ALIADOS
Brisa de vieja escuela
Zemeckis ha compuesto una competente película al modo vieja escuela, pero el resultado se queda en tibia fotocopia del resplandor del clasicismo
La condición de mito es imposible de buscar, simplemente surge. Y aunque los que han llegado a alcanzarla no sean intocables, su remedo requiere al mismo tiempo una mezcla de respeto y de atrevimiento difícilmente conciliable. Es lo que le ocurre a los primeros 45 minutos de Aliados, la nueva película de Robert Zemeckis, creador de mitos propios (Regreso al futuro, Forrest Gump), pero ahora inspirado por mitos ajenos.
ALIADOS
Dirección: Robert Zemeckis.
Intérpretes: Brad Pitt, Marion Cotillard, Jared Harris, Lizzy Kaplan, August Diehl.
Género: espionaje. EE UU, 2016.
Duración: 124 minutos.
Ciudad de Casablanca, II Guerra Mundial, relato romántico de aire descreído, nazis vigilantes, resistencia aliada. Intentar a estas alturas emular el espíritu de la película de Michael Curtiz es meterse en la boca del lobo. Y más si el guión se empeña en la secuencia inolvidable, ya sea por el diálogo (brillantes en su impostura, impostores en su brillantez) o por la acción (ese polvo en el desierto, y no precisamente de arena). Sin embargo, en cuanto la película se muda a Londres y, a la hora de metraje, surge el giro dramático que todos esperábamos, el relato se eleva, derivando hacia el thriller de espionaje que, aunque no llegue a los altares de Graham Greene (el personaje de Brad Pitt, como un guiño para entendidos, está leyendo Brighton Rock), divierte durante un buen trecho del camino.
Zemeckis ha compuesto una competente película al modo vieja escuela, pero cada vez que un director de prestigio se adentra en este tipo de operaciones nostálgicas el resultado se queda en tibia fotocopia del resplandor del clasicismo. Aliados es a Zemeckis lo que El buen alemán a Steven Soderbergh: la copia imposible de un tiempo que jamás volverá.
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