Madrid, 2 de noviembre de 2017
Durante una reunión en el círculo de los Verdurin, un matrimonio de advenedizos retratados en «Por el camino de Swann», primer volumen de «En busca del tiempo perdido», en la que Charles Swann se encuentra con la que se convertirá en su amante, la «coccote» Odette, Marcel Proust describe con su prosa larga, subordinada, el amor por la música de ese amigo de aristócratas, fascinado por la pintura: «...de pronto, tras una nota alta, largamente sostenida durante dos compases, [Swann] reconoció, vio acercarse, escapando de detrás de aquella sonoridad prolongada y tendida como una cortina sonora para ocultar el misterio de su incubación, toda secreta, susurrante y fragmentada, la frase aérea y perfumada que le enamoraba. Tan especial era, tan individual e insustituible su encanto, que para Swann aquello fue como si se hubiera encontrado en una casa amiga con una persona que admiró en la calle y que ya no tenía esperanza de volver a ver». Una pieza, «el andante de la sonata para piano y violín», que se atribuye a un tal Vinteuil
Desde 1913, año de publicación de «Por el camino de Swann», el misterio que ha rodeado a esa composición, que se menciona en varios fragmentos de la novela, ha seguido abierto. Ahora, tal y como informa el diario británico «The Guardian», dos jóvenes violinistas, las hermanas rusas Maria y Nathalia Milstein, habrían logrado resolverlo: la pieza, que sería de Gabriel Pierné (1863-1937), se llamaría Sonata para violín y piano en Re menor. Otros músicos, como Camille Saint-Saëns, César Franck, Claude Debussy, Gabriel Faure, Richard Wagner o Guillaume Lekeu, habían sido barajados como posibles «Vinteuil» en el pasado.
«No es muy conocida, pero fue escrita en el mismo momento. Cuando la escuché, tuve una corazonada», explicó, sobre la fecha de composición de la pieza, Maria Milstein a «The Guardian». «Es cierto que Proust dijo una vez que Saint-Saëns fue la fuente para la idea de Vinteuil, pero también sabemos que hizo de ello, deliberadamente, un misterio. Pierné no es necesariamente el único prototipo, pero, para mí, se ajusta a él», añadió la violinista. En «Por el camino de Swann», la verdad es que el novelista juega con el lector: «Todo lo que pudo averiguar Swann fue que la aparición reciente de la sonata de Vineteuil causó gran impresión en una escuela musical muy avanzada, pero era enteramente desconocido para el gran público».
Las reuniones en el salón de los Verdurin se suceden en la novela, mientras que el amor de Swann por Odette aumenta. Así, «la frase de Vinteuil», según describe Proust, «era como el signo de sus amores». Cuando la relación de ambos comienza a destruirse, con la irrupción de los celos, que, junto a la memoria, es uno de los grandes temas de «En busca del tiempo perdido», la música adquiere el poder de invocar los recuerdos: «Y antes de que Swann hubiera tenido tiempo de comprender, y de decirse: "Es la frasecita de la sonata de Vinteuil, ¡no la escuchemos!", todos sus recuerdos del tiempo en el que Odette había estado enamorada de él, y que él había hasta ese momento logrado mantener invisibles en las profundidades de su ser (...) se despertaron, remontaron el vuelo, cantándole locamente, sin compasión para su infortunio de entonces, los olvidados estribillos de la felicidad».
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