Dennis Lehane |
Dennis Lehane: 'No podemos dejarnos ni una bala en la recámara'
Álvaro Cortina
Madrid, 15 de noviembre de 2011
Dorchester, barrio de Boston. Dennis Lehane vuelve una y otra vez a su escenario en sepia. En 'Abrázame, oscuridad' (RBA), la segunda entrega de su saga de los detectives Patrick Kenzie y Angela Gennaro viaja en el paso de un «otoño esquizofrénico» al invierno. Los niños traumatizados de 'Mystic River' andan llorosos por las esquinas en sombra y los columpios del parque bailan al viento frío, deshabitados. Lehane habla de callejas y tipos duros, pero más abajo, a la altura infantil de las rodillas esconde un cruento escalofrío de los hermanos Grimm o de Hoffman. Recordamos también a niños muertos flotando en un lago onírico en 'Shutter Island'. Aquí un crucificador anda suelto.
Cuando escribió esta novela, en 1996, con 'serial killers', gángsters de la mafia y payasos maléficos, ¿qué se propuso para huir del tópico?
Allá por 1996, las novelas de asesinos en serie eran tan abundantes que les faltaba poco para caer de lleno en el territorio del tópico, así que adopté el planteamiento de llevar el libro a sus límites, como si se pudieran tensar sin llegar a estallar. El recuerdo que tengo de mí a los 31 años es el de que esperaba, más o menos, hacer pedazos todo el subgénero y, además, no volver nunca más a escribir ningún otro libro de asesinos en serie.
Realmente, parece mentira que haya conseguido continuar la saga con tantos libros más. Muertes, revelaciones muy trascendentales... Usted gastó muchos cartuchos en esta novela, ¿no?
Es una forma fina de expresarlo, sí. Es cierto que derroché un montón de cartuchos, pero eso es fantástico; por mucho que un libro forme parte de una serie, debería ser capaz de mantenerse por sí solo como una unidad en sí mismo. Por otra parte, un escritor no se debería guardar nada en la recámara. El libro debería llegar de forma natural al lugar al que es necesario que llegue y, si eso agota la serie, entonces hay que suponer que es la serie lo que se ha agotado. De no ser así, pues bueno, hay que escribir otro.
El catolicismo y la redención en las calles parece inspirado en Scorsese, o en Abel Ferrara.
Aunque me apasiona el trabajo de Scorsese, que me encanta, no ha ejercido una influencia realmente significativa en las novelas de Patrick ni en mi visión de la vida en los barrios. Los artistas que nos hemos criado en un ambiente católico, sea yo mismo o sean Scorsese, Graham Greene, Bruce Springsteen, Walker Percy, por mencionar sólo unos pocos, trabajamos en territorios parecidos en términos de culpa, redención, pecado y sufrimiento.
Las organizaciones de vecinos vigilantes de barrio, con reflejo nefasto en esta novela, ¿han sido comunes en los EEUU recientes?
No, pero sí lo eran en los años 70, cuando la gran mayoría de las ciudades norteamericanas veían que se disparaban sus índices de delincuencia. Añádase a eso que había cundido un miedo cerval entre los blancos ante la afluencia de negros e hispanos a sus barrios de la noche a la mañana. Eso contribuyó de manera importante a que grupos de protección vecinal se convirtieran en cuadrillas de vigilantes de los barrios.
Por otro lado, todos los personajes parecen, más o menos, dispuestos a tomarse la justicia por su mano. Se podría decir que es una novela muy violenta y bastante sentimental.
No cabe duda de que podría calificarse de violenta, dado que se trata del libro más violento que he escrito jamás. En cuanto a sentimental, me parece que es una manera bastante graciosa de describirla.
Novelas suyas como Mystic River o Shutter Island han sido adaptadas por Eastwood o Scorsese. Es curioso que usted, como escritor, pero dejando aparte la literatura, tiene un hueco en la historia del cine.
Es agradable, supongo, pero sobre las películas no asumo la misma autoría que sobre los libros. Mystic River, me refiero a la película, es tanto de Clint Eastwood o de Sean Penn como mía. Las películas son una obra de muchos; los libros son obra de una sola persona.
Un tema clave en su obra es el dolor de los niños. Es un tema al que usted recurre obsesivamente. A veces parece plantearse si de verdad está bien traer niños a este mundo, parece cuestionar la procreación.
En lo que a mí me toca personalmente, mi opinión es que hay por ahí más padres de mierda que buenos, pero eso no significa que esté en contra de la procreación; lo único que quiere decir es que se da la circunstancia de que yo creo que muchas personas no lo hacen bien en todo lo que viene después de la procreación, en la crianza de un niño, de hecho.
El fin de la novela sabe a fracaso. Con copos de nieve cayendo.
Es un libro trágico. Trata de personas que luchan con monstruos y no salen ilesos de esa lucha.
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