no soy político ni sacerdote ni psiquiatra, así que no tengo que engañar a nadie.

P. Una de las hijas, Martina, descubre lo engañoso de los recuerdos: ¿cuándo descubrió que la memoria también es incierta y resbaladiza?

R. Se va descubriendo con la edad, ¿no? Aquí se ve muy claro cuando los hijos comparan sus recuerdos y no se ponen de acuerdo ni en los hechos ni, lo que resulta aún más llamativo, en las interpretaciones. Cuando escribía el libro tomé una nota de los diarios de Ionesco en la que comparaba la memoria con una hoja que se va secando hasta hacerse fina y transparente y que hay que manejar con cuidado.

Sara Mesa. Foto: Sonia Fraga

Sara Mesa. Foto: Sonia Fraga

P. Al comenzar a escribir cualquiera de sus novelas, ¿sabe desde el principio cómo son y cómo van a evolucionar los personajes, tiene claro el desenlace, o sus protagonistas se van apoderando de la trama?

R. Hay un plan inicial, lógicamente, pero montones de modificaciones y sorpresas después. Todo lo referido a los detalles, que es fundamental, y a la textura de las historias, surge en el proceso de escritura, no se puede planificar. O personajes secundarios que cobran una importancia imprevista, por ejemplo. Últimamente llevo un diario de escritura y todo eso queda reflejado ahí. Para mí es lo mejor de escribir.

P. Aunque todos sus libros comparten su ambición literaria, y su carácter perturbador, no se repite jamás: ¿no le tienta profundizar en argumentos ya tratados?

R. Ah, pues yo tengo la sensación contraria, tengo la sensación de que a veces me repito y estoy dando vueltas y vueltas sobre lo mismo, aunque trato de no acomodarme, de seguir explorando tonos y formas. En La familia, por ejemplo, el cambio de voces narrativas, la densidad emocional y, creo, cierta comicidad, son caminos nuevos.

P. No sé si le gusta el cine, pero dos de las mejores películas españolas de este año, Alcarràs y Cinco lobitos, retratan a dos familias y sus secretos: ¿quizá los lectores y espectadores necesitamos volver a historias cercanas porque comienzan a aburrirnos los efectos especiales a lo Marvel?

R. Bueno, son líneas diferentes y mundos diferentes, pueden convivir perfectamente y en algunos casos quizá hasta confluyen en algún punto. Esto de las tendencias narrativas tiene más que ver con la visibilidad mediática y con nuestra manía de buscar temas y mensajes en todo, pero por fortuna siempre va a existir la pluralidad. Fantasía, espectáculo, realismo, historia… todo puede valer si está bien hecho.

“Tengo la sensación de que a veces me repito y estoy dando vueltas y vueltas sobre lo mismo, aunque trato de no acomodarme, de seguir explorando tonos y formas”

P. En su librito Silencio administrativo retrataba la precariedad y el laberinto kafkiano en que se olvidaban las necesidades de muchos marginados. ¿Se han acentuado la insolidaridad y crueldad de la burocracia tras la pandemia?

R. Desde luego, los problemas de la burocracia que yo describía en ese libro no se han solucionado. Para tema incómodo, ese, porque gran parte del sistema está montado sobre ese engranaje maquiavélico. Hace poco oí decir a la maestra del terror Pilar Pedraza que a ella lo que verdaderamente le da miedo es la burocracia. Es un asunto que a mí también me obsesiona.

P. La sumisión que retrata en sus libros, ¿tiene remedio? ¿no somos una sociedad cada vez más mansa y adormecida?

R. Yo no sé contestar a este tipo de cuestiones abstractas. Muchas veces me han ofrecido escribir columnas de opinión y siempre digo que no valgo para eso. Mi visión de las cosas, y en gran medida mis opiniones, está contenida en mis libros. ¿Está la sociedad adormecida? Bueno, mis personajes no lo están. Luchan a pesar de todo, aunque su lucha no sea todo lo heroica y ejemplar que muchos exigen.

P. Sin embargo, y gracias a las redes sociales, cada vez estamos más informados, pero más manipulados (fake news). ¿Cómo se lleva con ellas? Porque no tiene perfil en Twitter ni en Facebook y no me la imagino en TikTok… ¿No le interesa ganar lectores?

R. Es que yo creo que los lectores se ganan escribiendo, no en las redes. Las redes quitan tiempo de escribir, ¿no? Y de observar. Es importantísimo observar.

P. Cuando presentó Un amor, reivindicó la novela decimonónica, pero es usted una narradora muy moderna: ¿quiénes son sus maestros y a qué autores contemporáneos lee?

R. Me refería a que alguna vez he oído decir que dedicar esfuerzos a la construcción psicológica de los personajes es decimonónico, entonces yo digo: vale, pues soy decimonónica. Pero no lo soy, claro. No puedo, ni quiero, escapar a mi tiempo. Y por supuesto que leo a contemporáneos, mezclados con autores del siglo XIX y XX, todo el tiempo. Me resulta difícil hablar de maestros e influencias, pero puedo nombrar a algunos de los últimos que he leído y disfrutado: David Foster Wallace, Robert Walser, Mariana Enríquez, Elizabeth Strout, Ismail Kadaré, Iban Zaldua, Linn Ullman, Charles Dickens, Liliana Colanzi, Jorge de Cascante… Esto sería un ejemplo de mi caótica manera de leer.

EL CULTURAL



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