La vida sin límites del excesivo Gérard Depardieu
Un documental de la televisión francesa retrata la convulsa vida del actor, un hombre que llegó a ser emblema de Francia y ahora es ciudadano ruso y se codea con Putin y el presidente checheno
EL PAÍS
Madrid, 20 de febrero de 2019
El documental Depardieu, el hombre sin límites, emitido el lunes por la noche en la televisión francesa BFMTV, dibuja un retrato íntimo del actor que los franceses adoran y odian por igual. "Ogro", "monstruo sagrado", "gigante"... son algunas de las palabras que no faltan para describir la excepcional personalidad de Gerard Depardieu. BFMTV pinta un retrato del actor como hombre polifacético, amigo de dictadores, amante de la buena comida y de la fiesta, padre herido, coleccionista de arte... Gérard Depardieu, de 70 años, es todo eso a la vez. Un actor que representa a Francia pero que ha terminado abandonando al país que le vio nacer.
Para entender quién es Gerard Depardieu, el documental retrocede 70 años y se va a Chateauroux, ciudad donde nació y donde sacó adelante a cinco hermanos. Su padre, apodado Dede, fue un entrenador de remo analfabeto y su madre, Lilette, ama de casa. Su familia era muy pobre, y Depardieu fue analfabeto hasta bien entrada la pubertad. Su primer dinero lo ganó vendiendo tabaco, alcohol y droga introducida en Francia por militares norteamericanos de contrabando. Fue chulo y guardaespaldas de prostitutas y confesó haberse prostituido por dinero ocasionalmente. Depardieu no hizo el servicio militar, ya que en un psiquiátrico se le diagnosticó "hiperemotividad patológica".
En su faceta como actor es conocido que es vago incluso para aprenderse los guiones. "Lleva un auricular en los rodajes. Es demasiado perezoso para aprender", dice de él el cineasta Bernard Blier, uno de los amigos del intérprete que aparece en el documental. Pero esta técnica le permite filmar entre cinco y siete largometrajes al año y el actor no es de los que se autoinmolan con las críticas. Se ríe incluso de quienes critican su físico y no tiene ningún problema en presumir de que entre sus excesos está desayunar tocino mojado en café solo, sin azúcar.
En 1971, Depardieu se casó con la actriz Élisabeth Guignot (madre de sus dos primeros hijos), de quien se divorció 25 años después. Luego mantuvo una larga relación con la también intérprete Carole Bouquet. Su última compañera conocida fue una estudiante norteamericana, Clémentine Igou. Pero su relación con las mujeres ha dado un giro desde el pasado verano, cuando una joven artista denunció al actor por agresión sexual. Esta mujer, de quien no se conocen más datos, aseguró a finales de agosto que Depardieu la violó y agredió sexualmente en su residencia en el distrito VI de París en dos ocasiones ese mismo mes. Depardieu niega tajante estas acusaciones, pero tuvo que acudir a la policía parisina para declarar justo un mes antes de su cumpleaños, que celebra el 27 de noviembre. Según la cadena RTL, este era el último paso previo para que la Fiscalía de París decida si prosigue o no con el caso.
Como ciudadano francés y votante, Gerard Depardieu tampoco aburre. Fue socialista con François Mitterrand, y más tarde participó en mitines electorales apoyando a Nicolas Sarkozy, candidato a la presidencia de Francia por el partido de derechas UPM. Luego se declaró ecologista. Fue amigo íntimo de Fidel Castro en La Habana y se considera "compadre" de Vladimir Putin, el actual presidente ruso.
Su exilio fiscal en 2012 y sus amistades con cuestionados políticos acabaron por desdibujar su relación con los franceses. El actor de Cyrano de Bergerac huyó de Francia para pagar menos impuestos. Con su partida a Bélgica, se amplió la brecha entre Gerard Depardieu y su país natal. La salida del pilar del cine francés se convirtió en un asunto nacional. El primer ministro de la época, Jean-Marc Ayrault, llegó a calificar este exilio fiscal como "un mal del estado". Esta declaración hirió profundamente al ciudadano Depardieu, quien respondió en una carta abierta publicada en el Journal du Dimanche. "Devuelvo mi pasaporte y mi seguridad social que nunca he usado (...) ¿Quién es usted para juzgarme así?, le pregunto señor Ayrault. A pesar de mis excesos, mi apetito y mi amor por la vida, soy un ser libre, señor", clamó el actor.
El actor provocó una nueva explosión popular al convertirse en ciudadano ruso. En enero de 2013, obtuvo la ciudadanía rusa. Su nuevo pasaporte se lo entregó el mismísimo Vladimir Putin. Rusia se presentaba para el Depardieu empresario como una nueva tierra prometida para los negocios. Pero el actor, reconocido admirador de Tolstoi y Dostoievski, también ha encontrado en el país más grande del mundo un campo de juego para sus excesos. Para instalarse, no eligió ni Moscú ni San Petersburgo, sino Saransk, en Mordovia, un lugar situado a 650 kilómetros al este de la capital, donde según muestra el documental, el actor parece encantado con su nueva vida. "Está fascinado por el poder, esa forma de llevar su vida va más allá de la moral", recuerda el actor Michel Pilorgé, uno de sus amigos. Allí Depardieu se relaciona con Vladimir Putin; con Ramzan Kadyrov, presidente de Chechenia –acusado por asociaciones de derechos humanos de encubrir secuestros y asesinatos– y con el dictador bielorruso Alexandr Lukashenko. Además, el pasado mes de septiembre, visitó Corea del Norte. Por su trayectoria, nadie puede afirmar que este sea el último viraje del siempre excesivo Depardieu.
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