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Muere el dramaturgo Tom Stoppard a los 88 años
Nacido en la antigua Checoslovaquia, fue uno de los literatos más brillantes del siglo XX, autor de obras como ‘Rosencrantz y Guildersten han muerto’ y ‘Shakespeare enamorado’
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| Philip Roth según David Levine |
Ahora es sorprendente estar todavía aquí al final de cada día. Meterme a la cama por la noche, sonreír y pensar: “Viví un día más”. Y luego es sorprendente despertar ocho horas después, ver que es la mañana del día siguiente y que sigo aquí: “Sobreviví otra noche”. Pensarlo me hace sonreír otra vez. Me duermo con una sonrisa y me despierto con otra. Me encanta seguir vivo. Además, cuando esto sucede, como ha sido semana tras semana y mes tras mes desde que comencé a cobrar mi pensión, produce la ilusión de que nunca terminará, aunque por supuesto sé que puede hacerlo en cualquier momento. Es como jugar una partida, todos los días; una partida de apuestas altas que ahora, incluso en contra de las probabilidades, simplemente sigo ganando. Ya veremos cuánto me dura la suerte.
The New Yorker
Masahisa Fukase
Galería Michael Hoppen, Londres, Reino Unido
LA SOLEDAD DE LOS CUERVOS
«La soledad de los cuervos», del difunto fotógrafo japonés Masahisa Fukase, es una expresiva metáfora de una oscuridad casi absoluta. Tomada entre 1975 y 1982, «Cuervos» se erige como un réquiem por el matrimonio de Fukase con Yoko Wanibe. Está enmarcada por sus otros dos proyectos más significativos, ambos actualmente en exposición en Londres (como parte de la exposición colectiva «Actuando para la cámara» en la Tate Modern). «Desde la ventana» (1974), una serie de fotografías «directas» de Wanibe, habla elocuentemente de los altibajos de su matrimonio y su ruptura. En contraste, «Bukubuku» (Burbujeando) de 1991 es una serie de autorretratos profundamente claustrofóbicos, a menudo surrealistas, que Fukase realizó en el baño después de enterarse de que su exesposa iba a volver a casarse. Si bien los tres trabajos transmiten con éxito los sentimientos de Fukase hacia Wanibe, es 'Ravens', en exhibición en la Galería Michael Hoppen, su obra maestra.
El arte de perder el amor
Masahisa Fukase
Debe ser difícil vivir con un fotógrafo.
Primero, debes creer que te espían constantemente, que intentan pillarte desprevenido, que un ojo siempre presente, siempre observando, espera captar tu verdadero yo. Solo después te das cuenta de que no es tu esencia lo que el fotógrafo intenta capturar y extraer verdad, sino la suya. Que cada imagen que te dirige es en realidad una visión sublimada de sí mismos, y que lo que proyectan al apuntar y disparar en tu dirección es en realidad un reflejo de sí mismos, a veces distorsionado y a veces invertido.

Ethan Hawke, Margaret Qualley y Andrew Scott han presentado en el Festival de Berlín la película que el director de ‘Boyhood’ ha tardado doce años en preparar. ‘Blue Moon’ cuenta qué pasó con Lorenz Hart en la noche del estreno de ‘Oklahoma!’.
Mariana Borrull
18 de febrero de 2025
Crítica de 'Blue moon', donde, como en la trilogía del amanecer o 'Boyhood. Momentos de una vida', Richard Linklater repite con el actor, que interpreta al legendario letrista Lorenz Hart. Los acompañan Margaret Qualley, Bobby Cannavale y Andrew Scott.

