lunes, 2 de septiembre de 2019

Mauricio Vargas / Perdidos en el Amazonas

Amazonas en llamas


Perdidos en el Amazonas

Perder tanto Amazonas en medio del cambio climático es quedarse sin salvavidas en un naufragio.

Mauricio Vargas
24 de agosto de 2019

No se trata de incendios espontáneos debidos a la sequía. Expertos en el clima han señalado que la temporada no ha sido ni más seca ni más ventosa que en otros años, y aun así ha habido muchísimo más fuego. En su gran mayoría, se trata de incendios provocados por madereros, ganaderos y agricultores que, estimulados por la política del presidente brasilero, Jair Bolsonaro, empeñado en alentar en vez de contener este tipo de explotación del Amazonas, aplican la estrategia de tumbar, secar y quemar para aprovechar la madera y ampliar las áreas de ganadería extensiva y de agricultura.



Con la arrogancia del ignorante que se cree iluminado, Bolsonaro ha culpado a las ONG del medio ambiente, a las que su gobierno les quitó la financiación. No es descartable que algunas estén llorando por cuenta del bolsillo, pero acusarlas, sin prueba alguna, de causar los incendios ubica a Bolsonaro en una franja que va de lo cínico a lo criminal, cuando él mismo tiene gran parte de la culpa.

“Nuestra casa arde, es una crisis internacional, nuestro oxígeno está ardiendo”, declaró el presidente francés, Emmanuel Macron, y propuso que el grave asunto fuera abordado en la cumbre del G7 (las grandes potencias del mundo) que arrancó en Biarritz (Francia) este fin de semana. Arropado en el nacionalismo (ese manido recurso que también usan Donald Trump y Nicolás Maduro), Bolsonaro ha acusado a Macron de colonialista, ¡como si ese fuera el debate!

Lo aprendimos en primaria: los árboles tienen la virtud de captar CO2 (gas carbónico) y liberar oxígeno. Y esa función se ha vuelto crítica en un planeta que, debido, entre otras causas, al aumento en la atmósfera del CO2 que producen los carros, las fábricas y los humanos, se ha venido calentando –como lo hemos visto este verano–, con la desastrosa consecuencia del cambio climático que amenaza al planeta entero.

El Amazonas, con su enorme concentración de árboles, es considerado el tanque de oxígeno de la Tierra. Algunos expertos aseguran que, por la deforestación, en un cuarto de siglo esa región ha perdido la mitad de su capacidad de procesar CO2. Para la humanidad, destruir así el Amazonas en medio del cambio climático es como quedarse sin salvavidas en la mitad de un naufragio.

Colombia tiene mucho que perder en medio de este desastre. Como efecto inmediato, los vientos están trayendo muchas de las partículas producto de las quemas hacia nuestra parte de la Amazonia. Pero, además, la pérdida de tanto bosque amazónico afecta el ciclo de evaporación, nubes y lluvias, que nutre nuestras fuentes hídricas. Todo eso, sumado a que en Colombia también avanza la deforestación –mucha de ella para sembrar coca, es bueno recordarlo–, agrava nuestros riesgos a niveles aterradores.

Al señor Bolsonaro urge decirle que lo que ocurre en el Amazonas brasilero, y que este mandatario desdeña de manera tan olímpica, no es asunto exclusivamente suyo: es una crisis planetaria. Hablar de ello con la debida alarma no es colonialismo ni intervencionismo. Es una responsabilidad ética como ha habido pocas en la historia.


EL PAÍS



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