Criada en Roma, en la renacentista Villa Medici, sede de la Academia Francesa, con el entorno evocador de la residencia de Scipione Borghese y la influencia artística de su padre, el pintor Balthus, Harumi Klossowska de Rola, nacida en 1975, encarna esa fusión cultural entre Occidente y Oriente que se expresa a través de un bestiario zoomorfológicamente preciso a medio camino entre la joyería y la decoración del hogar, reproducido quirúrgicamente a través de la semántica de los materiales preciosos o semipreciosos, así como naturales.
Madrid
Edgar Allan Poe
El escarabajo de oro
(“The Gold-Bug”, 1843)
¡Hola, hola! ¡Este hombre baila como un loco!
Lo ha picado la tarántula.
(Todo al revés)
Hace muchos años trabé íntima amistad con un caballero llamado William Legrand. Descendía de una antigua familia protestante y en un tiempo había disfrutado de gran fortuna, hasta que una serie de desgracias lo redujeron a la pobreza. Para evitar el bochorno que sigue a tales desastres, abandonó Nueva Orleans, la ciudad de sus abuelos, y se instaló en la isla de Sullivan, cerca de Charleston, en la Carolina del Sur.
La mujer de Parker estaba sentada en el suelo del porche delantero, limpiando habichuelas. Parker estaba sentado en un peldaño de la escalera, a unos metros de distancia, y la miraba con gesto enfurruñado. Era fea fea. La piel de su cara era delgada y tensa como la de una cebolla y tenía los ojos grises y agudos como punzones de acero. Parker comprendía por qué se había casado con ella —no hubiera podido llevársela a la cama de otro modo—, pero lo que no acertaba a comprender era por qué se quedaba con ella ahora. Estaba embarazada y las mujeres embarazadas no eran su tipo. Sin embargo, él se quedaba allí, como si estuviera bajo su hechizo. Se sentía a la vez desconcertado y avergonzado de sí mismo.
Cuando mi hija estaba en primaria llevaba el pelo largo y, todas las noches, antes de leerle en voz alta, me sentaba detrás de ella y se lo trenzaba. Si se lo dejaba suelto durante esas ajetreadas horas en que Sophie dormía y soñaba, a la mañana siguiente su pelo era un gran nido de pájaros. A mí me gustaba especialmente el ritual, me gustaba ver las orejas y la nuca de mi hija, me gustaban el tacto, el aspecto y el olor de su lustroso pelo castaño, me gustaba cómo se deslizaban entre mis dedos los tres mechones al cruzarlos. También era un acto de anticipación: llegaba justo antes de que nos metiéramos juntas en su cama, nos recostáramos entre las almohadas y las sábanas y yo empezara a leer y Sophie a escuchar.
Siri Hustvedt
MI MADRE, PHINEAS, MORALIDAD Y SENTIMIENTO
«No hagas nada que no quieras hacer realmente», me dijo mi madre mientras conducía, tras recogerme de una clase o puede que de una reunión o de la casa de alguna amiga cuyo nombre he olvidado hace ya tiempo. No recuerdo qué más me dijo mi madre durante aquella conversación y no sé por qué me dio ese consejo en concreto. Lo que sí recuerdo es que íbamos por el tramo de la Autopista 19 que pasa justo al lado de Northfield, mi ciudad natal en Minnesota, un tramo que ha quedado asociado para siempre a esas palabras. Debía de ser verano, porque la hierba estaba verde y los árboles rebosaban de hojas. También me acuerdo perfectamente de que nada más terminar de hablar mi madre, yo me sentí culpable. ¿Estaba yo haciendo cosas que no quería hacer? Entonces tenía quince años, me encontraba en plena adolescencia y era una jovencita confusa, llena de deseos y tormentos íntimos. Las palabras de mi madre me dieron que pensar y nunca he dejado de darles vueltas en mi cabeza.
No es ningún secreto que los objetos del deseo pierden a menudo su encanto una vez obtenidos. El París real no está a la altura de la ciudad soñada. Los zapatos de tacón que vemos en los escaparates de las tiendas brillando con su promesa de belleza, lustre urbano y riqueza son tan sólo zapatos una vez que encuentran su lugar en el armario. Después de una gran boda con toda su pompa y circunstancia, anuncio del matrimonio como punto de destino final, viene una vida junto a un ser humano real que, inevitablemente, es corto de miras, débil e idiosincrásico. El revolucionario come y duerme pensando en la revolución, en el momento de la gran limpieza cuando triunfe el nuevo orden, y, una vez que esto sucede, se encuentra deambulando entre ruinas y cadáveres. Sólo los seres humanos se destruyen entre sí a causa de las ideas. Emma Bovary llega a la desesperación: «Una vez más, el profundo malestar de su desesperanza volvió a invadirla. Sus pulmones se henchían como si fueran a estallar. Entonces, en un rapto heroico que casi la llena de alborozo, corrió colina abajo, cruzó el corral de las vacas, se apresuró a recorrer el sendero, subió la cuesta, atravesó la plaza del mercado y llegó frente a la farmacia.» La expresión «un rapto heroico» es la que me resulta más conmovedora. Es el deseo absurdo pero muy humano de exagerar la historia de nuestra vida para verla reflejada como algo heroico, bello o martirizado.
ALGUNAS REFLEXIONES ACERCA DE LA PALABRA «ESCANDINAVIA»
No estoy segura de si cuando era niña conocía el significado de la palabra Escandinavia . Una palabra que estaba envuelta en una neblina cultural que flotaba alrededor de mí y de lo mío. Pero el cómo y el por qué no estaban claros en mi mente. Por entonces yo ya era una persona dividida. Una niña que vivía en los Estados Unidos, con una madre noruega y un padre noruegonorteamericano, que habló noruego antes que inglés, en una Minnesota rural que era todo mi mundo. Noruega era otro planeta. En 1959, teniendo yo cuatro años, pasé cinco meses en Bergen con mi madre y mi hermana. Hasta que en 1967 volví allí con toda mi familia para pasar un año entero, Noruega era un maremágnum de fragmentos inconexos, de recuerdos aislados (mis manos dentro de una mata de grosellas, una naranja caída sobre la nieve, las lágrimas de mi prima mayor durante una cena), de objetos que había en la casa (aparadores y vajillas, fotografías y pinturas colgadas de las paredes), de la comida (en especial el arroz con leche, el bløtkake , el pastel de crema y las chocolatinas Twist), de los cuentos que me contaban mis padres y de algunas palabras, pocas pero significativas. Durante ese periodo de mi niñez, que abarcó siete años entre ambas visitas, olvidé casi todo el noruego que sabía.
La escritora, en su casa de Nueva York, lleva americana de EMPORIO ARMANI. SPENCER OSTRANDER.


Figurar en la Lista Clinton es un karma que su ex no le perdonará jamás.


El presidente Gustavo Petro asegura que su esposa y expareja sentimental no gasta “ni un peso” de las arcas públicas, tras una publicación del medio sueco ‘Expressen’ que la señala de vivir de manera exclusiva en Estocolmo


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| Álvaro Pombo |
En este volumen de 'Cuentos autobiográficos', el Premio Cervantes Álvaro Pombo desafía coquetamente al lector a discernir qué hay de pura "veracidad" y qué de golfa "invención" en estos notables relatos basados en su agitada vida